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Las batallas de Ximena

Cuando Ximena Gutiérrez era una niña en lugar de preguntarse ¿por qué la luna se mueve? Se preguntaba algo más grande: ¿por qué el infinito, por qué la existencia humana, por qué el espacio y sobretodo quién había creado el universo. “Eso a los 9 o 10 años me conmovió y todo lo quería saber. A esa edad también me volví vegetariana”, recuerda Ximena, periodista y maestra internacional de yoga, quien ahora tiene 44 años y ha logrado mantenerse “en equilibrio” gracias a esta práctica, según cuenta.

Cuando Ximena Gutiérrez era una niña en lugar de preguntarse ¿por qué la luna se mueve? Se preguntaba algo más grande: ¿por qué el infinito, por qué la existencia humana, por qué el espacio y sobretodo quién había creado el universo. “Eso a los 9 o 10 años me conmovió y todo lo quería saber. A esa edad también me volví vegetariana”, recuerda Ximena, periodista y maestra internacional de yoga, quien ahora tiene 44 años y ha logrado mantenerse “en equilibrio” gracias a esta práctica, según cuenta.

Nació en Managua, de familia humilde, originaria de San Rafael del Sur, en 1971. Faltaba poco para un gran terremoto y ya sonaba el retumbo de una guerra. De niña era introvertida, no se relacionaba mucho con otros niños, no era algo que le interesaba. Sus padres le decían que siempre andaba como “ida”, abstraída en sus pensamientos. Fue la hija del centro de tres hermanos, en un matrimonio esforzado: su padre abogado y su mamá ama de casa. Fue una excelente alumna en Física, Química y Ciencias.

Después del paso de los años, Ximena tenía la certeza de que había algo “místico” que descubrir. Pero no sabía exactamente qué era. Vivió su adolescencia envuelta en conflictos de guerra y políticos, estudió Periodismo, viajó por primera vez a los 17 años y poco después se enfrentó a su pánico escénico delante de las cámaras de televisión en la primera revista matutina nacional, que se llamó: Buenos Días Nicaragua. Sin embargo su vida no estuvo completa hasta que se encontró con el yoga, la práctica milenaria que la hizo comprender, en cierto punto, que no estaba haciendo lo que en realidad quería de su vida.

“Hija de la Revolución”

La joven Ximena tampoco disfrutaba del resto de atracciones que a los demás les parecía interesantes, es más, según recuerda, a una fiesta que la llevaron obligada, sin querer conquistó a su primer novio, pues se alejó de la bulla y el ruido de la música que se bailaba en esos tiempos para observar las estrellas. “Él me preguntó que qué estaba haciendo, entonces le expliqué y ese fue el flechazo”, recuerda entre risas.

Ximena tuvo que sobrellevar el divorcio de sus padres y al mismo tiempo sobrevivir la insurrección. Vivía en los barrios orientales de Managua, donde hubo bombardeos fuertes. Ese ha sido uno de los momentos más fuertes de su vida. “Me quedé sin mi mamá por unos meses. En medio de una guerra tuve que sobrevivir con parientes, en refugios antiaéreos. Mirábamos guerrilleros en la calle o gente muerta. Eso marcó un antes y un después para mi adolescencia porque al mismo tiempo que tenés la inocencia, es algo que te hace tomarte la vida en serio. Como una verdadera hija de la Revolución”, reconoce.

Ya para finales de los ochenta tenía claro que quería ser periodista, pues si le hubiesen ofrecido la carrera de astronauta, cosmonauta o algo que tenga que ver con el espacio habría entrado sin pensarlo. Pero el Periodismo era la única carrera con la que ella sentía que podía estar en contacto con todo. Se involucró en varios movimientos revolucionarios y obtuvo una beca por su destacado historial académico y se fue a estudiar a Rusia, aunque en ese país solo estuvo por un poco más de dos años porque al mismo tiempo que el gobierno sandinista dejaba el poder, en Rusia hubo un golpe de Estado y regresó a Nicaragua para terminar su carrera en la Universidad Centroamericana (UCA).

“Casi todas las personas que yo conocí me dijeron que perdiera las esperanzas, que era una batalla en vano y yo lo seguí haciendo porque estaba convencida de que mi hijo sí iba a estar conmigo”.

Su lugar en el mundo

Era 1994. Estaba al aire el primer programa piloto de una nueva revista matutina de la televisión abierta en Nicaragua: Buenos Días Nicaragua. Era la primera vez que la maquillaban. Primera vez que se vestía “como mujer”. Usando lentes de contacto para sustituir sus enormes anteojos y por primera vez se paraba delante de la cámara. Trataba de concentrarse en no poner la postura “conchuda”, tímida y “desgarbada” con la que antes se mostraba. “Me costó horrible, casi me muero, porque en realidad el tema de la timidez seguía mucho en mí. Tuvieron mucha paciencia conmigo”, recuerda Ximena.

Buenos Días Nicaragua comenzó con Ximena ese año (94), ella se fue después de cinco años de hacer entrevistas a distintos personajes de interés nacional y ahí se terminó una de las etapas de la periodista. El siguiente paso fue estudiar en España. También estudió en Japón y entre posgrados y maestrías consiguió un puesto alto en Estados Unidos, en el área de Comunicación y Tecnología del Banco Mundial.

“Ahí tuve un reencuentro fuerte”, dice Ximena. Se trata de un accidente casi fatal en Estados Unidos. Ella iba en patines de rueda de una línea y chocó contra un carro, después de bajar una colina. “Me desbaraté el plato de la tibia y la rodilla quedó bastante destrozada. Estuve 13 meses sin poder caminar y ahí fue cuando el yoga entró a mi vida así de fuerte. Y no podía haber entrado con una voz más estruendosa”, asegura.

Para Ximena, ese accidente se dio por su misma falta de presencia y enfoque en la vida. En ese momento lo interpretó como una voz diciéndole “alto”, pues llevaba una vida demasiado veloz, muy descuidada y no tenía presencia en lo que hacía. “No tenés la cabeza donde estás, eso era”, asegura.

En ese entonces ella vivía en un estado automático, recuerda, sin realmente tener una conciencia plena “y eso es lo que el yoga te da. Es una voz que te dice ‘sé un poquito más consciente’, porque tarde o temprano uno salda esas elecciones”.

Así fue que encontró su lugar en el mundo, se pudo rehabilitar físicamente, pero también logró conectarse con ella misma y hacer del yoga un estilo de vida. “El yoga es el sistema de mayor eficacia a nivel físico, no solamente preventivo, sino también curativo. Pero sobre todo, yo creo que uno encuentra en el yoga una de las principales enseñanzas: la perseverancia, la disciplina. Es la medicina más adecuada. Porque nosotros somos capaces de proveernos todo tipo de curación y medicina que necesitemos”, afirma.

PRINCIPALES POCICIONES DE YOGA

Su parto consciente

Una de las experiencias más fuertes durante los veinte años que tiene Ximena de practicar yoga fue su parto. Recuerda clarito cómo Kate (su comadrona) le repetía: “Respira. Estás a punto de atravesar un anillo de fuego. Parece imposible, pero podrás hacerlo. Respira hondo”, relata Gutiérrez. “Yo desnuda, acabalgada sobre el inodoro, con los codos apoyados sobre el tanque de agua. Frente a mí, veía mis dedos entrecruzados, la desesperación y una pared en blanco”, describe.

Era el parto de su hijo Arún, que decidió tener en su casa y sin ningún tipo de medicamentos un 29 de julio de 2010. “La primera vez que pensé en mi hijo fue durante mi primer viaje a India, en 2001. Fue en la tumba del Sheikh Salim Christi en Fatehpur Sikri que lo vi claramente, mientras anudaba una madeja naranja entre las intrincadas filigranas de los ventanales de arenisca”, cuenta Ximena.

De acuerdo con Ximena, ese parto es un elemento más de la misma gran enseñanza del yoga, del que se ha convertido maestra internacional y el que aplica en cada paso que da en su vida. “El embarazo no es una enfermedad”, indica y “por ende no se tiene que pisar un hospital o un lugar en que te van a curar de algo”. “Entonces, el parir en alerta plena, sin narcotizar la experiencia, ayuda tanto a la madre como al hijo a pasar el que tal vez es el mejor momento de la existencia”, recuerda ahora, después de viajar alrededor de sesenta países en una búsqueda que describe como mística y en la que encontró una filosofía con el perfecto equilibrio que buscaba para su existencia.

La batalla sigue

Ximena Gutiérrez estuvo 15 años viajando a los lugares que más la inspiraban. Recorrió sitios sagrados de la India y el Tíbet y regresó a Nicaragua con ganas de echar raíces. Ha pasado de ser militante del Periodismo a la burocracia de los bancos y los viajes, pero “hace poco até cabos y me di cuenta que no puede haber avance sin aceptar el abrazo de la tierra y el centro del universo. Y lo que en realidad sueño es en inspirar cambios conscientes, positivos y saludables en mi vida y en la que toque”, dice la yoguista.

El plan era venir a Nicaragua y volver a su fuente de vida, a su patria; sin embargo no lo podía hacer sin su hijo, que es lo que más significado tiene en el mundo para ella. Aunque se topó con el obstáculo de que el papá del pequeño Arún, quien no quería que su hijo viviera en un país como Nicaragua cuando podía quedarse con él en Alemania.

Ese ha sido el más reciente capítulo en la vida de Ximena, la lucha por los derechos de su pequeño. Una batalla legal durísima, según describe, pues no solo estaba sola como mujer, sino que era discriminada por sus raíces. No solo era una lucha entre el hombre y mujer que ella ha tomado, no con un sentido confrontativo, “sino para reconocer que las sociedades se marcan con un eje androcentrista”. Y también estaba en desventaja por las diferencias de culturas, sociedades y desarrollo que tienen dos países como Nicaragua y Alemania.

Ximena no entra en muchos detalles de los periplos legales por los que todavía tiene que atravesar para que su hijo viva con ella en el país. Pero está segura de que su Arún también merece “la seguridad de una familia extendida, los amigos y el terruño cálido que harán maravillas en la infancia de mi hijo, pero sobre todo la consecución de una vida más o menos coherente”, explica. Entre su trabajo, que es realmente su vida, la posibilidad de ser madre de tiempo completo y ser lo que en realidad quiere se confiesa totalmente feliz. “Vivo mi sueño, peleo por lo que quiero, tengo una misión en la vida y duermo con la persona que amo, así que estoy completa”.

La Prensa Domingo revolución Ximena Gutiérrez yoga archivo

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