“El hombre que de su patria no exige un palmo de tierra para su sepultura, merece ser oído y no solo ser oído, sino también creído”. Augusto C. Sandino, general del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional.
“¿Quién conoce a Sandino? ¿Quién lo lee? ¿Dónde está la cátedra de Sandino?”, se pregunta el historiador Jorge Eduardo Arellano sobre el pensamiento y el legado del héroe nacional, del cual se cumplen 81 años de haber sido asesinado el 21 de febrero de 1934 por órdenes del entonces jefe de la Guardia Nacional, Anastasio Somoza García.
El sociólogo Óscar René Vargas dice también lamentar que no exista una cátedra sobre Sandino, pero quizá se deba a que “no es conveniente” para el actual gobierno del sandinista Daniel Ortega, porque utiliza “la figura de Sandino para propaganda”, pero no habla del contenido en sí de lo que hizo y cómo pensaba Sandino.
Según describe Vargas, hay tres ejes de la lucha de Sandino y la primera es que luchó para expulsar a los marines de Nicaragua y en contra de la concesión canalera que en 1914 hizo Emiliano Chamorro a Estados Unidos. Sandino quería un Canal nacional y latinoamericano, pero hoy se mira que Ortega hizo una concesión a un empresario chino.
Sandino también era partidario -según el sociólogo- de una reforma agraria que beneficiara a los pequeños y medianos productores. La poeta Michelle Najlis explica que el guerrillero impulsaba el ideal de las cooperativas campesinas. Sin embargo, Óscar René Vargas apunta que cuatro censos agropecuarios del Gobierno indican que entre 1990 y 2014 hubo un retroceso en la posesión de tierras en detrimento de los pequeños y medianos productores.
Por último, Vargas añade que Sandino se inclinaba por una alianza fundamental política entre pequeños y medianos productores con el Gobierno, pero, la “prioridad (del actual) Gobierno es la alianza con los grandes empresarios”.
SU LUCHA
La historia personal de Augusto Nicolás Calderón Sandino, escribe el sociólogo Orlando Núñez Soto, es la de la mayoría de los nicaragüenses.
“Proviene de un pueblito indígena llamado Niquinohomo, donde él padece la injusticia desde sus primeros años de edad”. Era hijo “ilegítimo” del mediano productor Gregorio Sandino y de la campesina Margarita Calderón.
Ser hijo ilegítimo o natural no era una deshonra porque había muchos en esa época de 1895, pero, explica el biógrafo de Sandino e historiador alemán Volker Wünderich, “significaba cierto desprestigio social, que traía normalmente consigo una vida en pobreza y en situación de servidumbre”.
El origen de la lucha de Sandino, quien entre 1927 y 1932 dirigió la lucha para sacar a los marines norteamericanos que tenían ocupado el país desde 1912, habría que buscarla en Tampico, México, asegura el periodista argentino Gregorio Selser, quien escribió dos libros sobre el denominado “General de Hombres Libres”. Sandino, después de haber salido de Nicaragua por problemas con la justicia en junio de 1921, se contagió del “espíritu revolucionario que vibraba en México” en esos días.
Los marines habían dejado el país en agosto de 1925, pero regresaron en diciembre de 1926. “En México comprendí que debía venir a Nicaragua a tomar parte en la lucha contra el poderío norteamericano”, escribió Sandino en declaraciones recogidas por el escritor Sergio Ramírez en el libro Augusto C. Sandino, El pensamiento vivo .
Sandino regresó a Nicaragua en 1925, pero se encontró “con que los dirigentes políticos, conservadores y liberales son una bola de canallas, cobardes y traidores, incapaces de poder dirigir a un pueblo patriota y valeroso”.
Después de haber luchado con los liberales en contra de los marines y bajo el mando de José María Moncada, Sandino decidió formar su propio Ejército y dirigir él mismo la guerra contra los interventores, porque se dio cuenta de que Moncada había pactado la paz con Estados Unidos porque le prometieron la Presidencia del país, pero sin que terminara la ocupación. Sandino, en cambio, no aceptó el cargo de jefe político de Jinotega que le ofreció Moncada, ni los diez dólares para que entregara su rifle.
“Ya en el teatro de los acontecimientos me encontré con que los dirigentes políticos, conservadores y liberales son una bola de canallas, cobardes y traidores, incapaces de poder dirigir a un pueblo patriota y valeroso”. Augusto C. Sandino.
LA FIGURA DE SANDINO
Según cuenta Jorge Eduardo Arellano, en el lado derecho del Salón Histórico del Pentágono hay muchas placas que recuerdan todas las victorias de los Estados Unidos. Y a la izquierda hay dos placas, que son las que simbolizan las derrotas y en una placa se lee: Nicaragua-1933, y en la otra: Vietnam-1967.
La placa que dice Nicaragua-1933 es por la derrota que los marines sufrieron ante el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional liderado por Sandino y por la cual, entre otros motivos, salieron expulsados del país a inicios de enero de 1933.
La hazaña de Sandino no fue perdonada ni por los norteamericanos, ni por la Guardia Nacional, cuyo jefe, Anastasio Somoza García, ordenó el asesinato del guerrillero el 21 de febrero de 1934. Con su muerte, del guerrillero no se volvió a hablar en Nicaragua, pero era reconocido a nivel internacional.
A finales de los años cincuenta, un libro sobre Sandino, mandado a editar por el propio Anastasio Somoza García para denigrar al héroe, titulado El verdadero Sandino o El Calvario de Las Segovias , así como otros escritos, como los de Gregorio Selser, cayeron en manos de jóvenes con ideas revolucionarias, como Carlos Fonseca Amador.
Fonseca recogió el nombre de Sandino como símbolo de la lucha contra la dictadura somocista porque encontró en el guerrillero “al prototipo del revolucionario del Tercer Mundo, ya que era al mismo tiempo dirigente campesino, combatiente armado, nacionalista nicaragüense e internacionalista latinoamericano”, escribe el historiador alemán Volker Wünderich.
El fallecido Tomás Borge Martínez, en su libro La paciente impaciencia , explica que Fonseca le puso el adjetivo de “sandinista” al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). “Sandino es una especie de camino”, les dijo Fonseca a los demás fundadores del FSLN, según escribió Borge.
“LA PESADILLA DE SANDINO”
El FSLN, con Daniel Ortega a la cabeza, ha estado en el poder por más de 18 años, desde que fue derrocada la dictadura somocista en 1979, exceptuando de 1990 a 2006, cuando gobernaron tres presidentes no sandinistas.
En la actualidad el gobierno de Ortega habla de “restituciones de derecho” y en sus discursos siempre menciona a la figura de Sandino.
Para la poeta Michelle Najlis, si comparamos lo que hace el FSLN en la actualidad y lo que ejemplificó Sandino, resulta que son “extremos opuestos”. “Lo que ocurre hoy podría ser la pesadilla de Sandino, pero no sus sueños”, dice Najlis.
La comandante guerrillera Dora María Téllez indica que el FSLN ya no debería llamarse “sandinista”, porque la lucha de Sandino fue contra la ocupación extranjera y ahora el FSLN le entregó el país al empresario chino Wang Jing. “Del FSLN no queda nada, lo parasitó el orteguismo”, dice Téllez.
Tanto Najlis como Téllez opinan que en el Gobierno de Ortega no impera la justicia social que buscaba Sandino, sino que lo que hace, regalando cosas que son necesarias, es crear “clientelismo político”.
El próximo 21 de febrero se cumplen 81 años del asesinato de Sandino y el Gobierno está rindiendo homenajes al “General de Hombres Libres”, pero hasta ahora el estudio de su pensamiento está relegado.
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