Román “Chocolatito” González sube al cuadrilátero después de pasar en la cápsula del gimnasio en su entrenamiento acostumbrado. Él no es el culpable de que tenga un porcentaje de 85 en nocauts en enfrentamientos ante mexicanos (12 en 14 peleas) y solamente haya combatido frente a dos púgiles de alto calibre: Juan Francisco “El Gallo” Estrada y Francisco “El Chihuas” Rodríguez.
Luego de la confirmación del rival, Valentín “Picoco” León (38-28-6), será el mexicano número 14 frente al zar de los pesos pequeños. León es una antítesis del boxeo, tiene todo lo que no debe poseer un boxeador, lento, sin condiciones, a la dádiva de lo que haga su volado de derecha. Román con un soplo lo puede derribar, con un amague lo hará retroceder y cuando los poros se abran para propiciar la caída de la primera gota de sudor, “Picoco” ya no podrá seguir más, estará en su esquina tirado en medio de un desierto: cansado y sin posibilidades de vivir.
LOS SANDBAG
“Picoco” es la reencarnación de un sandbag, es la transfiguración de un instrumento boxístico como es el saco de arena hecho humano. Al igual que León, ese mismo calificativo tuvieron Vicente Hernández, noqueado en dos rounds en el 2007, Jesús Limones, exterminado en dos asaltos en el 2010, Omar Soto, quien por la presencia del nicaragüense se tiró al piso temblando ante el golpeo de Román y Manuel Jiménez, derrotado por la vía rápida en el 2012, cuando apenas la gente prendía el televisor en el primer asalto.
LOS ANIMADORES
Otra categoría que han alcanzado los rivales mexicanos de “Chocolatito” es la de animadores, tales como: Juan Kantún, un loco que peleó para no ser noqueado hasta caer en el sexto en el 2014, Oscar Blanquet, conocido como De La Renta, quien tenía cualidades para durar más; sin embargo entró al fuego en el round 2 y se quemó, Ramón García (KO4), Omar Salado (KO7), Iván Meneses (KO4) y Francisco Rosas, púgil que perdió aún cuando el nica tenía problemas estomacales en su primer combate y fue noqueado en el segundo.
“Picoco” significa que no hay dinero y que el apoderado de González, Carlos Blandón, se ahogó en sus palabras.
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