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Se necesita un consenso educativo

Se ha iniciado un nuevo año lectivo. Otra vez asistimos al hermoso espectáculo de miles de niños, niñas y adolescentes que se encaminan a sus escuelas e institutos vistiendo el uniforme escolar establecido en 1980 con los colores de nuestra bandera.

Se ha iniciado un nuevo año lectivo. Otra vez asistimos al hermoso espectáculo de miles de niños, niñas y adolescentes que se encaminan a sus escuelas e institutos vistiendo el uniforme escolar establecido en 1980 con los colores de nuestra bandera.

Acuden a las aulas nuevas generaciones con la ilusión de formarse para el futuro mediante una buena educación. Sus padres no han escatimado esfuerzo para enviarlos a los centros de estudios porque ven en la educación la gran forjadora de esperanzas.

Ante el inicio del nuevo año escolar, cabe hacernos la pregunta: ¿Estamos proporcionando a las nuevas generaciones la educación de calidad, pertinencia y equidad que demanda la sociedad del siglo XXI? Varios especialistas en educación han expresado públicamente sus bien fundadas inquietudes al respecto. ¿Han tenido éxito las estrategias educativas anunciadas por el gobierno, como la que el ministerio de educación dio a conocer en abril de 2010? Dicha estrategia proponía que Nicaragua, en el 2012, alcanzaría el sexto grado de escolaridad y, en el 2015, nueve años, es decir, la primaria más el ciclo básico. La primera meta no se cumplió. Según cifras oficiales, de cada cien niños que ingresan al primer grado solo 57 aprueban el sexto grado. Y si la meta para 2012 no se cumplió, menos que se cumpla la prevista para el 2015. La mitad de nuestros jóvenes no asisten a la enseñanza secundaria.

Los más reconocidos especialistas nacionales en educación, y algunos organismos internacionales, ya han vaticinado que Nicaragua no va a cumplir con el segundo de los objetivo del milenio: la universalización de la educación primaria con calidad. El analfabetismo se estima entre un 10 y un 13 por ciento.

Otras estrategias educativas incluidas en el Plan Nacional de Desarrollo Humano posiblemente tampoco se cumplirán, por varios factores negativos, entre ellos lo raquítico de los recursos asignados a la educación primaria y básica, que este año no llegaron ni siquiera al 3 por ciento del PIB.

Ante el pobre desempeño de las estrategias educativas elaboradas por el gobierno, la pregunta es: ¿Qué hacer para que las ilusiones y las esperanzas de nuestros estudiantes y de sus padres no se frustren? El gobierno debería abandonar su propensión a elaborar las estrategias educativas sin consulta alguna, cuando estas deberían tener como base amplios consensos educativos. Las últimas estrategias que se conocen no parecieran haber sido formulados por especialistas en educación, sino por tecnócratas, que priorizaron los intereses políticos o propagandísticos. El resultado ha sido el virtual estancamiento de nuestro sistema educativo y su carencia de equidad por su cobertura insuficiente y su baja calidad. Así lo demuestran los resultados de los exámenes de admisión a las universidades y las pruebas internacionales de rendimiento en matemáticas y lecto-escritura. El amplio fracaso en las pruebas de admisión es un problema recurrente y comprueba lo inadecuado de las medidas de carácter remedial adoptadas.

Los países que en América Latina han alcanzado los mejores niveles educativos son aquellos que diseñan sus políticas y estrategias educativas mediante amplios consensos, en los que participan los principales sectores interesados en la educación, sin exclusiones.

La política educativa de un país está constituida por los principios, objetivos y estrategias que orientan la acción educativa, tanto a nivel nacional como regional o local y que, luego, se plasman en un plan nacional de educación. La elaboración del plan debe ir acompañado de la voluntad política de cumplirlo, para que no suceda lo que aconteció entre nosotros con el Plan Nacional de Educación 2001-2015.

Un amplio diálogo en el que participen nuestros mejores especialistas en educación, que por cierto los tenemos y muy capaces en la generación de relevo, que conduzca a la adopción de un consenso educativo nacional, sería el camino más indicado y fecundo para redefinir los objetivos de nuestra educación y las estrategias para mejorar su calidad, pertinencia y equidad. El esfuerzo podría culminar en la elaboración de un Plan Nacional de Desarrollo Educativo 2016-2021, cuya ejecución concluiría precisamente cuando Nicaragua cumpla doscientos años de vida independiente. Sería una vergüenza que lleguemos a semejante efemérides con un sistema educativo deplorable como el actual.

El autor es jurista, educador y escritor.

Columna del día educativo uniforme escolar archivo

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COMENTARIOS

  1. José Matamoros
    Hace 9 años

    Hagamos historia Dr. Tunnermann.
    ¿Que hicieron por la educación los gobiernos de 1990 a 2006 cuando se entregó el poder en bandeja de plata?
    ¿Se forjaron buenos programas y educadores?
    No solo el actual es el responsable.

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