La segunda película en el ciclo de adaptaciones de las novelas de Verónica Roth pondrá a prueba la longevidad de la estrategia comercial que Harry Potter conjuró. Desde que las novelas juveniles de J.K. Rowling se convirtieron en un fenómeno comercial y que Warner Brothers amasara una fortuna con sus respectivas adaptaciones cinematográficas, estudios y productores han saltado sobre cualquier libro que encaje en ese molde. Crepúsculo vino y se fue. Y actualmente, tenemos tres ciclos en desarrollo: Los Juegos del Hambre, The Maze Runner y Divergente.
Insurgente deja a la franquicia Divergente en el fondo del barril. La sociedad posapocalíptica dirigida por la erudita Jeanine (Kate Winslet) se estremece ante la masacre de la casta de los abnegados. Los divergentes —aquellos que no encajan en ningún grupo, porque pueden encajar en cualquiera—, son acusados de provocar la carnicería y huyen de los gobernantes eruditos.
Beatrice Prior (Shailene Woodley), nuestra protagonista, es la conflictiva líder del grupo. Tiene que conciliar sus miedos y remordimientos con sus responsabilidades. Y pronto. Jeanine está cazando divergentes para usarlos en una brutal prueba que resultará en la revelación de un mensaje de los antiguos fundadores de la sociedad.
La mano segura de Neil Burger, el director de la película original, podía ocultar la cuestionable calidad del producto. A pesar de su sentido visual y el carisma de Woodley, Divergente se presentaba como una pálida sombra de las aventuras de Katniss Everdeen. Bajo su supuesta celebración de la inconformidad la película oculta un discurso reaccionario: vilifica a la ciencia y a quienes la practican. Además, el casto cortejo entre Beatrice y su enamorado Teo funcionaba como propaganda de la abstención sexual.
Pero al menos tenía algunas ideas, que dramatizaba con cierta eficiencia. Insurgente es una película incompetente. El guion es como una parodia. Todos los personajes hablan en frases declarativas que delatan las motivaciones de los mismos de la manera más elemental o definen claramente sus objetivos. Es como si tuvieran miedo de que el público no entienda lo que está pasando. Si no fuera tan triste, sería ridículo.
En la primera parte, Kate Winslet salva el día con su gélida villana. Sin embargo, ahora su encanto no basta frente a la banalidad del tratamiento del director Robert Shwanke. La pobre se la pasa encerrada en un búnker que parece set para videoclip de Lady Gaga. Y ahora tiene que competir por nuestra atención con Naomi Watts. Ella es una líder que apunta a desafiar a la implacable Jeanine. Y parece vivir en el set abandonado de un videoclip de Meatloaf. Las acciones de los personajes dejan de tener sentido mientras escala la violencia.
Divergente al menos tenía la convicción de sus ideas. Aquí la virginal Tris (Woodley) finalmente tiene relaciones con su novio, Four (Theo James). La escena es más corta que el fragmento incluido en el trailer promocional. La edición es abrupta, sacrificando contenido y estilo para favorecer la “acción”. Algunas imágenes evocativas se pierden en el miasma. Tome nota de una extraña masacre en la cual los soldados de Jeanine disparan contra las aterradas residentes del edificio de dormitorios. No son proyectiles tradicionales. Solo las dejan inconscientes sobre una escalera, apiñadas unas sobre otras. Es una hermosa imagen de pesadilla, apenas registrada en el frenesí.
Solo una mala taquilla puede salvarnos de las dos películas que cerrarán el ciclo. La tercera entrega,
Allegiant: Part 1 ha sido anunciada para el 2016. Sí, otra vez, una conclusión se parte en dos películas. Oh, Harry… ¿acaso no nos has hecho suficiente daño?
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