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Cartas al Director

Los pueblos de Nicaragua y Venezuela somos hermanos, nos une la cultura, el idioma y la lucha permanente contra tantos gobernantes incapaces. También nos une la historia. Simón Bolívar decía: “Cuando la opresión se hace ley la rebelión es un derecho”, mientras en Nicaragua todos los escritos de Sandino dicen de su lucha contra gobiernos corruptos y vendepatria.

Dictaduras gemelas

Los pueblos de Nicaragua y Venezuela somos hermanos, nos une la cultura, el idioma y la lucha permanente contra tantos gobernantes incapaces. También nos une la historia. Simón Bolívar decía: “Cuando la opresión se hace ley la rebelión es un derecho”, mientras en Nicaragua todos los escritos de Sandino dicen de su lucha contra gobiernos corruptos y vendepatria.

Nicolás Maduro y Daniel Ortega son gemelos, disputan entre sí quien de los dos es el más corrupto de América, se protegen mutuamente, Maduro mantiene la cuota de petróleo a Ortega para que este lo venda a los nicaragüenses al precio más alto de toda la región centroamericana. Ortega envía toneladas de frijoles y ambos obtienen millonarias ganancias aprovechándose de las necesidades de ambos pueblos.

Ortega está en mejor posición porque cuenta con un pequeño margen de tiempo para continuar enriqueciéndose al amparo del poder, mientras Maduro ya no puede seguir destruyendo Venezuela porque ya llegó al límite y ni siquiera le es útil el presidente del congreso, Diosdado Cabello, porque ya se hizo público lo que en secreto se sabía en toda América: es uno de los grandes jefes de un cártel del narcotráfico.

Para hacer creer a Maduro que puede seguir desgobernando, Ortega ordenó a sus 38 diputados que tiene en el congreso más los 25 que se anexó en el último fraude electoral, que firmaran un documento de “respaldo” al gobierno del “compañero Nicolás”. Ambos gobiernos hablan el lenguaje que les enseñaron los asesores cubanos y salen a lanzar piedras a la Embajada de Estados Unidos en Caracas y Managua. Ya no se menciona solo a la CIA, ahora declaran que la culpa la tiene todo el imperio gringo.

Solo un milagro puede hacer que Maduro termine en el poder el año 2015. Debe cuidarse mucho más y no poner oídos muy receptivos a consejos o recomendaciones de asesores radicales de Cuba y Nicaragua y atentar contra la seguridad y la vida de Leopoldo López, porque en un futuro próximo es el que puede firmar un perdón o amnistía para Maduro y sus secuaces después de ser juzgados por los daños que causaron además de asesinatos de lesa humanidad.

La ironía de la vida es que Lilian Tintori, de corazón valiente, heroica mujer que sufre y lucha por la libertad de su marido encarcelado injustamente y por la libertad de todos los venezolanos, es la indicada para la que gestione este perdón ante el nuevo gobierno justo, democrático y honesto.

Dios no se equivoca y dice en su palabra: “Todos los malvados se derrumban y dejan de existir, los hijos de los justos permanecen”. Proverbios 12:7

Leopoldo Villalta López

 

¿Hacia dónde vamos?

Es una verdadera pena la situación que estamos viviendo los nicaragüenses. Todo el pueblo de Nicaragua tomó parte en la lucha para derrocar a Somoza, pero, como consecuencia lógica, ahora nos arrepentimos, porque salimos de las llamas para caer en el brasero. Ahora hasta asesinatos atroces hemos tenido la desdicha de presenciar, como los de Carlos Guadamuz, Alexis Argüello y la vergonzosa arremetida de sicarios sandinistas en contra de la familia Tórrez, de la comunidad de El Carrizo.

Pero los espejos no parecen servir de ejemplo a los nuevos zares. Cayeron Stalin, Hitler, Mussolini, Lenin, Somoza, y cayó el mismo Daniel Ortega en los ochenta, como resultado de unas elecciones completamente limpias en las que fue derrotado por una honorable señora, apoyada por todo un pueblo que clamaba por la libertad y la democracia. Lo botó el pueblo.

Ahora, haciendo gala de toda la astucia de la manada de zorros que lo guardan de todo mal, maltrata al pueblo de la manera más vil que alguien pueda imaginarse. Aquel pueblo que veía en él a un verdadero revolucionario que lo único que quería era el bien para su pueblo, ha sido traicionado.

Pero en honor a la verdad, Ortega no ha mentido. Él cumple con lo prometido sirviendo a “su” pueblo, aquella fracción del pueblo que cambia su dignidad por un empleo o por pequeñas dádivas. Y es así como se engrandece, dándole migajas a esa pequeña muchedumbre hambrienta de los favores del rey. Él se engrandece comprando las necesidades básicas de sus pobres plebeyos que, lejos de pensar en la desvergüenza de su amo, aplauden su bondad.

¿Cómo es posible, nos preguntamos, que después de haberlo apoyado para subir al poder, nos dé de patadas? Así paga el diablo a quien bien le sirve, dice el viejo dicho.

En la Alemania nazis separaban a las familias arrebatándoles a sus hijos sin importar la edad y todos eran enviados a morir en los campos de exterminio de Auschwitz, Belzek, Chelmno, Maldjanek, Sobibor, Treblinka y muchos más.

Aquí, en los años ochenta, las familias eran separadas, y sus hijos y esposos, no importando la edad, eran enviados a morir en Las Cuchillas, Pantasma, Wiwilí, Mulukukú, Waslala y tantas otras zonas de guerra en el norte del país. El fin era el mismo: deshacerse de cualquier asomo de oposición a su poderío, para aferrarse al poder y no soltarlo, “cueste lo que cueste”, como lo aseguró el sanguinario ministro del Interior de aquel tenebroso tiempo, Tomás Borge Martínez.

Pero la hora llega. Tarde, pero segura, y Ortega lo sabe muy bien.

Ramón Pineda

 

Responder  por sus actos

Recientemente mi vehículo fue chocado estando perfectamente parqueado en el estacionamiento de un restaurante capitalino. La persona que lo chocó se dio a la fuga y lo sucedido me hace plantearme la siguiente pregunta: ¿qué clase de valores morales y éticos tendrá una persona como esta que comete tal hecho y no se hace responsable de sus actos? Como ya lo dice un conocido refrán, “es de humanos errar y de sabios rectificar”. En este caso, más bien diría que es de valientes asumir las consecuencias de sus actos.

Nadie está exento de cometer un error, ya sea voluntaria o involuntariamente. Los accidentes automovilísticos siempre están a la orden del día, pero lo que sí no tiene justificación alguna es la falta de responsabilidad.

¿Cómo puede una persona ocasionarle daños a otra e irse muy campante sin hacer absolutamente nada para enmendar su falta? Hoy fue un choque a un vehículo, mañana puede ser que atropelle a alguien, o pasado mañana incendie un establecimiento. Lo que quiero decir es que no se puede perder la perspectiva ni el contexto. Por muy pequeña que sea la falta, si la persona que la cometió no se responsabiliza las faltas que cometerá muy posiblemente van a ir en escalada y cada vez van a ser más graves, no se puede ir por la vida.

De una u otra manera todo lo que hacemos tiene una implicancia tanto en nuestras vidas como la de quienes nos rodean. Es sumamente difícil admitir cuando cometemos un error. Únicamente las grandes mentes están dispuestas a hacerlo porque saben que solo quien mantiene estático en un solo punto es el que no se equivoca. Una buena persona, reconoce su error, repara su error y sobre todo aprende de su error para no volver a cometerlo.

Jamás, nada sucede por casualidad, la vida está hecha de decisiones, buenas o malas, depende de cada uno de nosotros actuar de la manera correcta.

Ruth Vado Escobar

 

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