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LA PRENSA/FOTOS:CORTESÍA

Armonías en dos escalas

“Bien se le puede ver como un hombre del Renacimiento por la exquisitez de su obra, su alta sensibilidad artística, y porque promueve desde Galería El Águila el arte de los jóvenes”, expresó Juanita Bermúdez, directora de Galería Códice, al valorar la obra y vida artística de Hugo Palma-Ibarra.

“Bien se le puede ver como un hombre del Renacimiento por la exquisitez de su obra, su alta sensibilidad artística, y porque promueve desde Galería El Águila el arte de los jóvenes”, expresó Juanita Bermúdez, directora de Galería Códice, al  valorar la obra y vida artística de Hugo Palma-Ibarra.

Considerado por los críticos como un alto exponente de la pintura moderna nicaragüense, Palma-Ibarra, nace en Managua en 1942; en su juventud viaja a Florencia, Italia y se hace merecedor en 1967 del Premio Sinigaglia-Unitá;  años después recibe la Medalla de Oro y el Premio Viarreggio.

A su retorno a Nicaragua, el Primer Premio Naturaleza 96; un segundo lugar en la I Bienal de Pintura Nicaragüense; es nombrado Ciudadano del siglo XX por la Comisión 2000 del Banco del Café.

Su espíritu de contar con un legado, lo lleva a crear la Fundación Hugo Palma-Ibarra, la Galería El Águila y un museo, espacio donde promueve diversas actividades culturales.

Su pictórica “es muy  nicaragüense, se ve en sus obras paisajes con volcanes y figuras humanas; su  paleta que se mezcla con lo italiano; sus colores ocres en sus variaciones son de la Toscana; a veces le agrega naranja, o un poco de azul y rojo”, señala Bermúdez.

“Eso lo hace ser —agrega Bermúdez— uno de los maestros más serios del panorama de la plástica nicaragüense, reconocible por sus figuras, aunque no claramente definidas; y por ser un gran coleccionista”.

Para el artista visual, David Ocón, la obra de Palma-Ibarra, fusiona en dos escalas lo clásico con lo prehispánico, logra mucha afinidad en sus volúmenes y contrasta lo matérico de fuerte empaste, con suaves veladuras, resultando técnicamente interesante su tratamiento plástico.

De su manejo de la imagen, comentó Ocón, el maestro Palma-Ibarra trabaja la temática universal del cuerpo humano, y tiene su raíz en la raigambre histórica, en la estatuaria prehispánica y la clásica, fusionando dos culturas.

Le llama la atención que su obra en general no sigue el curso de la ilustración, sino que es libre en su interpretación, su reciente muestra alusiva a poemas de Rubén Darío, lo reafirma, sostiene Ocón.

Su don de mecenas lo ha llevado a publicar varios libros, uno de ellos sobre editoriales de su padre, el intelectual Idelfonso Palma Martínez; ha apoyado ediciones de libros de poesía, y próximamente el libro  Mesoamérica: Mula  y Tren , de David Ocón, que reúne diversas historias de ficción y reales, de El Güegüense en el siglo XVIII.

“Hugo es un artista integral, piensa en función del país al reunir todo este acerbo cultural”, dice Ocón, al destacar el perfil de este maestro.

FUERZA EXPRESIVA

El año antepasado, Palma-Ibarra expuso una valiosa colección de sus obras de San Sebastián en la galería italiana de Pigneto, curada por Guiseppe Finocchiaro, quien valoró la misma por “su fuerza expresiva en los orígenes de los primitivos italianos”.

Y vistos “a la luz de los pintores del novecientos como Campigli, Carrá, De Chírico e Sironi, solo para citar a los intérpretes más representativos del llamado rappel á l´ordre, aquel movimiento que nació entre las dos guerras del siglo pasado”, refiere Finocchiaro.

Asimismo señala que la obra pictórica de Palma-Ibarra posee los “valores plásticos” indispensables para construir un espacio “arqueológico”, que oscila entre la abstracción y figuración. Por lo que la mayoría de su arte puede verse como pintura culta.

Para María Dolores G. Torres, historiadora de arte, cabe considerar en la obra Palma-Ibarra “una cultura visual surgida a partir del mestizaje y del hibridismo”; así de una experiencia del “extrañamiento que le sirvió al artista como una forma de mirar a su país de origen de manera diferente”.

Su estadía de dos décadas en Italia, dice la historiadora, fue aprovechada por el artista para “descubrir su espacio cultural y abordar con savia renovada su nicaraguaneidad”.

Y como prueba general, señala la realización de su mural destinado a respetar pictóricamente el baile de El Güegüense, pero con una narrativa libre y no lineal de la composición.

De esta forma dice la historiadora en su análisis en la obra de este maestro se “manifiesta el clasicismo tan propio de su estilo, y una aproximación metafísica concentrada en determinados iconos de la obra y de las Fiestas Patronales de Diriamba”.

Así Palma-Ibarra, con su arte rescata el pasado, el nicaragüense e italiano y le da un porvenir, ofreciéndonos una muestra de gran elegancia y mesura, resumen los críticos mas cercanos de su obra.

DARÍO EN SUS PINTURAS

P alma-Ibarra recientemente expuso en Galería El Águila la colección Armonía y eternidad, obras que aluden desde una lectura libre de su pintura al manuscrito del poema PAX de Rubén Darío, escrito en 1915, hace cien años.

Sobre esta muestra el pintor anotó en su catálogo que sus pinturas “no ilustran ni representan la poesía de Darío”, sino que recuerdan esta fecha con mi buena pintura a las cuales he dado nombre de algunos versos y algunas llevan el nombre de un poema de Rubén Darío”.

Así vemos títulos: ¡Venus impera! Ella es entre las diosas, la primera; Carne, celeste carne de la mujer; De pronto entre la copa de los árboles vi un cono gigantesco; La rosa, la mejor copa del pájaro; Era una satiresa de mis fiestas paganas; y Yo persigo una forma.

Se sabe que Darío dejó España en 1914 y viajó a Nueva York, su memoria cargaba el conflicto bélico entre Francia y Alemania. En febrero del 2015 realizó una conferencia sobre la paz, auspiciada por La Sociedad Hispánica de América.

 

Boletin Cultura armonía Hugo Palma-Ibarra Pintura archivo

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