Se perdió el misterio desde que pisaron el terreno, pero no es su culpa, nacieron en Anguila y representan a su país, chiquito, sin esperanzas de progreso, con un sistema nulo de desarrollo futbolístico, cuidando sus trabajos de meseros y guías de turismo más que el juego, sin embargo ahí están para recibir un bufet de goles al dos por uno.
A ese equipo enfrentará Nicaragua esta tarde a las 3:00 p.m. (hora de Nicaragua) en el estadio Raymond Guishard de Anguila, un conjunto todavía burdo, ortodoxo, sin aliento.
La Selección Nacional de Futbol no viajó a tomar el sol, a buscar un bronceado y mucho menos a nadar en las azuladas playas, sino a compactar la tarea del entrenador Henry Duarte. A veces es necesario sacrificar a equipos diminutos para darle confianza a países que piensan más que solo jugar: es el caso de Anguila y Nicaragua.
Saber que se puede y olvidar por dos desafíos que la mentalidad de salir a la cancha a soportar el fuego del rival como sucedió en la última Copa Centroamericana, cuando Nicaragua se aferró a la condenación, a un suicidio sin escapatoria, al quedarse sin asilo en la defensa y perdió 3-0 ante Costa Rica, 2-0 frente a Panamá y 1-0 contra Honduras, es un alivio para el país. Abrumar para creer y creer para tener esperanzas, aunque los vaticinios posteriores sean basados más en la fe que en lo deportivo, al saltar a la siguiente ronda.
Esta tarde caerá el sol, subirá la marea y empezará el festín de goles (5:00 p.m. hora de Anguila), y los once llamados al banquete por Nicaragua serán: Justo Lorente (portero), Jason Casco, Luis Copete, Manuel Rosas y Josué Quijano (defensas), Luis Peralta y Franklin López (mediocentros), Elvis Pinel y Carlos Chavarría (extremos), Juan Barrera (enlace) y Raúl Leguías (delantero).
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