Vilma Núñez de Escorcia celebra 25 años de defender los derechos humanos bajo el paraguas del Cenidh. Pero su historia como defensora empezó mucho antes, desde 1958, cuando ella entró a la universidad después de haber llegado de Chontales a León. Ahí empezó a familiarizarse con las causas de los presos políticos de Somoza y mientras estudiaba Derecho se iba haciendo de un nombre que más tarde le abriría las puertas para entrar al Frente Sandinista.
Es abogada, fue magistrada, colaboradora del Frente Sandinista y más tarde militante del mismo partido que un día decidió abandonar. Núñez recuerda en esta entrevista algunas de las etapas más importantes de su vida como defensora de los derechos humanos y sus momentos de mayor lucha contra su propio partido y el mismo Daniel Ortega.
El Cenidh está cumpliendo 25 años, pero Vilma Núñez tiene mucho más de defender los derechos humanos.
En el año 1958 que llegué a la universidad se estaba estrenando la autonomía universitaria. El rector era el rector de la autonomía, Mariano Fiallos Gil. Los rectores que están ahora, no quisiera irrespetarlos, pero son una caricatura, sometidos totalmente, han traicionado la autonomía. Mi primera acción, quizás, que pueda recordar en defensa de los derechos humanos fue al llegar a la universidad con un grupo de compañeros y fundamos el primer comité prolibertad de los reos políticos universitarios. (Los primeros que defendimos fueron) el doctor Alonso Castellón, el doctor Emilio Borges y el estudiante Tomás Borge, estaban presos guardando prisión porque se les mencionaba como partícipes en el ajusticiamiento de Somoza García en 1956. Y empezamos esa lucha con perspectiva de derechos humanos de diferentes formas, con carnavales en las veladas universitarias, pero también no puedo dejar de recordar mi experiencia de poder hablar con Luis Somoza y fuimos un grupo de tres o cuatro estudiantes con el doctor Mariano Fiallos Gil, él consiguió la entrevista. Le pedimos una amnistía para los reos políticos y recuerdo que Luis Somoza se puso furioso y dijo que consideraba un irrespeto que llegáramos a pedirle la libertad de los asesinos de su padre. Y yo le contesté que estábamos hablando con el presidente de la República y no con el hijo de Somoza. Recuerdo también que nos dijo que él había estudiado para presidente y después le hicimos la broma que dónde se estudiaba para presidente.
¿En esas luchas de defensa de presos es que usted termina involucrada con el Frente Sandinista?
Eso fue mucho después. Uno de los casos más emblemáticos para mí, de defensora de presos políticos sin cobrar un solo centavo, fue un hecho que se dio en Sutiaba. La comunidad indígena de Sutiaba trató de rescatar las tierras que les habían arrebatado terratenientes apoyados por los gobiernos municipales. En ese intento por rescatar sus tierras resultó muerta una persona y entonces metieron presa a toda la dirigencia de la comunidad indígena y muchos que no eran de la comunidad. Y yo fui la defensora en ese caso y ganamos. Yo no sabía que esa acción de reivindicación de las tierras era dirigida por el Frente Sandinista. Logramos sacar al principal dirigente del Frente Sandinista en León. Para ese entonces yo era miembro del Partido Conservador, que era el histórico partido de oposición a la dictadura de Somoza. Entonces se me acercó Salvador Pérez, miembro del FSLN, y me dice: “Vea doctora, usted está colaborando con el Frente Sandinista. Esta no es una acción de los indígenas, es una acción orientada por el Frente Sandinista”. Me dio susto, me dio miedo porque en ese momento la persecución contra el FSLN era fuerte. Y me pidió que colaborara con el Frente. Empecé a colaborar económicamente, muy modestamente. Más tarde en el año 75, un hombre que se llamaba Blas Real Espinales, me pide que ingrese al Frente Sandinista.
¿Cómo es que usted cae presa?
Es que en ese entonces matan, por una traición de un colaborador, a todo el Frente Occidental y la única que quedó viva fue la actual ministra de Gobernación, Ana Isabel Morales, quien también vivió en mi casa. Después que los matan, Joaquín (Cuadra) llega a reestructurar el Frente Occidental y eso se da en mi casa. En ese momento yo no estaba, andaba en una misión fuera del país. Cuando regreso del aeropuerto encuentro en mi casa a Leticia Herrera, que no la conocía y a la Ana Isabel Morales. Se identifican y dicen que pronto llegará Rodrigo, era el seudónimo de Joaquín Cuadra. Y en mi casa se reestructura el Frente Occidental. Ahí asume la conducción Dora María Téllez, pero ella nunca estuvo en mi casa. Ella tenía otra casa de seguridad que no puedo revelar porque no tengo autorización, pero era una gente que nadie se podía imaginar. En mi casa estaba toda la lista de colaboradores de León, todo el archivo. En mi casa estaba la ametralladora personal de Oscar Pérez Cassar y la Ana Isabel me pidió que la guardara. A mí me habían dado las instrucciones de que no debía tener en mi casa ninguna arma y esa fue la que la Guardia encontró, encontraron todo el archivo del Frente Occidental.
¿En ese momento que cae presa es que la torturan?
Nos agarran a mi esposo y a mí a las 4:00 de la mañana y vendada con la camisola de mi esposo me montaron a una ambulancia de la Cruz Roja y entonces mi mayor angustia en ese momento era que mi niña de 9 años quedaba en poder de la empleada. Y todos los guardias, eran como treinta, en mi casa y mi hija de 9 años allí y no me dejaron sacarla y yo pedía que me dejaran llevarla donde las vecinas. Entonces nos llevaron al Fortín de Acosasco, lo tenían en abandono y ahí nos metieron con ratones y otros animales. La primera tortura era un radio, donde daban las noticias los amigos de mi esposo y amistades. Pusieron a mi hija a hablar en la radio pidiendo que le devolvieran a su papá y yo lo escuchaba. Luego me llevan a un cuarto y me dejan en ropa interior y con una capucha, trataron de convencerme de que hablara. Como no me hacían hablar, me desnudaron, me pusieron chuzos eléctricos, tiraron agua en el suelo y ahí me acostaron. Me pusieron a hacer sentadillas, no sé cuántas, hasta agotarme y después el interrogatorio. Pienso que haber estado presa no es ningún mérito, creo yo que el principal aporte a la revolución es no haber revelado ni un nombre ni lugar donde estaban las casas de seguridad.
Sale de la cárcel y pasa a magistrada de la Corte Suprema de Justicia.
Esa fue una de las mejores experiencias que tuve. Yo amaba mi profesión y creía que se podía hacer mucho y llegar a la Corte Suprema era una aspiración. No logramos hacer una transformación profunda porque al Frente Sandinista no le interesaba. Además, era la primera Corte Suprema que se organizó en el país, que estaba integrada por conservadores, sandinistas y liberales. Nadie estaba pensando ahí en trabajar o resolver las cosas en función partidaria a pesar de que cada quien tenía su propia militancia. Nos tocó una situación difícil, porque tuvimos que organizar la nueva administración de justicia en el país porque la revolución destruyó, y así tiene que ser, todas las instituciones del Estado.
Entiendo que tampoco fue fácil esa labor, porque tuvo que oponerse a muchas cosas.
Empezamos a sentir que había desconfianza. Y la primera vez que lo sentimos fue cuando el Gobierno toma la decisión más desacertada, que fue la creación de los Tribunales Populares Antisomocistas y tribunales especiales, que juzgaron a la Guardia y después empezaron a juzgar a los contrarrevolucionarios. Nombrarlos era cometer una violación de los derechos humanos. Nos opusimos a la Ley de Funciones Jurisdiccionales de la Policía. La Policía podía aplicar penas y había muchas contradicciones de tipo legal sobre las nuevas leyes que querían crear. Cuando se dio la Navidad Roja un juez juzgó como a trescientos miskitos sin que ellos supieran por qué los estaban juzgando, no les habían puesto intérpretes y nos tocó ir a destituir al juez y poner en libertad a toda esa gente que estaba presa. Inexplicablemente cometieron cosas increíbles: destituyen sin ningún motivo real al primer ministro de Defensa de la revolución, que fue Bernardino Larios. El coronel Larios había dejado la Guardia y se había integrado al Frente Sandinista y había colaborado, tanto que lo nombran ministro de Defensa; sin embargo a los pocos meses lo echan preso, le hacen un juicio y lo condenan. Entonces nosotros como Corte Suprema hicimos uso de una ley vieja de recurso de revisión en lo criminal, anulamos la sentencia y ordenamos la libertad de Bernardino Larios, quien se fue del país y eso no nos lo perdonaron jamás.
Usted incluso se opuso a una resolución que Daniel Ortega quería que firmara.
Eso fue otra cosa. A mí me sacan de la Corte Suprema en 1988 y me propusieron dos cargos: me dijeron, ‘necesitamos que se organice la asesoría jurídica de la presidencia o que aceptés ser la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos Gubernamental’. Entonces me puse a analizar que en la presidencia no iba a organizar nada y acepté el reto (en la comisión). La función en ese lugar era la de revisar los dictámenes de que si se entregaban los indultos o no. El caso de (Eugene) Hassenfus era que derriban el avión en que venía el mercenario lleno de armas. Por las presiones a las que el Gobierno estaba sometido, Daniel Ortega entra en negociaciones para poner en libertad a Hassenfus, no sé con quién de los Estados Unidos, pero sí estaba presente la esposa de él. La cosa es que Daniel Ortega se compromete a poner en libertad de un día para otro a ese hombre. Me llama por teléfono Manuel Espinoza, que era el jefe de prensa de la Presidencia de la República. Y me dice que el presidente quería que me presentara a las 4:00 de la tarde a una conferencia de prensa en Casa Presidencial y que lleve listo el dictamen que va a poner en libertad a Hassenfus. Le explico que eso no era así y me dijo que tenía que ir. Yo le contesté que no hacía dictamen y que no iba a ir. Después me volvió a decir que tenía que ir, le dije que iría pero que no llevaba dictamen. Cuando llegué, Daniel Ortega me preguntó qué pasaba y le dije que ese hombre no se merecía el indulto, además que no nos lo habían solicitado formalmente y no podía hacer un dictamen. Me dijo: “Entonces no te das cuenta de lo que estamos haciendo”. Estuve ahí sentada en el momento en que Daniel Ortega le entrega como regalo de cumpleaños a la esposa de Hassenfus, a Hassenfus.
Para inicios de los noventa el Frente Sandinista todavía la busca a usted, pero ¿a partir de qué fecha usted se separa totalmente?
Fui la primera coordinadora de la Comisión de Ética del Frente Sandinista, que fue la mayor frustración de mi vida. No sirvió para nada, no nos dejaron hacer nada. Ahí nombran como tesorero a Henry Ruiz, pero no le entregan nada del patrimonio a Henry. Después de tanta fregadera se aparece al despacho Bayardo Arce y dice: “Aquí está el patrimonio del Frente”. Una lista elaborada a mano y dijo que era para que la leyéramos y se la entregáramos por razones de seguridad, porque el enemigo la podía encontrar. Pero bueno, surge la denuncia de Zoilamérica en 1998 y esa fue una cuestión devastadora. Fui hasta ese momento danielista, yo fui danielista. Esa denuncia después de haberla investigado me doy cuenta de que tiene vicios de verdad. Entonces Zoilamérica recurre a mí. Me tocó decidir, estaba de por medio mi militancia, mi compromiso con las mujeres y mi carácter de defensora de los derechos humanos. En esta misma mesa estuvo muchas veces Rosario Murillo pidiéndome que no le hiciera caso, que esa muchacha estaba loca. Que esa era una cuestión política. Que la defendiera un somocista. Yo me hice cargo del caso de Zoilamérica y ahí terminó mi relación con el Frente. Jamás me expulsaron. Formalmente tengo la militancia porque tampoco renuncié.
Sigue siendo sandinista, entonces.
Sigo siendo sandinista, pero no danielista. Daniel es el principal traidor de la revolución.
¿Y usted no se habla con Daniel Ortega?
Hablé con él después de la campaña del 96 para la candidatura a la Presidencia dentro del partido. Trató de convencerme de que no participara e incluso algunas compañeras me decían que teníamos fuerza y que fuera la primera en la lista de diputadas y les dije que no estaba detrás de un cargo. Daniel Ortega me insinuó que si quería ser miembro del Parlamento Centroamericano y le dije que no. Otra vez fue cuando después de todo esto hubo una campaña y acciones concretas de agredirme. Y entonces fue eso ya cerca de lo de Zoilamérica y le pedí entrevista y le dije: pare esto. Porque fulano de tal está dirigiendo una actividad que va a atentar contra mí y no me parece justo.
¿Usted es enemiga del Gobierno?
No soy enemiga del Gobierno ni de nadie. Nosotros no estamos en contra del Gobierno porque sea Daniel o porque sea sandinista. Estamos en contra de ellos porque son violadores de los derechos humanos.
PLANO PERSONAL
Vilma Núñez de Escorcia tiene 75 años. Está casada y tiene dos hijos, cuatro nietos y una bisnieta.
Es originaria de Chontales, pero muchos creen que es leonesa porque en 1958 fue a estudiar a esa ciudad.
Le gusta toda la comida, pero prefiere el gallo pinto a otros platillos.
Lee mucho y dice que tiene una biblioteca muy variada porque le gusta leer de todo. En particular prefiere las biografías. Actualmente es presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos.
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