Vivian Nissen descubre sus habilidades de creadora a través de la serie de pinturas; vírgenes, guadalupanas, dolorosas y cristos sobre madera.
En sus inicios fueron construidos como un arte muy primario destacándose como una multicolor expresión de la artesanía religiosa, muy diferente y lejana a sus actuales trabajos.
Nissen inició a pintar a raíz de la muerte de uno de sus hijos. Me refugié en la pintura y así nacieron muchos de mis cuadros, los primeros eran vírgenes que siempre estaban llorando, revela.
Sin embargo, recuerda que cuando estudiaba el sexto grado de primaria en Guatemala dibujo el Lago de Atitlán y eso le valió un premio, esos tal vez fueron los primeros pasos, advierte.
Antes pintaba cerámica y acuarelas, pero a está última renuncié, es un reto pintar en está técnica. Luego descubrí la pintura de Pablo Beteta y me inspiré en su trabajo, su técnica y comencé a pintar a las mujeres del mercado en sus labores, recrea la artista.
No obstante, los trabajos recientes de Nissen tienen como novedad vírgenes más estilizadas, rodeadas de dorados y pasteles que dialogan con los troncos y a ratos recuerdan a los rostros de las musas de Amedeo Modigliani por la formas que representa y por sus colores.
Quizás Nissen a través de su arte, que ha llevado de forma autodidacta, este buscando nuevas rutas o nuevas voces dentro de su quehacer como artista.
Vivian Nissen nació en León en 1942. Su infancia y adolescencia la vivió entre Guatemala y Alemania. Hija de madre guatemalteca y padre alemán. Sus obras han sido expuestas en el Teatro Nacional Rubén Darío.
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