En una plática amena una persona conocida se refrescaba y me refrescaba la mente al recordarme el pánico que producían las patrullas de la Guardia Nacional (GN) —los “jocotes cocidos” a como les decía el pueblo—, la GN de Somoza, cuando uno se las encontraba en la calle a pie o en los famosos Becats, ya que sin motivo alguno te cargaban a culatazos limpios, cuando no a patadas o a vergatorazos.
Esa era la fatídica Policía o GN somocista, las dos en una o una para las dos, símbolo de terror y oprobio, dirigida por criminales secuaces. En aquellos entonces se alimentaba la esperanza de poder obtener a mediano o corto plazo un cuerpo ejemplar que dejara para siempre los métodos de represión y brutales castigos, siendo una policía humanista, muy civilista dedicada a la protección, fomento y cuido del ser humano, un poco a la semejanza de cuerpos policiales ejemplares de países muy civilizados como son Costa Rica, Suiza, Suecia, la moderna Alemania pos Hitler entre otros países.
Y esto debiera ser así porque un cuerpo semiarmado o armado como es el cuerpo policial no se constituye ni lo mantiene presuntamente la ciudadanía para que la oprima, ni desde sus bases mucho menos contando con la anuencia de sus cuadros superiores que en vez de censurar o rechazar justamente tales procederes lo alientan con su aprobación o con su silencio cómplice. Por estas actuales actuaciones la Policía Nacional (PN) está demostrando que es un inconstitucional aparato coercitivo que un aparato correctivo como debiera de ser.
Por eso, me decía mi conocido, en las actuales circunstancias se esté regresando a ese triste pasado, ya que da temor encontrarse con autos policiales repletos de agentes furiosos, camionetonas atestadas de fantasmales policías vestidos de negro al mejor estilo de robot o seres espaciales venidos a menos. Y lo peor es ver entrar en acción a esas fuerzas especiales, no importa su nombre, derrochando salvajes golpes, manipulando artefactos casi mortales, aplicando brutales llaves aprendidas en las peores escuelas de la tortura.
Así esta nueva policía que pasa en los ánimos populares de la esperanza al repudio, se ensaña contra mujeres estén embarazadas o no, contra ancianos que reclaman legítimos derechos, contra jóvenes a quienes le deniegan el privilegio de querer vivir mejor, empresarios que son vilmente atacados, lastimados, acarreados como si fueran cerdos de engorde. Como le sucedió recientemente a Milton Arcia, un empresario rivense cuya captura traumatizó a los televidentes que fueron testigos de la cobarde inaudita brutalidad mostrada, no importa si había mérito o no para capturarlo.
Oros sectores reprendidos con violencia extrema han sido los productores que en ley y conciencia se sienten amenazados de perder sus haberes ante el avance desmedido e ilegal de los chinos que contando con el respaldo de la Policía y del Ejército, como si fueran parte interesada, los reprimen con ferocidad cuando montan hombres, mujeres, y niños humildes y muy pacíficas protestas exigiendo respaldo y garantía de sus bienes, apoyándose en la soberanía que proclama nuestra vejada Constitución de la República.
Se dice a nivel de Gobierno que la PN es un nuevo cuerpo, una nueva estructura, una nueva dirección y mando, hasta una nueva empresa que tiene a su disposición supermercados, negocios productivos como son el cobro, resguardo y uso sin rendir cuentas, de los cobros que se hacen por permisos variados, portaciones, licencias infracciones, vigilancia, ya hasta la mordida ha resucitado. Parece que este quiebre institucional es más cierto cada día, y si es así se acaban definitivamente las esperanzas del recambio policial porque de nuevo nos quedamos en cero. Ante tales circunstancias es necesario a nivel de nación el replantear su nuevo ordenamiento y composición, los más elevados objetivos, dotándolo del más firme legado civilista, humanista que debe distinguir a una policía verdaderamente representativa y que debe contar con el unánime respaldo de toda la población, de la ciudadanía en general.
Ya no es el tiempo de “Roma locuta, causa finita”, (Cuando habla Roma termina la causa).
El autor es abogado, directivo del PUCA.
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