Seguro usted, lector, recuerda el artículo de Luis Sánchez Sancho, editor de LA PRENSA, publicado en estas páginas hace unas semanas bajo el título Principistas, sinvergüenzas y pragmáticos , en relación con la probable actitud de políticos sobre las próximas elecciones en 2016, enfocado en aquellos que no negocian principios, los que negocian todo, y los que prefieren conservar algo aunque pierdan mucho.
Esto trajo a mi memoria una anécdota que Facundo Cabral (1937-2011) acostumbraba compartir con su estilo irreverente y provocador: “Mi abuela decía ‘Habría que acabar con los uniformes que le dan autoridad a cualquiera. ¿Qué es un general desnudo?’ Y tenía razón. Y tenía derecho a hablar de esto, porque estuvo casada con un coronel que era realmente un hombre valiente. Solo le tenía miedo a algo: a los pendejos. Un día le pregunté por qué y me respondió: ‘porque son muchos y no hay forma de cubrir semejante frente. Y por temprano que te levantes, adonde quiera que tú vayas, ya está lleno de pendejos. Y son peligrosos, porque al ser mayoría ¡eligen hasta el presidente!’”
El cantautor detallaba un listado de estos personajes, incluyendo “el más peligroso de todos: el pendejo demagogo, que cree que el pueblo es pendejo”.
Y como una cosa lleva a la otra, también recordé La teoría de la estupidez ( Allegro ma non troppo . 1988), del académico e historiador Carlo Maria Cipolla (1922-2000), quien clasificó las personas en cuatro grupos básicos: las inteligentes, que logran beneficios para ellas y los demás; las incautas, que benefician a los demás, pero se perjudican a sí mismas; las malvadas, que hacen daño a las demás, pero se benefician ellas; y las estúpidas, que tienen la destacada gracia de perjudicar a las demás y a ellas. En estos asuntos, por lo visto, la cuchilla corta parejo. Parece que nada tienen que ver la raza, religión, ideologías, sexo, edad, profesión u oficio, posición económica, peso, guapura, altura y demás etcéteras.
Sobre las estúpidas, el académico advirtió cinco leyes fundamentales. 1.- Siempre subestimamos su cantidad. 2.- La probabilidad de ser estúpida es independiente de cualquier otra. 3.- Estúpida es quien causa daño o pérdida a otra persona o grupo sin obtener provecho, incluso recibiendo perjuicio. 4.- Las no estúpidas siempre subestiman la capacidad de hacer daño de las estúpidas, olvidando que en cualquier momento, lugar y circunstancia, tratar con ellas supone un costosísimo error. 5.- La estúpida es la persona más peligrosa que existe.
Como si esto no bastara, Cipolla incluye variables, siendo la más terrible las estúpidas-malvadas. Especialmente cuando ocupan cargos que les facilitan causar estragos. Los podríamos encontrar en todas las esferas del poder. Desde presidentes, primeras damas, asesores, generales, comisionados policiales, diputados, ministros, cabecillas de partidos, aduladores, alcaldes, concejales, líderes de organizaciones religiosas, civiles, empresariales y demás. A mayor influencia, mayores daños. Por supuesto, no tienen idea de su aura, se creen inteligentes y son impredecibles. La manera de identificarlos es por el resultado de sus gestiones, aunque el daño ya ha sido causado.
El autor ofrece un rayo de esperanza, pues si muchas personas son estúpidas no todas permanecen en ese estado indefinidamente, añadiendo que los países desarrollados con el tiempo han logrado un balance favorable, contrario a naciones donde las estúpidas y malvadas parecen tener en sus manos el destino de los demás.
Basado en las definiciones de Sánchez, Cabral y Cipolla —y lo que muchos nicaragüenses desde hace tiempo sabemos de sobra— resulta evidente que en nuestro panorama politiquero prolifera una asombrosa variedad de personalidades sinvergüenzas, pendejas y estúpidas-malvadas.
El autor es periodista.
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