A la fecha de esa publicación se difunde por cualquier medio y se publican noticias, artículos y opiniones sobre extremistas islámicos. Estos tienen razones para expresar su recelo por la influencia ideológica, invasiones, acciones militares o bases de la misma naturaleza de países occidentales en los territorios donde operan. Pero lo que hacen en el nombre de Alá no es la solución a lo que pretenden. Con sus atrocidades para imponer su versión desfasada y fanática del Corán generan reacciones igualmente militares.
La guerra es y ha sido desde tiempos inmemoriales un medio de conquista, exclusión y dominación económica. De esto no están excluidas las sociedades islámicas rivales. Salvedades las ha habido en el transcurso de la historia, y aunque respeto a cualquier creyente que no sea fanático, no respeto a los que han sido el todo y su contrario. De esos los hay incluso aquí, que se han convertido en fanáticos religiosos.
Comencé a conocer sobre el islam y Mahoma en los libros sin tener contacto con algún musulmán y sin haber leído el Corán. Fue en las décadas pasadas de los ochenta y noventa, estando de representante ante los Organismos de las Naciones Unidas en Roma primero y en Viena después, que me relacioné con musulmanes de distintos países. De ellos conocí directamente algunas de sus creencias y costumbres derivadas del Corán, su música, danza y gastronomía.
En Roma también conocí de cerca sobre la guerra entre Irak e Irán por medio de sus representantes cuando se referían a ella en los foros internacionales; sobre la guerra civil en el Líbano por libaneses residentes en Roma; y sobre atentados terroristas palestinos en Roma y Viena puesto que viví en esas ciudades. Pero no conocí caso alguno de extremismo islámico. No existían manifestaciones de ello en esos años. Las acciones terroristas de los palestinos, igualmente condenables como cualquier otro acto de terrorismo, tenían un fin distinto, que era lograr un Estado independiente frente a Israel.
A mediados de los años noventa viajé a Chipre por asuntos diplomáticos. La isla está dividida entre chipriotas griegos y chipriotas turcos por una zona desmilitarizada después de la ocupación por Turquía de una parte de la isla en 1974, llamada “Línea Verde”. Los greco-chipriotas son de religión ortodoxa griega y los turco-chipriotas musulmanes.
La zona atraviesa Nicosia, la capital, y yo estaba en la parte greco-chipriota, de tal manera que a lo lejos escuchaba al muecín al otro lado de la línea llamando a los musulmanes a la oración desde el alminar. Un día al atardecer fui a la línea para escuchar de cerca al muecín. Era la primera vez que escuchaba claramente esa recitación cantada de versos del Corán aunque sin entender una palabra —se recitan en árabe—, por lo que decidí leer una versión en español para tratar de entender de qué trataban esos textos y la religión fundada por Mahoma.
La conclusión fue simple. Se trata de la interpretación del contenido y de las circunstancias históricas en que fueron producidas las suras y posteriormente editadas y codificadas, igual que la Biblia de Moisés. De hecho, Mahoma habla de la gente del libro, es decir de la Biblia, y se remonta a Abraham como patriarca común de judíos, cristianos y musulmanes. Es más, en el Corán hay citaciones de textos de la Biblia así como muchas referencias a su contenido. Por otro lado, aunque sobre Jesucristo se habla con respeto en el Corán, es considerado solamente un profeta anterior a Mahoma, siendo este el último de ellos cuya misión fue completar la palabra de Dios —Alá— revelada por medio del Arcángel Gabriel.
No hay por tanto tres divinidades en una en el islam como en el cristianismo, ni grandes elaboraciones teológicas greco-bizantinas. El objetivo de Mahoma fue unir a las distintas tribus politeístas en el desierto de la Península Arábiga que jamás habían sido helenizadas. Para ese fin se requería de un solo Dios unificador en una única fe —el islam— con Mahoma al frente de la misma como líder religioso, político y militar, interpretando y ejecutando la voluntad de Alá, y combatiendo con la espada a quienes se le oponían.
Quizás esa fue la yihad, aunque hay distintas interpretaciones al respecto entre los teólogos musulmanes sobre su práctica y su significado, sin embargo, ninguna de las grandes escuelas teológicas del islam avala el yihadismo de los extremistas.
Algo similar a lo de Arabia ya había sucedido milenio y medio antes con algunas tribus nómadas hebreas que creían en Yavé como único Dios y como única fe. La finalidad de ambas creencias y sus ritos —los del islam y los del judaísmo— fue igualmente unir a tribus nómadas para apropiarse de territorio y asentarse en él. En el caso de los hebreos se trató de la conquista de Canaán.
Los sucesores de Mahoma, después de una cruenta pugna por la supremacía, construyeron en pocos decenios un imperio duradero en el tiempo y no exterminaron a los conquistados que no se convirtieron, sino que se les cobró un tributo. Los hebreos —según el Antiguo Testamento— no solo pasaron a cuchillo a los mismos hebreos que no se sometieron a Yavé, sino que exterminaron a los pueblos conquistados; y continúan batallando aún por su sobrevivencia en Israel.
La primera mezquita oficiante que conocí fue la de Roma después de su inauguración en 1995; la segunda fue la de Managua. Una cosa es cierta en mi opinión, el islam correctamente interpretado se basa en una doctrina de paz, aunque su expansión se haya producido por otros medios, igual que otras religiones.
El autor es doctor en Derecho, LL.M.
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