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Maestro de artes marciales

Cuando el sol se pone como mandarina en el horizonte y está a punto de ocultarse, Israel Toruño, de 39 años, organiza en columnas de cinco a los niños y jóvenes que han llegado hoy a la clase de taekwondo, el arte marcial que Israel ama desde que tenía 4 años.

Cuando el sol se pone como mandarina en el horizonte y está a punto de ocultarse, Israel Toruño, de 39 años, organiza en columnas de cinco a los niños y jóvenes que han llegado hoy a la clase de taekwondo, el arte marcial que Israel ama desde que tenía 4 años.

Israel es sordo. Emite sonidos agudos, casi palabras y gestos corporales que los alumnos entienden y acatan. Se forman en columnas y siguen los ejercicios de calistenia que el profesor ejecuta de espaldas al grupo.

Esta tarde, casi noche, junto a los muchachos que practican taekwondo, hay un grupo de evangélicos que vinieron a planificar una vigilia que arranca este viernes. Donde estaba la Concha Acústica se levanta una estructura metálica similar a la de conciertos multitudinarios para el evento cristiano. Habitualmente, la Plaza de la Fe Juan Pablo II, permanece solitaria y vacía hasta que cae la tarde y poco a poco aparecen por los costados sur y noroeste distintos niños que vienen en short, licras, algunos con uniformes de artes marciales, a las clases de Toruño. Provienen de barrios aledaños como Cristo del Rosario, San Sebastián o el Rubén Darío, al otro lado. Algunos llevan dos años en sus clases, otros como Aron, de 9 años, comenzaron hace pocas semanas.

Israel creó esta escuela en el centro de la plaza, a un lado del obelisco que se erigió tras la última visita del pontífice en 1996. Le solicitó permiso a los vigilantes de la zona, le dijeron que sí y comenzó a entrenar sobre las planchas de concreto que rodean el obelisco. No es el lugar ideal. Hay algunas formas —ejercicios propios de taekwondo— y combates que no se pueden hacer por falta de un piso de goma, pero tiene la ventaja que es un lugar bastante fresco después de las seis de la tarde. Aún en los días más calurosos corre la brisa que viene del lago Xolotlán.

En tiempos de lluvia, la escuela tiene que emigrar a una casita cercana que le presta un amigo que tampoco reúne condiciones para la práctica de este deporte olímpico. A pesar de la acogida que tienen sus clases entre los niños, Israel no ha conseguido apoyo estatal ni empresarial para mejorar las condiciones donde enseña. Necesita sobre todo un piso de goma para que no se maltraten los niños cuando caen en combates.

AMOR DE INFANCIA

No sabe decir cómo ni por qué, pero siendo muy niño, a los 4 años se le metió en las entrañas la idea de practicar taekwondo. En algún momento de su infancia, su mamá lo llevó a una escuela y allí se quedó prácticamente. Israel no ha ido a una escuela de sordos, no domina el lenguaje de señas convencional y tampoco lo maneja ninguno de los familiares que lo acompañan: su compañera Karen Méndez y sus hijos Rogelio, de 16 años, y Harold Josué, de 14 años, también sordo.

Rogelio es el que mejor se comunica con él. Han desarrollado su propio lenguaje de señas.

Israel estuvo ligado a dos escuelas de taekwondo por muchos años. Participó en competencias representando a universidades como la UNAN (Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua). Dice que participó en eventos deportivos en otros países de la región. Se retiró de las escuelas porque había mucha competencia y muchos problemas. “No ganaba nada” por estar en esas escuelas, dice Rogelio. Las dejó y se puso a estudiar por su cuenta las formas y técnicas y luego se lanzó a enseñar.

Esta noche ha traído fotos de sus andanzas en distintas competencias y algunas medallas y trofeos logrados. Dice que es cinta negra y cuarto Dan.

Algunos papás que vienen a traer a sus hijos después de las dos horas de entrenamiento, aseguran que “es un gran profesor” y que “ojalá las autoridades lo apoyaran”, dice Freddy Zambrano, vendedor ambulante de cloro y ambientadores. Tres de los hijos de Freddy reciben clases con Israel. Entre los papás hay un policía, que es chofer de un ministro, quien también comenta que ojalá le ayudaran porque él está ayudando a muchos chavalos de la zona.

QUEBRAR TABLAS

Después del calentamiento, Israel llama a varios niños al frente y a través de señas y sonidos los instruye a ponerse protectores en la cabeza y en el pecho. Uno de los niños es su hijo, Harold Josué, quien a sus 14 años, se mira bastante más pequeño y frágil que su rival, otro adolescente que viste uniforme. Una vez que se colocan los protectores, el instructor les dirige las patadas y los puñetazos que descargan sobre las almohadillas que Israel sostiene. Les grita, y los incita a darle más duro, y a ser más certeros en sus patadas. Unos minutos más tarde, los mismos niños se enfrentan entre ellos.

“Dale, ganátelo”, grita a los contendientes el resto de niños que se ha sentado en el suelo. Los rivales, como gallos de pelea, van dando vueltas. Se miden con las miradas. A pesar de su tamaño, Harold Josué conecta varias patadas hasta el pecho y la cara de su oponente quien, en algún momento, reacciona y lo clava en el suelo de una patada. Harold Josué se agarra los testículos y se retuerce en el piso. Israel enseguida corre, le estira y encoge las piernas mientras el niño respira profundo. Así concluye la pelea.

LA URGENCIA DE UN TATAMI

En este momento hay 28 niños que reciben clases con Israel Toruño de manera constante. Hace un par de años llegó a tener 86 alumnos, sin embargo, a algunos sus papás los retiraron porque no había condiciones, sobre todo en el piso, para garantizar la seguridad de los niños. Toruño dice que le urge un tatami (piso de goma) para poder realizar las formas y los combates que esta disciplina deportiva exige. Toruño envió una carta a la Presidencia, pero hasta ahora no ha obtenido  respuesta. Algunos padres de familia pidieron al Instituto Nicaragüense de Deportes (IND) que apoye la iniciativa de este deportista que está enseñando lo que él sabe a niños de escasos recursos que viven en los alrededores del Malecón.

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COMENTARIOS

  1. Juan Alvarado
    Hace 9 años

    Admiro mucho al Maestro Toruno que apesar de sus limitaciones fisicas esta promoviendo las artes marciales en Managua. No es el gobierno ni la direccion de deportes de la republica los llamados a ayudarle al Maestro Toruno son los padres de estos ninos que apesar de ser de bajos recursos siempre hay un poquito de dinero que podian usar para apoyarlo. Las artes marciales ayudan al desarrollo del individuo, lo hace responsable y le dan enfoque. Esta practica no es solo para rato, es de por vida.

  2. larios
    Hace 9 años

    Seguro lo hace con buena intención, pero mas miedo me da q esos chavalos sepan dar patadas, son jóvenes y pueden tomar malos caminos. Debería de dar sus clases a niñas y mujeres para q sepan defenderse y a hombres que ya tengan más edad y responsabilidad.

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