Cada último miércoles de abril (este 29), se celebra el Día Internacional de Conciencia sobre el Ruido, establecido desde 1996 por la Liga para el Deficiente Auditivo, en Nueva York. El objetivo es informar y sensibilizar.
El ruido o sonido no deseado, se ha convertido en uno de los principales problemas ambientales. Afecta la salud síquica y física, la tranquilidad, el descanso, economía, convivencia y derechos humanos. Pero no se le da importancia. Una de las razones es porque las ondas sonoras que nos agraden no se ven, como la basura o el humo. O las altas olas en el mar. Y porque generalmente sus efectos no son inmediatos. También porque, erróneamente, se le considera producto del desarrollo. Contaminamos desde el hogar, recreación, trabajo, comercio, servicios públicos. Y hasta con la oración a gritos o con pólvora.
Las causas de la contaminación acústica son la falta de información, sensibilización y respeto por los derechos humanos; aumento de actividades generadoras de ruido, falta de criterios e instituciones definidos para su control. Las construcciones sin asilamiento acústico y la falta de ordenamiento territorial permiten que industrias, comercio, discotecas, iglesias, afecten con inmisiones sonoras a la población de su entorno. La inoperancia de algunas autoridades y la actitud pasiva de los afectados conlleva a la falta de prevención y control. Así, se dan permisos de funcionamiento sin que los establecimientos reúnan los requisitos.
Entre los efectos que causa el ruido en la salud está la hipoacusia profesional o social (o sordera), causada por la exposición a altos niveles sonoros en el trabajo o por actividades recreativas; dolor de cabeza, estrés, interferencia en el sueño, problemas en el sistema circulatorio y digestivo, en el equilibrio; fatiga, náuseas, incremento en la frecuencia respiratoria, irritabilidad, agresividad, etc.
¿Qué podemos hacer el Día de Conciencia sobre el Ruido? Desde el hogar: bajar el volumen a televisores y equipos de sonido, no tirar las puertas ni arrastrar muebles, no gritar. Asociarse con los vecinos para promover la cultura del no-ruido y para denunciar. En el trabajo, promover y exigir un ambiente laboral sonoro saludable y capacitación.
Pidamos a los conductores que no suenen la bocina. Que bajen el volumen de su música. Reducir la velocidad. Si llevan carga, amarrarla, para que no suene. Apagar el motor cuando se estacionen, especialmente los camiones. En las tiendas, que no utilicen altoparlantes. La publicidad móvil que baje el volumen.
Desde la escuela se debe tomar conciencia del problema, en las diferentes asignaturas y de forma directa. Se pueden hacer afiches, composiciones, investigaciones sobre leyes, efectos en la salud; escuchar los sonidos de la escuela, los que causan molestias y los agradables, los sonidos naturales del bario y los ruidos.
A nivel internacional este día se pide un minuto de silencio, de 2:15 a 2:16 de la tarde. También puede hacerse en cualquier momento. Es simbólico. Para ver el resultado del no-ruido serían necesarios unos 60 minutos. Imaginemos qué tranquilidad habría si durante una hora no suenan las bocinas, si las motocicletas reducen la velocidad. Si bajamos el volumen. A la radio, la televisión, conversación, discusiones, altoparlantes. Y en ese ambiente silencioso reflexionamos sobre lo bueno que trae el silencio y el daño que provoca el ruido.
En nuestro contexto parece una utopía. Hay voluntad, campañas y presupuesto para otros contaminantes, pero no para el real control del ruido. Así pasaba con el cambio climático, pocos le prestaban atención, ahora todo es por su culpa, no por nuestras prácticas consumistas y destructoras. Hasta que sintamos la sordera generalizada y demás efectos del ruido, el tema dejará de ser ignorado y pasará a ser un problema de salud pública, medioambiente y derechos humanos.
La autora es profesora de Español y comunicación
Ver en la versión impresa las páginas: 11 A
