Interrogantes
Margarita López Miranda
Subo hacia ti,
esperanzada.
Bajo hacia mí,
desconcertada.
¿Qué será esta indecisión?
Y camino, terráquea,
en este filo de navaja.
¿Y el temor a desangrarme?
Porque roja es la sangre,
ardorosa, feliz
ante deleitoso paisaje.
Y no percibe la sutil tristeza
que da la interrogante.
—horizontal llanura
de la propia vacuidad—.
¿Y cómo hacer entonces
para deslindar entorno y viaje?
Difuminada presencia
Margarita López Miranda
Para él, a veinte años de su reposo
Impasibles las horas
sonríen con mis nostalgias.
No te recuerdo en las cosas
que vivieron con nosotros
sino en las imágenes
que salieron de mis palabras.
Te sueño en cada sílaba
con que construí tu nombre.
Porque no tienes forma concreta
sino difuminada presencia
como el pájaro entre nubes
o el anhelo de un beso.
Aquellos con que soñé
cuando quise poseerte
en la deseada penumbra
de rincones veinteañeros.
Aquellos de mi Managua:
cines Margot o González
cómplices de nuestros sueños.
Y cómo me deleito
cuando repaso los versos
de amorosa persistencia.
Y no te culpo, no,
por no confesarme entonces, tu secreto.
El tiempo, en este caso,
traicionó certeramente
y dio el jaque mate
a la lógica del olvido.
Adopción tropical
Margarita López Miranda
Hoy te vi en la risa
de humanas alegrías.
Te sentí en el canto,
en el baile tropical,
en el aire de voces pinoleras.
Pasó un ave mañanera.
El sol de nuestro verano
ardió bravío en mi portal
iluminando radiante
mi cielo azul algodonado
que atrapó mi lejana juventud.
El que te atrajo como imán
en la ruleta del destino.
Y aquí reposas abonando mi terruño.
Perdóname tu voluntad de cenizas.
Ahora te poseemos todos y todas.
Esta patria que adoptó tu amoroso corazón.
Mi sonoro silencio
Margarita López Miranda
Digo las palabras
para esconder mi silencio.
Te llamo en el aire inquieto
parapetando mi soledad.
Aspiro a elevado vuelo
formulado por aquel grande poeta:
soñar con el ideal
de mi propia “sonora soledad”.