“Un gran río, el Coco, desciende desde las alturas de la Nueva Segovia hasta el mar, recorriendo una distancia de varios cientos de kilómetros, y formando un caudal apto para la pequeña navegación; pero donde las caídas de agua, los raudales, como les llaman las gentes del país, impiden que aquella sea continua. Este río, sin embargo, por su amplitud ha sido mirado con atención en algún tiempo por los americanos, como base de una posible comunicación entre el Atlántico y el Pacífico, y como un proyecto que quizá fuera preferible al del lago de Nicaragua (Cocibolca), en su deseo de tener un canal sustituto para el de Panamá”.
Así describió el imponente brazo de agua, fronterizo con Honduras, el periodista vasco Ramón de Belausteguigoitia, uno de los pocos que entrevistó en las montañas al líder del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional (EDSN), el general Augusto C. Sandino.
FOTOGRAFÍA ACTUAL
Hoy, gracias a la deforestación y al cambio climático, la fotografía del río Coco es muy distinta a la de aquel entonces. La tira de agua inacabable —con sus 680 kilómetros se considera el más largo de Centroamérica— es un cuerpo líquido más agonizante en el país. En algunas de sus curvas a la altura de Madriz y Nueva Segovia, es un riachuelo. Apenas un charco. A partir de Wiwilí, en Jinotega, su caudal comienza a crecer, pero aún en esa zona, debido a las prolongadas sequías, los bancos de arena de sus márgenes, conocidos como playones, son cada vez más marcados como las amplias entradas en la frente de un futuro calvo.
A la altura de Leimus, a una hora subiendo el Coco desde Waspam, donde hay una trocha que lleva hacia Puerto Lempira, Honduras, es visible la estrechura de su caudal. Las pequeñas embarcaciones que cruzan a los viajantes se demoran escasos cinco minutos en pasar de un extremo a otro, mientras que el sector de Saupuka, en sentido contrario de Waspam, unos kilómetros hacia abajo, en medio de sus aguas han brotado pequeños islotes. Los pobladores sostienen que después del Mitch el curso del río cambió y eso ha provocado nuevas tensiones con los vecinos en los últimos años.
Es difícil creer que por este río donde los viajes son lentos y agotadores, donde no hay hora de salida ni de llegada para arribar en sus comunidades aledañas, alguna vez navegó una flota de treinta embarcaciones grandes y medianas en las que viajaban Sandino y sus hombres.
Periodistas como José Román, que fueron a entrevistarlo hasta su campamento recóndito, no repararon en descripciones sobre un río y una selva exuberantes. “Salimos muy alba de Luz y Sombra y como a medio camino, donde el río se torna más caudaloso, cambiamos el pipante mediano que llevábamos por uno grande de caoba y con 16 canaleteros, vuelos y ruidos de diferentes animales. El vuelo del murciélago, el de la golondrina, el caminar del pato, etc. Todo eso con ruidos y golpes de los canaletes a los lados del pipante… Al llegar a un raudal ‘siembran’ los canaletes en el agua, en tal forma que frenan la velocidad del pipante, como si fuera un automóvil. Después ladean los canaletes horizontalmente, apenas rozando el agua, para evitar que se bambolee o que se vaya de un lado o del otro”, escribe Román en su libro Maldito País, recogido en un texto de entrevistas y reportajes a Augusto C. Sandino.
El sociólogo y estudioso de Sandino, Óscar René Vargas, dice que el río Coco fue la “arteria” principal en el teatro de operaciones de la lucha de Sandino. Recuerda que el Coco fue también la “carretera” fluvial de comunicación y avituallamiento.
“No había carreteras. El transporte era fluvial y el río Coco era la arteria vertebral de las comunicaciones de Sandino con el exterior… Él sacaba todo el café de los pequeños y medianos productores por ahí. Lo exportaba vía Danlí, Honduras.
Así financiaba su guerrilla”, dice Vargas estudioso y recuerda que Sandino, con sus tropas, llegó a controlar ocho departamentos del país.
“Si el proyecto (cooperativas en el río Coco) funcionaba, Somoza perdía su espacio y los norteamericanos también. Sandino llegó a controlar ocho departamentos del país”.
Óscar René Vargas, sociólogo y autor de Historia del Siglo XX, texto que estudia el período de Sandino.
LOS CONOCEDORES DE LA REGIÓN
Sin embargo, para controlar el río Coco, una zona poblada históricamente por miskitos y mayangnas, en menor proporción, Sandino contó con el apoyo de dos hombres que manejaban al dedillo esa región: el coronel Abraham Rivera, jinotegano, pero conocedor “como la palma de su mano”, y el terrateniente Adolfo Cockburn.
Cockburn, según Vargas, era “terrateniente y miembro del ala liberal del Congreso Nacional de Nicaragua, había sido nombrado secretamente desde 1930 general del Ejército Sandinista. Hijo de padre inglés y madre miskita, su esposa era también miskita, sabía el inglés, español y el miskito. Era el jefe de los indios miskitos en el valle inferior del río Coco, en las cercanías de Sacklin. Todos ellos lo saludaban con un ‘Naxan madam’ (Buenos días, nuestro padre”, refiere Vargas en su texto Historia del Siglo XX, Tomo III, donde dedica un capítulo a explicar la relación entre Sandino y el pueblo miskito.
“Fue todo (el río Coco) para Sandino. Era su vía de transporte. Allí tuvo al coronel Abraham Rivera que fue clave en la alianza con los miskitos y mayangnas”.
Aldo Díaz Lacayo, historiador, estudioso de la figura de Augusto C. Sandino.
En cambio, Rivera, quien condujo al periodista Román hasta el campamento de Sandino en el río, “había trabajado durante muchos años como comerciante entre el Pacífico y el Atlántico y residió por mucho tiempo en Bluefields. Tuvo mujeres en diversos pueblos miskitos. Además de español, hablaba miskito, sumo (mayangna) e inglés”, describe Vargas.
Rivera abandonó sus tareas comerciales y se hizo cargo del abastecimiento del Ejército Sandinista.
En sus anotaciones sobre los hombres de Sandino, el periodista Román describió a Rivera como un viejo panzón, sordo de un oído, que solo oía lo que le convenía, y casado con una mujer que parecía miskita, con la que tuvo algunos hijos. “Es uno de los hombres más útiles que ha tenido Sandino”, afirma Román en Maldito País.
EL RETIRO HACIA EL RÍO COCO
Sandino trasladó sus operaciones al río Coco tras varios reveses militares, políticos y económicos. La derrota política de 1928 y el fallido viaje a México, en ese mismo año, abonaron al cambio de base, explica Volker Wünderich en Sandino, una biografía política.
“Una de las causas que motivaron a esa decisión, fue el agotamiento económico de la antigua base de operaciones en el triángulo Ocotal-El Chipote-Jinotega. Ya casi no era posible abastecer a la tropa en esa zona, sin despojar de sus últimas pertenencias a los campesinos empobrecidos. El cuartel general del EDSN se desplazó a la región media del curso del río Coco, aproximadamente a unos 100-150 kilómetros al noreste de El Chipote”, explica Wünderich.
Agrega también que Sandino había sufrido una lesión en una piernas que le impidió volver a ocupar la primera línea de fuego en los combates. En su campamento en el Coco se dedicó más a trazar las estrategias militares de la guerrilla.
Allí, en el Coco se dedicó también a “meditar, con mucho detenimiento, sobre las ideas fundamentales de su lucha”, dice Wünderich.
Otra ventaja era que Estados Unidos (EE. UU.) había decidido reducir sus tropas entre 1928 y 1929.
Algunos puntos importantes puertos y propiedades norteamericanas quedarían bajo la protección de la Guardia Nacional, cuyo número de hombres no superaba los cien. La retirada de la infantería fue más notable, según anota Wünderich, porque en la Costa Atlántica estaban las mayores inversiones estadounidenses en el país. De esa región se extraía madera, banano y oro.
Vargas recuerda que en los años veinte casi la mitad de las exportaciones del país provenían de la explotación de recursos naturales en la Costa Atlántica.
Madera, banano, oro y plata eran los rubros más importantes que estaban en manos de inversionistas estadounidenses. “Cuando se afirma que a mediados de los años veinte la Costa era más norteamericana que nicaragüense, no se exagera”, cita Vargas en su libro Historia del Siglo XX.
Por eso, la presencia de la guerrilla de Sandino en la zona del río Coco era un nudo en la garganta de la Guardia Nacional, según refieren distintos textos que estudian el período de Sandino.
DESARROLLAR EL COCO
Sandino acuerda la paz, en febrero de 1933, con el presidente Juan Bautista Sacasa. El general había ido a la negociación empujado por distintas circunstancias, entre otras, él y su Ejército, plantado en la ribera del Coco, quedaban vulnerables tras el golpe militar que sufrió el Gobierno hondureño en esa misma época con apoyo de los Estados Unidos.
Tras deponer las armas, Sandino quería desarrollar su proyecto de desarrollar cooperativas en el río Coco. El general había hecho manifiesto ese deseo, quería recompensar, en parte, a gente que había apoyado su lucha guerrillera. Pero también quería plantar las bases de un nuevo nacionalismo, según plantea Wünderich. “Siguiendo los planteamientos del indohispanismo, propagaba el ideal de un mestizaje social y cultural”, refiere el autor de Sandino, una biografía política.
Distintos textos refieren que, desde la revolución de José Santos Zelaya (1893-1909), este era el segundo intento por integrar a la Costa Atlántica al resto del país.
“Deben convencerse esos vecinos de que solo el triunfo de nuestro ejército es el que podrá salvar a todo nuestro país en general, porque entonces no mandarán los extranjeros en Nicaragua, ni los perros traidores; el mando estaría en el poder de los legítimos nicaragüenses y los indios sumos, mosquitos y zambos ya tendrían también la oportunidad de ser gerentes y banqueros para su cooperativa naviera”, escribió Sandino en enero de 1932, según cita Wünderich.
Sandino se asentó en Wiwilí con unos cien hombres armados y unas cuantas familias. Tenía el propósito de generar empleo a campesinos que habían perdido casa y tierra durante la guerra. Sin embargo, las cooperativas iban a arrancar en la zona de Wiwilí, pero se esperaba que se propagaran a lo largo del río hasta Cabo Gracias a Dios, cubría los departamentos actuales de Jinotega, Nueva Segovia y el Caribe Norte en la frontera con Honduras.
El 2 de febrero de 1934, días antes de su asesinato, el diario La Noticia criticó el proyecto de Sandino. “A Sandino se le quiere dar una región para que haga una colonia agrícola como a Pancho Villa le regalaron una hacienda. Lo malo está en que la colonia de Sandino los politiqueros quieren convertirla en una colonia política”. La cita la recoge el ensayo de la historiadora Michelle Dospital, La construcción del Estado Nacional en Nicaragua: el proyecto sandinista (1933-1934).
El proyecto de “colonizar” el río Coco acabó con su muerte. Un día después de su asesinato, al amanecer del 22 de febrero, la Guardia Nacional (GN) atacó Wiwilí. Algunas notas refieren que hubo trescientos muertos, otros elevan la cifra a tres mil muertos. Después la GN se dedicó a “pacificar” la región, eso implicó la persecución y el exterminio del Ejército de Sandino, pero también la masacre campesina en esa zona del país.
Óscar René Vargas, quien investigó alrededor de mil fuentes para su libro sobre el período de Sandino, dice que no halló ninguna estadísticas sobre las muertes que arrojó esa pacificación del río Coco que desde entonces sigue a la espera del desarrollo.
La redención miskita
“Aunque el coronel (Abraham) Rivera que tiene más de 40 años viviendo con esta gente y que habla todos sus dialectos me dice en privado que estoy perdiendo el tiempo; por espacio de unos dos siglos diferentes clases de misioneros que han venido, han fracasado, porque estas gente viven holgazanamente y lo único que les preocupa es la hartazón, la borrachera y el sexo… ¡Qué va interesarles a ellos esperanzas, ni ilusiones, ni moral, ni higiene y mucho menos leer o escribir! ‘Que no ve general, me dice el coronel Rivera, que estos indios tienen por lo menos dos mil años de vivir así. Lo que va a pasar es que se van a ir de aquí para otro río…’ Puede ser que él tenga razón, pero el presidente (Juan Bautista) Sacasa está conmigo y cree en mi plan de redención de esta zona”, explicó el general Sandino al periodista José Román, diálogo que reproduce el libro Maldito País.
Quedarse en el río Coco
“En mi guerra me tocó venir aquí y me di cuenta de nuestra realidad, porque esto también es Nicaragua y me hice el firme propósito de que en cuanto terminara la guerra de independencia, en vez de aceptar las buenas invitaciones que tengo a París, Buenos Aires y México, donde solo iría a exhibirme como artista de cine, cantante de tangos, político o embajador de vitrina, me quedaría aquí en el río Coco. La parte más salvaje, pero más bella de nuestra patria. A libertarla de la barbarie, en que la tiene sumida la explotación, feudo colonial primero y ahora capitalista”, dijo el general Augusto C. Sandino al periodista José Román, según recoge en su libro Maldito País.
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