En medio de la búsqueda de estrategias para elevar la productividad, siempre surge la opción de mecanizar los cultivos. Los niveles de rendimiento —superiores al de países vecinos— que han alcanzado sectores altamente mecanizados como la caña y el maní en Nicaragua, reflejan lo que se puede lograr.
Sin embargo, los pequeños y medianos productores, que son la mayoría en el país, mantienen la creencia de que estas tecnologías están reservadas para grandes productores o para cultivos en gran escala destinados a la exportación.
“La mecanización es una opción y claro que existen posibilidades para los pequeños. Quizás no grandes tractores o maquinaria pesada, pero hay alternativas. Por ejemplo, hace algunos años un proyecto de la cooperación suiza promovió el uso de maquinaria con tracción animal que daba muy buenos resultados y pequeños silos metálicos que reducían el uso de agroquímicos en el manejo postcosecha”, menciona Carlos Zelaya, investigador del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT).
En el mercado local se ofrece diversa maquinaria agrícola para la preparación de la tierra, la siembra, el manejo del cultivo, fumigación, corte y transporte de la producción, que al ser utilizados adecuadamente elevan la productividad, afirma Luis Mántica Downing, presidente de Agroindustrial Mántica S.A. (AIMSA).
HAY PARA TODOS
Y entre todas esas opciones hay equipos de baja potencia que son accesibles a los pequeños y medianos productores, como los minitrillos, desgranadoras manuales o limpiadoras de frijol que funcionan con pedales de bicicleta y mientras escogen los granos expulsan la basura, detalla Zelaya, del CIAT.
También existe una gran gama de vehículos para uso en la cosecha y postcosecha, que incluyen una línea de uso eminentemente agrícola. “Son extremadamente robustos y no tienen ninguna complejidad electrónica, de fácil operatividad en el campo y para caminos extremos”, detalla Orlando Castillo, gerente de ventas de Samtok, empresa que distribuye vehículos y llantas para uso agrícola.
Otra ventaja es que dependiendo del modelo la capacidad varía entre 2.5 y trece toneladas, para poder adaptarlos a las distintas etapas de la producción. Además, los vehículos de las líneas de carga, volquete y caminos extremos usan el mismo tipo de motor, lo que facilita la adquisición de repuestos, facilita las reparaciones y reduce los costos, dice Castillo.
Para evitar costos adicionales también se recomienda el uso de llantas exclusivas para el uso agrícola, ya que estas son propias para los caminos fangosos que son muy característicos en la actividad.
ALGUNOS LO HAN LOGRADO
Mántica, de AIMSA, considera que los medianos productores pueden recurrir al financiamiento, ya que incluso existen convenios entre los bancos y las casas comerciales; mientras que para los pequeños pueden acceder a la renta. “Usualmente alquilan servicios de vecinos que cuentan con maquinaria”, sostiene.
También hay muchos equipos artesanales que se han desarrollado a través de diversos programas, ejecutados por la cooperación internacional. “El problema es que después que terminan los proyectos ya no se impulsa su uso, porque no hay una política que promueva la mecanización de la actividad agrícola”, lamenta por su parte el investigador del CIAT.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por su sigla en inglés), un ejemplo de que es posible encaminar la agricultura de subsistencia hacia la mecanización es Bangladesh, que pasó de utilizar la fuerza humana y los bueyes para la producción en la década de los setenta, para convertirse en una de las economías agrícolas más mecanizadas en el sur de Asia.
“Cuenta con trescientos mil motocultores (tractor de un solo eje) de baja potencia, un millón de bombas de riego con motor diesel y el uso generalizado de trilladoras mecánicas”, detalla Josef Kienzle, autor principal del libro Mecanización para el desarrollo rural: estudio de modelos y evolución en el mundo , publicado por la FAO.
Y aunque en el país la mecanización sigue siendo usada casi exclusivamente por la caña, el maní, el tabaco y el arroz, su uso garantiza rendimientos óptimos en cualquier cultivo y reduce pérdidas durante las distintas etapas del manejo de la postcosecha.
COMPENSAR MANO DE OBRA
La publicación referida también advierte que los países en desarrollo necesitan tecnologías que “economicen” mano de obra: porque deben suplir la fuera laboral que pierden por la emigración de las nuevas generaciones rurales que emigran hacia centros urbanos en busca de oportunidades laborales y porque deben suplir la demanda de alimentos de una población en crecimiento.
“En efecto, ya hay escasez de mano de obra en momentos decisivos del calendario agrícola. Lo que ahora tiene más importancia es fomentar el desarrollo sostenible del sector privado que pueda ofrecer a los agricultores las opciones correctas de tecnología a los precios correctos para incrementar la productividad agrícola, dar seguridad alimentaria y reducir las pérdidas postcosecha”, señala el libro de la FAO.
Zelaya, del CIAT, añade que esto solo se logrará cuando las instituciones del Estado y la academia asuman su rol en la promoción de una política que fomente el uso de técnicas mecanizadas, que permitan aprovechar el potencial productivo del país.
La FAO por su parte, además de recomendar que los países desarrollen estrategias participativas de mecanización agrícola, similares a los que ya existen en muchos países particularmente de África, ha ofrecido su ayuda para promover este proceso que debe desarrollarse a través de medidas normativas, inversiones e intervenciones de orden agrícola y/o técnico.
DEBE SER SOSTENIBLE
Para el investigador del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), Carlos Zelaya, tanto la industria como las instituciones que promueven la mecanización agrícola debe tomar en cuenta que esta debe ser sostenible.
“En CIAT tenemos como tema trabajar la intensificación agrícola pero sin producir deterioro en el medioambiente. Eso es posible lograrlo haciendo un uso más racional de las maquinarias y evitar agroquímicos tóxicos”, apunta Zelaya.
En tanto, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), sostiene que la maquinaria agrícola tiene que ser inteligente, robusta, precisa y eficiente con el fin de minimizar el impacto sobre el suelo y el paisaje.
Para lograrlo se necesita maquinaria especial para plantar semillas y aplicar fertilizantes a la profundidad correcta y sin alterar los residuos agrícolas.
CONTRA LA POBREZA
La industria mundial de maquinaria agrícola debe dar más apoyo a los pequeños y medianos agricultores. Diseñar equipos y modelos que se adapten mejor a sus necesidades y las de los proveedores de servicios. “Sin este cambio no es posible atender las necesidades de los países en desarrollo en materia de seguridad alimentaria, mitigación de la pobreza, crecimiento económico y protección del medioambiente”, asegura Josef Kienzle, autor principal del libro Mecanización para el desarrollo rural: estudio de modelos y evolución en el mundo, publicado por la FAO.
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