Veintidós millones de italianos fueron llamados a votar el domingo para renovar las administraciones de siete de las veinte regiones de Italia y de un millar de municipios, en unos comicios que suponen un primer gran test para el jefe del Gobierno, Matteo Renzi, y para el ex primer ministro Silvio Berlusconi y su Forza Italia.
La jornada electoral transcurrió sin incidencias, pero también con una discreta participación.
Desde las pasadas elecciones europeas en las que el Partido Demócrata (PD) de Renzi alcanzó un histórico cuarenta por ciento de los votos y las elecciones de noviembre en las regiones de Emilia-Romaña y Calabria, el primer ministro y su política no se han sometido a una gran prueba en las urnas.
Por ello, estas elecciones someten a examen a las reformas del Gobierno que llevan casi todas el sello personal de Renzi, aunque este no ha querido involucrarse demasiado en la campaña electoral.
En la jornada de ayer, al margen de un acto, Renzi reiteró que no considera estos comicios “un test personal” ni a su gobierno y se dijo “optimista”.
Quien sí se ha implicado en primera persona en la campaña electoral ha sido Silvio Berlusconi, cuyo partido, Forza Italia, tocó el mínimo histórico en las últimas elecciones europeas y atraviesa una importante crisis con la salida de algunos de sus miembros más renombrados.
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