Una conspiración entre el comercio y el esnobismo ha socavado la credibilidad de la comedia como arte. La risa fácil conquista millones en taquilla y el chiste será repetido hasta la saciedad. Ante estos productos no es de extrañarse que florezcan los prejuicios que estiman al drama como un género superior. Tome nota de cómo en la trayectoria de sus carreras, comediantes como Robin Williams, Jim Carrey y Steve Carrell alcanzaron nominaciones y óscares al cambiar de registro y asumir papeles dramáticos.
En este panorama, Melissa McCarthy se convierte en la gran esperanza de la comedia. Ahora protagoniza su tercera película con el director Paul Feig, después de ganar una sorpresiva pero bienvenida nominación al Óscar por su papel de reparto en Bridesmaids (2011) y encabeza The Heat (2013) a la par de Sandra Bullock. Spy ( Una espía despistada ) es su vehículo de estrella y lo aprovecha al máximo. No se sorprendan si se lleva una segunda nominación, ahora como protagonista.
Spy es una sátira de James Bond, imaginando qué sucedería si Miss Moneypenny se convirtiera en una agente de campo. Susan (McCarthy) es agente por derecho propio, pero la política de género ha conspirado contra ella, usando su género y su fisonomía como excusas para confinarla a trabajar como apoyo de un hombre, desde las profundidades de un búnker subterráneo. Susan monitorea las aventuras del agente Bradley Fine (Jude Law), susurrándole paso a paso advertencias e instrucciones, vía un audífono satelital. Al menos, hasta que Rayna Boyanov (Rose Byrne), la heredera de un emporio criminal, lo mata cuando él trata de descubrir dónde esconde una ojiva nuclear que vende al mejor postor. La directora de la CIA (Allison Janney) reconoce el potencial Susan y le asigna el caso.
Los creadores de la película construyen una eficiente sátira de las películas de espionaje, revirtiendo a cada paso las convenciones de género que durante décadas han abonado las tendencias machistas de la cultura popular. Esto depende en gran parte del excelente reparto, en el que cada actor asume la tarea de burlarse de sí mismo, o más bien, de la imagen que proyecta. El casting de Law es un rico chiste referencial. Su nombre fue uno de los discutidos para suplantar a Pierce Brosnan como James Bond, en la carrera que finalmente ganó Daniel Craig. Mención aparte merece Jason Statham, liberando al idiota interno que ocultaba bajo los músculos.
Sin embargo, la película le pertenece a McCarthy. Es fácil imaginar cómo, en manos menos hábiles, su personaje se convertiría en una caricatura. La actriz no pierde de vista la humanidad de Susan, mientras el guion pone en evidencia los estereotipos que otras películas explotan sin ningún rubor. Feig retrata los prejuicios prevalecientes contra las mujeres y las personas obesas, pero los desactiva a lo largo del desarrollo de la trama. La transformación de Susan, de mansa asistente a agente empoderada, es creíble y gratificante. El extenso reparto que la apoya se porta a la altura y hay excéntricos destellos de comicidad en cada personaje secundario. Los repentinos amagos de violencia pueden sorprender por su crudeza, pero mostrar lo ridículo de la hipérbole sanguinolenta es parte de la agenda del director. Feig logra sacar risas hasta de la decoración del set. Tenía mucho tiempo de no reírme tanto y tan seguido. No se deje engañar por el título genérico y el marketing deslucido. Spy es una comedia indispensable.
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