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“El hábito de alimentarse va más allá del acto fisiológico necesario para vivir porque los factores emocionales también juegan un papel importantísimo y porque permite desarrollar las capacidades del niño de una manera distendida”, afirma la psicóloga Rocío Ramos-Paúl.

“El hábito de alimentarse va más allá del acto fisiológico necesario para vivir porque los factores emocionales también juegan un papel importantísimo y porque permite desarrollar las capacidades del niño de una manera distendida”, afirma la psicóloga Rocío Ramos-Paúl.

Para la especialista, autora entre otros del libro Mi hijo no come, “adquirir un buen hábito de alimentación ayudará al pequeño a aprender otras costumbres, porque generará un esquema global de aprendizaje que le servirá para estudiar, a ser constante y a enfrentarse a nuevas situaciones, por ejemplo”.

Esta psicóloga infantil trabaja bajo la premisa de conseguir que el niño crezca feliz, pero para conseguirlo todos los pequeños necesitan adquirir hábitos y límites, porque a través de ellos se sienten seguros y protegidos.

DÉ UN BUEN EJEMPLO

“Es muy importante hacer entender a los padres la relación de los niños con la alimentación y conseguir que la hora de la comida sea sinónimo de un buen rato en familia”, señala Ramos-Paúl, en una entrevista con Efe, junto con el psicólogo Luis Torres Cardona.

Ambos especialistas dejan en claro que aprender a comer necesita de la repetición de una rutina que genere un hábito. Esto es todos los días a la misma hora, en el mismo sitio y de la misma manera. Además requiere que el niño vaya adquiriendo las capacidades necesarias para hacerlo adecuadamente: mantenerse sentado, aceptar la cuchara, introducir alimentos sólidos y nuevos.

Los primeros años de la infancia son un período crucial en la adquisición de hábitos,  como las preferencias por ciertos sabores, la autorregulación de la ingestión de comida y la transmisión de las creencias familiares y culturales sobre la alimentación y la actividad física.
Los primeros años de la infancia son un período crucial en la adquisición de hábitos, como las preferencias por ciertos sabores, la autorregulación de la ingestión de comida y la transmisión de las creencias familiares y culturales sobre la alimentación y la actividad física.
MALOS HÁBITOS

“El niño pasa por distintas etapas y en cada una tiene que aprender determinadas cosas. Cuando no lo hace, comienzan las dificultades. Esto es, si ya come puré pero se niega a masticar sólidos, aparece un conflicto. Si decide no incluir alimentos nuevos en su dieta se vuelve selectivo”, explica Ramos-Paúl.

Cuando este tipo de actitudes perduran podrían generar un trastorno alimentario posterior.

HORA DE ACTUAR

En líneas generales hay que hacer hincapié en la necesidad de que los adultos generen, en torno a la comida, un hábito saludable que facilite la alimentación.

Por ejemplo, poniendo el mismo menú para todos, estableciendo un tiempo de comida, no picando entre horas y haciendo de modelo para sus hijos al comer de todo.

También es importante fomentar la convivencia familiar en la comida.

Una buena costumbre es responsabilizar a los niños de poner la mesa, hablar de lo que más nos ha gustado del día o permanecer todos sentados desde que se empieza hasta que se termine de comer.

RESPETO

Los pequeños necesitan su tiempo para comer y que se respete su propio ritmo, como condición básica para que la comida pueda representar un aprendizaje positivo, tanto sensorial de nuevos sabores, aromas y texturas, según el estudio del ambiente durante la hora de la comida en la infancia de Thao y DKV.

De acuerdo con este trabajo, en las situaciones en que no hay elementos de distracción en la mesa, como juguetes, televisión y aparatos electrónicos, como el teléfono móvil o la tableta electrónica y los padres y madres interactúan con sus hijos, interesándose y conversando con ellos, los pequeños se distraen menos y se centran en la comida y en la relación.

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