El mayor provecho que se puede extraer de una lucha social, es el balance político educativo que esta experiencia puede aportar a las futuras movilizaciones contra la dictadura.
La reivindicación de los ancianos, en junio del 2013, para que se reconociera su derecho a una pensión reducida, como estaba consignado en el artículo 49 de la ley de Seguridad Social (decreto 974), y en el artículo 56 del Reglamento de la referida ley (mediante decreto 514), buscaba anular el decreto 38/94, del 21 de septiembre de 1994, que abusivamente había derogado todo lo dispuesto en la ley a favor de la pensión reducida. Esta demanda justa de los ancianos se prolongó por veinte años de indiferencia gubernamental, de burla e insensibilidad, producto de medidas de austeridad emprendidas contra los más débiles y desamparados de la sociedad.
Siete de estos años de penuria y de burla ocurrieron bajo el gobierno de Ortega, quien se ocultaba a los ancianos, mientras sus funcionarios y los dirigentes del FNT les insistían que debían sostener sobre sus espaldas las finanzas del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), y renunciar, a fuerza, a su pensión reducida aunque se hundieran penosamente bajo el umbral de la pobreza.
Al movimiento obrero, por solidaridad de clase, le correspondía encabezar la justa lucha de los trabajadores ancianos. Sin embargo, el sindicalismo blanco, en manos de paniaguados de Ortega, aún ahora se encuentran prostituidos servilmente a la dictadura.
Cuando los ancianos deciden tomarse las instalaciones del INSS, a los ojos de la población se gesta una lucha reivindicativa limpia. La desproporción moral era evidente. Unos ancianos, sin recurso alguno, avasallados en sus justos derechos por el poder burocrático, se enfrentan a la indiferencia y al silencio de una dictadura corrupta, que se enriquece impunemente con los recursos del Estado. La carga política de esta gesta simbólica es inmensa. Y esa carga de justicia recorrió las fibras sensibles de la sociedad.
El movimiento estudiantil incipiente, gracias al poder de convocatoria viral de las redes sociales, sirvió de correa de transmisión de la solidaridad nacional con los ancianos, en lucha contra el orteguismo. Fue un acontecimiento político trascendente. Se había puesto en marcha una dinámica logística que, como en toda lucha de masas, genera nuevas formas organizativas de participación y de expresión política, esa vez, sorpresivamente rápida y eficaz.
Los ancianos en lucha tenían todo el tiempo del mundo para sostenerse con firmeza en su cuartel de combate. Se habían tomado las calles aledañas a las instalaciones del INSS, donde la Policía montaba guardia permanente. La solidaridad participativa de la población crecía a ojos vista. Los estudiantes le daban al plantón una energía fresca, que apuntaba, con ilusión, hacia el cambio de sistema. ¡Las ilusiones de la juventud son siempre subversivas, porque aspiran a un futuro mejor! La juventud capta, con sencillez y generosidad, la necesidad real de una sociedad igualitaria. Esa vez, en el plantón contra Ortega, la mano del anciano y la del joven empuñaban la misma bandera. Uno por necesidad, y el otro por solidaridad e ilusión.
Sin embargo, la dictadura debía apagar la chispa que encerraba anhelos libertarios en ciernes. Intenta romper la correa de transmisión de la solidaridad, y en la oscuridad de la noche ataca a los jóvenes con turbas paramilitares que golpean a discreción, y roban lo que encuentran. Los jóvenes caen pasivamente, en desorden, derrotados en pocos minutos, víctimas de su imprevisión anárquica. Su solidaridad a ciegas les dejó a merced de una dirección ausente de los ancianos, dispuesta, unilateralmente a pactar desvergonzadamente con el tirano, a cambio de cualquier concesión.
Ortega aprovechó tanto el oportunismo economicista de la dirección de los ancianos, como la falta de una táctica combativa propia de los jóvenes, huérfanos de organización y de dirección política. Ortega cedió a la demanda de los ancianos. Fue derrotado en el terreno economicista, pero, en el terreno político superó la crisis con facilidad.
La juventud debe convertir sus ilusiones en un programa político de lucha consecuente, y transformar su generosidad en una conciencia militante, consciente que en cada situación política su lucha permanente debe avanzar, conjuntamente con los trabajadores oprimidos, hacia la derrota definitiva de la dictadura militar orteguista.
El autor es ingeniero eléctrico
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