La sala es inmensa. Más grande de lo previsto. El escenario le pertenece por completo, pero no el público. Cada tabla de madera es suya y aclama el paseo de sus pies, pero no cada mirada, y el pánico asciende. Es septiembre de 2014 y Gloria Ruiz está de pie, sola, en mitad del escenario de la Sala Mayor del Teatro Nacional Rubén Darío. Está a punto de confesar algo, de “salir del clóset”. Le dirá al mundo su secreto. Uno con el que tendrá que lidiar toda su vida.
Ahora es abril de 2015 y Gloria está sentada en un sillón de su casa, en la terraza del frente. Recuerda su discurso en el TEDx de Managua como una experiencia inolvidable, y no es para menos. En el mundo, las enfermedades mentales son vistas con recelo, y quienes las padecen son socialmente condenados a cuatro letras acomodadas de esta forma: “l-o-c-o”. Ella fue diagnosticada en 2011 con trastorno bipolar, y más allá del estigma que este término médico puede causar, la joven de 25 años lleva una vida productiva en su trabajo, con su familia y sus amigos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el trastorno bipolar es un desorden mental mayor, que causa inusuales cambios de ánimo, energía y niveles de actividad. Quienes lo padecen se sienten a veces muy felices y mucho más activos que de costumbre (a este estado se le denomina manía). Y otras veces se sienten muy tristes y deprimidos, y son mucho menos activos (a este estado se le llama depresión). En el caso de Gloria, por ser de tipo II, las manías son moderadas (y se les llama hipomanías) y las fases depresivas son más largas que en el trastorno bipolar tipo I.
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RIESGO DE UN TRATAMIENTO EQUIVOCADO
“Mis síntomas comenzaron cuando era adolescente y eran básicamente que no dormía, no comía y no me podía concentrar en el colegio. Allí fallé totalmente, me bachilleré de panza, de manera increíble, y eso dio paso a una nueva ansiedad, de qué iba a hacer con mi vida, qué iba a estudiar, etc.”, se acuerda Gloria, quien logró matricularse a la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli) para estudiar Diseño Gráfico en el último día de inscripciones.
Tiempo después, una ruptura amorosa le provocó un bajón anímico, y contactó a un psiquiatra. “Me diagnosticaron depresión clínica y trastorno de ansiedad generalizado. Eso es muy distinto de ser bipolar. Me dieron antidepresivos y estos me enviaron a la mierda, porque claro, antidepresivos a un bipolar: sentís que te mejora, pero en realidad te tira para arriba, y después viene el golpe y estás abajo. Y de abajo viene… No sé, te intentás matar…”. E intentó hacerlo.
Gloria afirma que los antidepresivos son una ruleta rusa, “porque si el paciente tiene mala suerte pueden causar efecto antagónico, que te deprime más”. Los fármacos la hicieron mejorar de la depresión por un tiempo, pero una nueva situación le ocasionó un choque emocional. “Me zampé todos mis medicamentos y tuve una sobredosis. Pasé dos días en el hospital y mi mamá decidió que era mala idea que yo fuera al psiquiatra, y pasé castigada durante meses, sin ver a nadie”, describe, y finaliza con humor: “Lo cual estaba muy bien porque en realidad estaba deprimida y no quería ver a nadie”.
De acuerdo con el doctor Mauricio Sánchez, médico miembro de la Asociación Mundial de Psiquiatría (WPA por sus siglas en inglés), el diagnóstico del trastorno bipolar es “muy difícil”.
“Yo no puedo juzgar a ningún psiquiatra que se haya equivocado o haya diagnosticado mal a una persona con trastorno bipolar. Se suele diagnosticar con mucha frecuencia depresión unipolar, y en cualquier momento le ponés fuerte los antidepresivos y disparás al paciente. Y como vive el ochenta por ciento de su vida triste, tiene más posibilidades de suicidarse. En Estados Unidos (EE. UU.) el diagnóstico del trastorno bipolar toma de 6 a 8 años”, explica Sánchez.
UNA VIDA NORMAL
Ya cuando tenía 21 años y recién había aplicado para una beca de dos meses en Berlín, Alemania, para estudiar Imagen, Gloria fue diagnosticada con trastorno bipolar, pero su psiquiatra le dio el aval para irse de viaje, con tratamiento.
“La depresión es una mierda, pero en Europa es un poco más bonita. Agarré mi costal de pastillas y me fui sola. Vieras qué interesante es pasar por EE. UU. con un costal de narcóticos, pero tenía prescripciones en español e inglés para todo. Sobreviví. No me maté. Miraba los puentes y no sabía de cuál me iba a tirar”, bromea.
Estuvo tres semanas en Barcelona, España, y cinco en Berlín, y al regresar a Nicaragua terminó su carrera y vinieron dos años de desempleo. Otra crisis. Hasta que le dijo a su actual jefa, Consuelo Mora, a quien conocía desde la secundaria: “Necesito que me des trabajo porque si no voy a morir”. Y ella se lo tomó en serio. Gloria trabaja en una pequeña agencia de creatividad y diseño, de lunes a viernes, de 8:00 a.m. a 6:00 p.m, y asegura que le ha servido mucho. “Al menos ahora estoy ansiosa por una razón”.
Balanceada gracias a los medicamentos, a su psiquiatra, y a su amplio conocimiento de la enfermedad, Gloria va “a un colapso mental por año, normalmente por una razón o situación particular”, pero está bien, y como todos, simplemente busca su bienestar.
2 % de la población mundial tiene trastorno bipolar, es decir, unas 140 millones de personas.
EL ESTIGMA
El estigma que circunda las enfermedades de la mente es innegable. Socialmente no se ve igual a un diabético que a una persona con trastornos del estado de ánimo. El psiquiatra Pedro Ruiz, presidente de la WPA entre 2011 y 2014, afirma que “una enfermedad mental es como un catarro, una apendicitis o cualquier otro tipo de enfermedad. Hay muchas formas de tratar el trastorno bipolar con medicina y la persona puede tener una vida tranquila, feliz, trabajando, casándose, teniendo hijos”.
Gloria tiene su propia forma de verlo.
—Nadie está loco todo el tiempo. Ni siquiera el que habla solo u oye voces. Nadie está así todo el tiempo. En mi caso lo veo como tener asma. La gente se cuida la salud física, pero no la salud mental. A mí me toca cuidarme la mente. Así como un alérgico sabe que la época del polen es su acabose, yo tengo que lidiar con que mucho estrés emocional me puede dar una crisis, tengo que tener un horario estable para dormir, cuidar mi alimentación por la ansiedad y la tensión, etc. Es como tener un compañero que no se irá, pero no es diferente de cuidarse el cuerpo.
Este mismo mensaje dio Gloria en las conferencias TEDx de Managua del año pasado, motivada por un amigo. Jamás había hecho algo así, hablar ante un auditorio repleto, pero ya había publicado su “salida del clóset de la locura” en un medio de comunicación nacional y en su blog. Hablar ante el público fue como tomar la lanza y atacar al mito de su enfermedad.
Otra vez es septiembre de 2014. El discurso de Gloria termina y en su pecho los latidos también aplauden. La joven sale corriendo a abrazar a su jefa y amiga, Consuelo. Ambas gritan. Su historia, como ella dice, quedó en la posteridad.
EPISODIOS MANÍACOS
El trastorno bipolar de Gloria Ruiz (tipo II) está caracterizado por más episodios depresivos que maníacos, y el mayor peligro que enfrentan quienes lo padecen es el suicidio. En el trastorno bipolar tipo de I la presencia de manías es mayor.
Estas suelen manifestarse con episodios de alegría desmesurada, nervios, ansias, el paciente habla muy rápido y de cosas distintas, puede estar irritado, inquieto o sensible, suele creerse capaz de hacer diversas cosas a la vez, y está mucho más activo de lo normal. En algunos casos, en estado de manía, los bipolares hacen cosas arriesgadas como gastar mucho dinero o tener sexo sin cuidado.