14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
Joaquín Roy

La normalización EE. UU. y Cuba

La reapertura de Embajadas entre Estados Unidos (EE. UU.) y Cuba es el penúltimo capítulo de un inexorable proceso de normalización de las relaciones entre dos países vecinos, cuyos vínculos fueron eliminados hace más de medio siglo.

La ruptura e imposición del embargo norteamericano al régimen cubano se debió a la confiscación de las propiedades en una Cuba dominada por el capital norteño, desde el fin de la colonia española como resultado de la guerra de 1898. La imperfecta puesta en marcha de la República cubana, hipotecada por la Enmienda Platt, que permitía la injerencia de Washington en el proceso político, fue un mal augurio para la actuación de la oposición al régimen de Batista y el consecuente apoyo inicial a la revolución castrista.

Pero la transformación del nuevo régimen en una imitación de los establecidos en la Europa del Este después de la Segunda Guerra Mundial provocó el enfrentamiento entre los sectores moderados que se opusieron a Batista y los endurecidos revolucionarios. La confiscación indiscriminada de las propiedades y la destrucción total del sistema capitalista plasmaron el escenario del enfrentamiento sin concesiones. El divorcio se solidificó en aras de la estrategia de la Guerra Fría y la amenaza soviética. Era una humillación que merecía una lección drástica.

Desde entonces, ningún presidente norteamericano quería pasar a la historia como el primero que había claudicado ante Fidel Castro. El intento de Jimmy Carter al diseñar la puesta en marcha de las “secciones de intereses”, bajo el paraguas diplomático de otros países, se vio como un subterfugio para funcionar de manera similar a las relaciones plenas, pero con las consiguientes limitaciones. Pero las buenas intenciones de EE. UU. no se vieron correspondidas por Cuba. El incidente de la invasión de la Embajada de Perú en La Habana en octubre de 1980 y el consiguiente éxodo del Mariel no solamente provocaron tensiones entre los dos países, sino que más tarde contribuyeron a la derrota del propio Carter para su intento de reelección. Luego, todo siguió dominado por la inercia. Cuba seguía reclamando que no se sentaría a negociar si no se eliminaba el embargo.

Pero años después, ya lejos de las administraciones de Reagan, una cierta esperanza con Clinton, y más tensiones con Bush, el cambio de decisión en Washington y La Habana llegó. Entre las claves de esta mutua decisión, anunciada el 17 de diciembre del pasado año por los presidentes Obama y Castro, destaca la conveniencia de Washington para desembarazarse de un obstáculo para mantener relaciones pragmáticas con el resto del subcontinente latinoamericano. Cuba era un estorbo, una excusa a líderes latinoamericanos con agendas populistas. Otros actores externos se entrometían en el patio trasero de Washington. Se imponía una estrategia de cooperación donde las diferencias ideológicas no fueran un obstáculo insalvable.

Entre las claves de la mutua decisión de normalizar las relaciones de Estados Unidos con Cuba, anunciada el 17 de diciembre del pasado año por los presidentes Obama y Castro, destaca la conveniencia de Washington para desembarazarse de un obstáculo para mantener relaciones pragmáticas con el resto del subcontinente latinoamericano.

El mundo tras el 11 de septiembre se había convertido en uno mucho más complicado que el compartido con Moscú durante la Guerra Fría. Los responsables de la seguridad nacional en Washington habían sistemáticamente señalado que otros escenarios diferentes a Cuba eran mucho más importantes. Además, la única amenaza seria para Estados Unidos desde el sur estaba representada por el crimen organizado, el tráfico de drogas y la inmigración descontrolada. Lo último que Washington podía tolerar era un segundo Mariel.

Entre la incertidumbre de la apertura democrática y la estabilidad, Obama optaba por la seguridad. La presión de la emigración cubana en Estados Unidos, muy distinta en las dos últimas décadas que la que impuso el embargo, ha contribuido notablemente al cambio mutuo de actitud a ambos lados del estrecho de la Florida. El sentimiento de reconciliación entre bandos opuestos que se consideraron enemigos comenzó a imponerse y suavizó la dura actitud de notables sectores del exilio. La opinión pública norteamericana expresada en la prensa de referencia ha contribuido también a reforzar las tesis del Gobierno. La presión de intereses económicos que veían que las oportunidades de inversiones se podían esfumar ante la competencia europea de otras regiones del globo se hizo irresistible.

En Cuba, el ambiente también había cambiado. Era cuestión de contar con la colaboración de Raúl Castro. Diferente de su hermano, el pragmatismo de Raúl le permitiría pactar y sellar un acuerdo sin exigir que el embargo fuera eliminado. La precaria situación económica le recomendaba un arreglo con Washington. La mediación del papa Francisco hizo el resto. Después de todo, la propia actitud del pueblo cubano siempre había distinguido entre la animadversión hacia Estados Unidos, como ente político, y su pueblo.

La apertura de las Embajadas es el principio, pero la normalidad total no será fácil. Todo depende del uso que unos y otros hagan de los flecos del embargo (propiedades, democracia plena, etc.).

El autor es catedrático Jean Monnet y director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami.

Opinión Cuba Estados Unidos archivo

COMENTARIOS

  1. fernando
    Hace 9 años

    ¡ABAJO EL BLOQUEO CONTRA CUBA!¡Viva Fidel!

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí