A la Comisionada
Yo soy de los que todavía creen que usted, comisionada Aminta Granera, es una buena persona. La he entrevistado en un par de ocasiones y me la he encontrado otro par de veces, o sea, personalmente no la conozco mucho, pero creo que las lágrimas que derramó la noche del sábado, ante la familia masacrada por agentes bajo su mando, eran sinceras. No era teatro, como muchos dicen. También creo que su pedido de perdón era genuino, y demuestra cuando menos un atisbo de humildad porque bien pudo refugiarse en la arrogancia del poder, como hacen otros, y como ha hecho usted misma en otros casos.
Ser o no ser
Lo que sucede comisionada, es que las lágrimas y los perdones funcionarían si usted fuese una ama de casa o una abuela que descuidó a sus nietos. Pero usted es la jefa de la Policía. Su presencia, sus lágrimas y sus pedidos de perdón, se le agradecen, pero no son suficientes. De usted esperamos que sea la jefa de Policía. Que asuma. Que cumpla la ley. Que se comporte como la jefa de una institución profesional y no como la jefa de una pandilla de agentes que un día regulan el tránsito o hacen un quiebre al crimen organizado, y al siguiente asaltan, roban a un grupo de muchachos, suicidan a un reo, apalean una marcha opositora o acribillan a una familia que sale de la iglesia “por error”.
A escondidas
Pero creo en sus lágrimas, Comisionada. Creo en su capacidad de conmoverse ante el abuso y la injusticia contra cualquier ser humano. Por algo, digo yo, quiso ser monja en su juventud. Y si es así como creo, tal como lloró públicamente por los acribillados de Las Jagüitas, es de suponer que haya llorado a escondidas, impotente, por otras injusticias que han cometido sus hombres. ¿Lloró comisionada cuando una turba de delincuentes apaleó y robó a los muchachos de OcupaINSS con la complicidad de la Policía? Lloró, supongo, cuando vejaron a las mujeres de Nueva Guinea solo porque reclamaban elecciones limpias. ¿O es que acaso cuando hay un ingrediente político de por medio desaparece ese sentimiento cristiano que repetidamente manifiesta y deja que todo valga nada?
Momentos
¿Qué está pasando aquí comisionada? ¿En qué momento pedir elecciones libres y transparentes se volvió delito? ¿En qué momento ustedes se colocaron encima de la ley y, al contrario, se volvió criminal que el ciudadano la exija? La Policía ya no cumple las 48 horas que determina la Constitución para pasar a un detenido ante el juez, irrumpen en las casas y detienen a las personas sin orden de allanamiento, a la medianoche, que es un horario prohibido para hacer detenciones por la ley, y encapuchados y de civil, de tal forma que la gente no sabe si se lo lleva la policía o una banda de secuestradores. ¿En qué momento comisionada, pasaron a ser la Policía de un partido y dejaron de ser la Policía Nacional?
Policía partidaria
Que por qué hacer escándalo por una pañoleta rojinegra en el cuello del algún comisionado o una bandera en alguna delegación policial, dijeron. Mire donde estamos ahora. La Policía detiene los vehículos en los que se transportan personas que ejercen su legítimo derecho a la movilización, solo porque esas personas son opositoras. La Policía pone vallas y garrotea a quienes protestan contra el Gobierno, y en cambio se hace rodear de una pandilla de delincuentes que actúan como fuerza de choque del Frente Sandinista para atacar, atemorizar y violentar a ciudadanos indefensos. Puedo ponerle cien casos de ejemplo si quisiera enterarse de ellos. Es cierto, lo que pasó en Las Jagüitas fue un error, Comisionada, pero un error que resulta de un deterioro progresivo que viene sufriendo la Policía desde hace años.
Rendir cuentas
Puede ser, comisionada, que en realidad usted no esté mandando nada, como se dice por ahí. A veces da esa impresión, porque es bien difícil creer que usted, con esa solidaridad cristiana que le viene desde sus días de novicia, con esa sensibilidad que exponen cada vez en cuando, esté de acuerdo con tanto abuso que comenten los hombres y mujeres que están, se supone, bajo sus órdenes. Algunas veces usted dice una cosa y su gente hace otra. Otras, la mayoría, usted calla. Ya ni siquiera da entrevistas como aquella que me dio recién nombrada jefa y donde yo le pregunté cómo una persona tan frágil como usted se veía podría ser capaz de mandar a un cuerpo de gente tan ruda como es la Policía. Y usted me dijo: “Los que me conocen saben que mando”. Eso es lo que queremos de usted, comisionada. Que si decidió quedarse ahí, aun contra la ley, que asuma el mando. Porque, asumiéndolo o no, usted deberá responder, ante las leyes o ante la historia, por las acciones de quienes hoy por hoy, oficialmente, están bajo sus órdenes.
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