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Las principales ciudades del país quedaron arrasadas después de la insurrección de 1979. LA PRENSA/ ARCHIVO LA PRENSA AGOSTO DE 1979

Testimonios de la insurrección

El 19 de julio de 1979, el combatiente Luden José Díaz amaneció en una trinchera en San Miguel en el sector de San Carlos, una de las entradas de Masaya.

El 19 de julio de 1979, el combatiente Luden José Díaz amaneció en una trinchera en San Miguel en el sector de San Carlos, una de las entradas de Masaya.

Allí estaba el muchacho flaco que no había ajustado los 16 años y que de los boy scout había saltado a las filas de combatientes de los barrios Orientales de la capital. Díaz, mejor conocido desde entonces como Chepe, llevaba puesta la misma ropa desde hace varios días: chaqueta, camisa floreada, pantalón bluyín y botas negras. Usaba el pelo largo y una boina en la cabeza.

En la trinchera, donde habían entre 12 y 16 combatientes, gritaban las consignas que desde marzo venían retumbando por otros pueblos del país: “¡Patria libre o morir!” “¡Libertad o muerte, venceremos!”

“No dormíamos, solo despiertos todo el tiempo”, dice Chepe, quien lleva la cabeza rapada y encima una boina verde.

Cantaban temas de protesta para animarse, y mataban el hambre con café y alguna que otra tortilla que la gente les llevaba hasta la barricada para que dieran un bocado. Allí recibieron la noticia de la huida de Somoza, el 17 de julio, y unas horas después, el amanecer del 19, se enteraron de la victoria del FSLN.

Desde marzo que las fuerzas del FSLN, al mando de Germán Pomares abrieron fuego y se tomaron el Jícaro, Nueva Segovia, el país se había vuelto un polvorín. Las principales ciudades fueron sucumbiendo a la lucha armada de los guerrilleros. Entre marzo y principios de julio hubo combates en casi todo el país. La capital no fue la excepción. En la crónica de “17 días de heroica lucha en Managua”, el periodista Pablo Emilio Barreto hace un recuento de la resistencia, la lucha armada en los barrios orientales. La 13 estación policial de la GN estaba frente al cementerio, a un lado del Periférico, y ese circuito de caseríos compuesto por La Salvadorita (ahora se llama Cristian Pérez), Maestro Gabriel, Bello Horizonte, Costa Rica y Santa Rosa fueron bombardeados por la GN. Durante 19 días se había combatido en el Bello Horizonte.

Los guerrilleros resistían con armas de bajo calibre: revólveres 22, rifles y pistolas 45.

“Después del primer bombardeo, la gente aullaba de indignación contra Somoza en todos los barrios de Managua”, escribió el periodista Horacio Ruiz en la crónica La agonía de la dictadura, publicada en agosto de 1979, cuando reapareció el diario La Prensa.

Las crónicas de la época del periodista Pablo Emilio Barreto, que dan cuenta del repliegue y de las últimas semanas de la ofensiva final en Managua, también fueron publicadas en agosto de 1979 en LA PRENSA.

NO MOVERSE

Manuel Antonio Palacios estaba en Darío, al mando de una escuadra en el Frente Norte, cuando le avisaron de la victoria sandinista, sin embargo la orden era tajante, no había que moverse todavía. Se tenía información de que miembros de la GN huían en desbandada y había que estar atentos. Palacios, que se había hecho combatiente en Monimbó, Masaya, se quedó en la trinchera, listo para cualquier eventualidad resistiendo la efervescencia de la victoria. Recuerda que en Darío no pasó nada grave, pero que hubo matancina de guardias en Sébaco, que la misma gente salió con piedras a perseguirlos y a lincharlos.

Él se alistó al FSLN en Masaya porque su familia se había ido de Managua después del terremoto de 1972.

Aunque años después, Palacios se quedó en Monimbó, donde participó en la toma del barrio San Juan y aprendió a hacer bombas de contacto.

“Allí nos mandaron a tomar el barrio San Juan”, recuerda Palacios, un hombre que rondaba los 20 años en 1979.

Cuando Palacios volvió a Managua, a su barrio Santa Rosa, experimentó una sensación agridulce.

Por un lado estaba feliz con el triunfo, eso iba a significar la paz después de seis años metido en la guerrilla, pero al llegar a su barrio Santa Rosa se enteró que una hermana había fallecido con los nervios destrozados por un ataque de epilepsia que le provocaron los ataques aéreos y el asedio de la guardia.

Chepe recuerda que en la escuadra andaban revueltos chavalos de distintos barrios Orientales: San Cristóbal, la 14 de Septiembre, Nicarao, La Fuente, Ducualí, Bello Horizonte y Santa Rosa. Todos habían emprendido la retirada de Managua a finales de junio en el repliegue táctico.

De su barrio, Santa Rosa, dice que “era un bastión de resistencia”. Los días previos al repliegue, este combatiente recuerda que la GN se había ensañado con bombardeos diarios, día y noche, sobre el caserío que está a un lado de la carretera norte a la altura de Portezuelo.

Como sucedió en el resto del país durante la insurrección, mucha gente abandonó Santa Rosa. Periódicos de la época refieren que muchas familias de los barrios Orientales se trasladaron hacia el lado Occidental de la capital, pero cuando los bombardeos se generalizaron, y abarcaron territorios como Monseñor Lezcano, La Morazán, El Gadala María, San Judas, Camilo Ortega y Loma Linda, la gente buscó refugió en otras partes del país. Chepe recuerda que parte de su familia se fue para Costa Rica.

“La situación en los lugares mencionados llevó a que la mayoría de los habitantes buscaran refugios, cargando a los ancianos y a los niños, las mujeres y hombres aptos llevaban a rastras las más mínimas pertenencias en un éxodo sin precedentes en la historia de nuestro país. Hasta los gatos, patos, gallinas y perros eran llevados por los que apresuradamente abandonaban sus hogares para salvar sus vidas… No menos de cincuenta mil personas, de ellos unas veinte mil, se refugiaron en el Seminario, varios miles en la Cruz Roja, unos cinco en la Escuela Nacional de Comercio”, detalla la nota que se tituló Monseñor Lezcano en insurrección publicada en agosto de 1979 en La Prensa.

Aunque publicados a destiempo, los archivos de La Prensa dan cuenta de combates en distintos ciudades y pueblos del país. En las semanas previas al 19 de julio, el país ardía en llamas. Las fuerzas sandinistas aplastaban poco a poco a la GN.

Una de las crónicas de Horacio Ruiz explica como el hotel Intercontinental se había transformado en “un oasis” para la élite somocista. Allí había comida en abundancia, música y alojamiento para lo más granado del somocismo que semanas antes de la victoria sandinista comenzó a largarse del país.

MIEDO AL RECORDAR

Pero hubo familias enteras que no se fueron como la de los hermanos Gertrudis y Juan Pablo Vargas, quienes habitan en una casa esquinera del barrio y también recuerdan los días difíciles de la guerra.

Gertrudis, mejor conocida como “Tulita”, dice que al menos cuatro de sus hermanos, todos menores que ella, andaban metidos en el movimiento de resistencia.

“Hasta me da miedo platicar eso”, dice Juan Pablo Vargas, combatiente en esos años. Dice que se había involucrado “por tantas cosas que pasaban”, comenta Vargas un hombre de pocas palabras.

“Allá afuera en el patio cayó una bomba, aquí al frente otra. Aquí hubo una matancina y murió bastante gente”, comenta Vargas, entre ellos su pariente Mario Gatica.

Los combatientes históricos de Santa Rosa cuentan que la ubicación del barrio resultaba estratégica para la GN. Al mismo tiempo que se registraban batallas en los barrios Orientales, se peleaba en el resto del país.

DÍAS Y AÑOS DESPUÉS

“Tulita” Vargas, la hermana de Juan Pablo, se da un par de golpes en el pecho y dice: “somos sandinistas de corazón”. Su hermano Juan Pablo asiente con la cabeza.

El día del triunfo, él fue a la plaza por primera vez a celebrar la victoria. Fue un día de mucha alegría. Se subieron en el primer vehículo que hallaron y se sumaron a la caravana en la que iban miles con los brazos extendidos, jubilosos. En alguno que otro lugar de esa marea humana hambrienta y agotada andaba Chepe. Esa victoria también les había costado a ellos. Mantener al país en paz, les seguiría costando muchos años más.

ADIÓS MUCHACHOS

Ninguno de los tres combatientes históricos concluyó la secundaria. Chepe y Juan Pablo se alistaron en el Ejército. Al poco tiempo Juan Pablo se salió y se dedicó a hacer lo que todavía hace: pintar casas. No tiene casa ni esposa. Vive en un cuarto de tablas al fondo del terreno donde se quedaron resistiendo el bombardeo de los Push-pull.

Manuel Palacios es relojero. Ejerce el oficio en su casa, recién construida por el Gobierno. Vive con un par de sobrinas que ha criado.

Chepe se quedó en el Ejército. Fue parte de la FAS (Fuerza Aérea Sandinista), y abandonó la vida militar en 1990, cuando triunfó Violeta Barrios de Chamorro. Después se dedicó a manejar buses en la cooperativa Parrales Vallejos, y en otras rutas, y luego a taxista. Ahora, a sus 52 años, tiene un serio padecimiento en los riñones y no tiene cómo costear las medicinas. Tampoco tiene casa. Ahora vive en un cuarto de tablas, en condiciones muy precarias, que le ha cedido una vecina anciana en el mismo barrio.

“Creo que uno se merece vivir en condiciones digna”, comenta Chepe, quien este sábado junto a Manuel y Juan Pablo iban a recibir por primera vez un diploma de reconocimiento en un acto en el barrio por haber combatido a la dictadura y colaborar con el triunfo de la revolución.

LA CHISPA SE PRENDIÓ EN EL NORTE

Con la toma del Jícaro, Nueva Segovia, el 26 de marzo de 1979, al mando de Germán Pomares Ordóñez, El Danto, comenzó la “ofensiva final” del Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN. De allí comenzaron ataques y tomas en otras ciudades del país. La tropa de Pomares atacó semanas después Jinotega y cayó en combate en esa ciudad. En Semana Santa ocurrió la toma de Estelí, antes se habían librado poblados como el Zúngano y Wiwilí. Al mismo tiempo, en el otro extremo del país arrancaron las incursiones y hostigamiento de los guerrilleros del Frente Sur, según describen distintos textos. Poco a poco el país se fue encendiendo. Había batallas por todas partes. “Y en Jinotepe, las noticias son peores para el dictador: los combatientes sandinistas averían un avión de la Fuerza Aérea, inutilizan la tanqueta que permanece en la entrada y arrecian los combates en los barrios de San Felipe y en el cementerio a pocas cuadras del Cuartel Central del Departamento”, describe Róger Mendieta Alfaro en el libro El último marine, donde también describe el asesinato del periodista Bill Stewart.

En su última conferencia de prensa, el dictador Anastasio Somoza tenía un aspecto sombrío, según detalla el periodista Horacio Ruiz en una de sus crónicas de la época. En la nota describe que Somoza admitió que se estaba peleando en numerosos lugares del país.

Boletin Reportajes insurrección Nicaragua archivo

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COMENTARIOS

  1. Chepe
    Hace 9 años

    El verdadero patriota no espera beneficios económicos de su gesta libertaria.

    1. Jov
      Hace 9 años

      Si es así, ¿porqué hay tantos millonarios revolucionarios?

  2. scitto
    Hace 9 años

    Ese es el problema con el movimiento populista, lo dean todo incluyendo la vida, y en algunas ocasiones llegan a lograr una revolucion la cual esta probado que al poco tiempo fracasan, porque al mismo pueblo se le olvida porque lucho, se confunden y se pierden en la falsas promesas que hacen tanto los revolucionarios como los contrarevolucionarios. Al suceder esto, vuelven al pasado y regresan al a ignorancia social que les llevo ala revolucion. Que pena. No existe sistema justo, es un sueno.

  3. mauricio
    Hace 9 años

    fueron los sandinistas los que destruyeron las cudades pues las incendiaron .

  4. Ulises Javier Rodriguez
    Hace 9 años

    Donde estan ahora todos los colaboradores historicos y participantes de nuestra revolucion de decada de los años 80? Y si estuvieran todos los caidos, en la actualidad estuvieran en la misma situacion.

  5. Mauricio Davila Wills
    Hace 9 años

    Me cuentan mi esposa que fue una guerra vil y horrorosa. La muerte rondaba por cada calle de Managua, y en cualquier momento, la bala asesina podria incursionar desde cualquier angulo. Desafortunadamente, yo no pude ser testigo de la Ofensiva Final. Yo, por razones del destino, me encontraba en California visitando a unos familiares, cuando la etapa culminante de la guerra se desperdigo por toda Managua y el resto del pais. Al final, me tuve que conformar con: “Ver los toros de largo”.

  6. monina
    Hace 9 años

    tanto derroche de sangre, miseria y retraso economico para instalar otra dictadura, esa es la historia de nicaragua, vivir de dictadura en dictadura, por los menos con somoza no habia tanta pobreza como existe ahora, la dictadura de ortega lo unico q ha dado es mas pobreza, mas miseria, mas represion, mas violencia, mas pudedumbre social, economica, ojala q al remplazar a ortega no pongamos a otra dictadura.

  7. voxpopuli
    Hace 9 años

    No fue la “victoria del fsln”…fue la victoria del pueblo contra somoza, que es distinto…que el fsln se cojio el mandado es otra cosa…no hay tal “epopeya de la revolucion” como dice humberto, son solo sueños opiominosos…

  8. Hace 9 años

    En Chinandega la Insurreccion de 1978 estuvo dirigida por 10 guerrilleros cuyo Jefe principal era un Viejano llamado Blas Real Espinales del pueblo surgieron unos 500 insurrectos q’ hostigaron a 40 Guardias de Linea y 6 oficiales hasta obligarlos a refugiarse en su Cuartel Central. En Leon la insurreccion estuvo dirigida por unos 15 guerrilleros y del Pueblo Leones surgieron cientos de insurrectos. Como pueden ver el q’ Derroco a Somoza NO Fue el FSLN Fue el Pueblo que NO queria Dictadura.

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