Mis primeros recuerdos sobre Darío se remontan a la escuela primaria, en los consabidos actos de clausura de fin de año en que se declamaban sus poemas más conocidos, el que más me gustaba era la Marcha Triunfal por su ritmo marcial y el que menos entendía era Los Motivos del Lobo y que los profesores no nos podían explicar el carácter metafórico del poema.
Posteriormente, en la secundaria, cuando se nos impartía Literatura Hispanoamericana solo se le dedicaban breves lecciones para el conocimiento de su obra, sin complementarlo con seminarios al efecto. El Ministerio de Educación estableció la Semana Dariana, de asistencia voluntaria, que incluía charlas sobre diversos aspectos de su obra que exponían profesores notables de ese entonces, entre ellos: Guillermo Rothschuh Tablada, Carlos Tünnermann, Fidel Coloma y José Santos Rivera y que en dos ocasiones se realizaron en el Instituto Ramírez Goyena, donde cursé mi secundaria.
Es consenso que al salir de secundaria no teníamos conciencia plena de la grandeza de su obra. Darío no es sencillo, su obra es compleja. Si a ello agregamos que su enseñanza no se impartía con la didáctica necesaria para lograr la comprensión del alumno, no por falta de nuestros docentes sino por la insuficiencia de los planes de estudios que debieron y deben de dedicar más tiempo, ya sea en forma de seminarios específicos, o siquiera contar con un Manual Introductorio sobre Darío, al igual que existe en las preparatorias de España e Inglaterra para enseñar a Cervantes y a Shakespeare, que facilita a los profesores mayor preparación en la materia para iniciar a los alumnos en el universo de Darío.
Ya en la Universidad en México y leer Cuadrivio de Octavio Paz, que contiene ensayos sobre cuatro poetas hispanoamericanos, entre ellos Rubén Darío, el iluminador ensayo de Octavio Paz me permitió ampliar mi horizonte sobre Darío, lo que se complementó con ciclo de dos conferencias que sobre el poeta expusiera el intelectual nicaragüense Ernesto Mejía Sánchez en la UNAM, México.
De regreso y laborando en el Banco Nicaragüense, en varias reuniones el doctor Eduardo Montealegre Callejas, presidente, expresó que cuando el Banic cumpliera treinta años en 1983, deseaba que se celebrara promoviendo, en alguna forma, la obra de Darío puesto que los nicaragüenses estábamos en deuda con Darío. En 1983, ya nacionalizada la banca, las autoridades siguientes, especialmente don Antonio Medrano Barquero, director general, recogen la iniciativa del doctor Montealegre y a lo interno del banco se formó un Comité, asesorado por el Ministerio de Cultura, decidiéndose el banco por la publicación de Intermezzo tropical y Viaje a Nicaragua, Escritos Políticos y Azul incluidas en un atractivo estuche, del que se distribuyeron 1,500 ejemplares a la clientela y otros.
Al respecto, don Antonio Medrano, quien anteriormente laboró como gerente general del Banco de América, entidad que fundó la excelente Colección Cultural, comentaba que de 1974 a 1979, la colección no había publicado obras de o sobre Darío, por lo que resultaba conveniente la reimpresión de algunas de ellas.
Ya en los años noventa la Fundación VIDA asume continuar la loable labor publicando las obras: Darío por Darío, Cartas desconocidas de Rubén Darío y posteriormente la obra La poesía de Rubén Darío, escrita por el arquitecto José Francisco Terán, libro que escribió consciente de las deficiencias de su enseñanza en la secundaria. En el prólogo el arquitecto Terán escribe: “Al poner este ensayo en manos de los jóvenes alumnos de los colegios de Nicaragua para que los inspire en ahondar en el conocimiento de nuestro Rubén Darío”.
Es así que en el centenario del nacimiento de Darío, el mejor homenaje sería divulgar ampliamente su obra, a la vez que revisar los planes de estudio de secundaria para reformarlos y ampliar debidamente el conocimiento de su obra y así ir reduciendo la deuda que tenemos con nuestra máxima gloria.
El autor es economista