Miembros de la oposición continuaron ayer sus demostraciones públicas en demanda de elecciones libres y limpias— que realizan los miércoles de cada semana—, las cuales comenzaron en Managua pero se han extendido a otras ciudades de Nicaragua. Y según sus promotores, se seguirán extendiendo en todo el país.
Los miércoles de protesta se vienen realizando desde hace 17 semanas; sin embargo hasta ahora la respuesta del Gobierno ha sido solo policial. La Policía no ha repetido la brutal represión física que perpetró el miércoles 8 de julio, cuando vapuleó a numerosos ciudadanos, incluyendo diputados opositores. Sin embargo, impide arbitrariamente el transporte de personas que tratan de llegar a los lugares de reunión y despliega enormes aparatos de intimidación, para impedir que más personas respalden las protestas semanales.
De todas maneras, la falta de respuesta política del Gobierno a los miércoles de protesta no significa que no le preocupe la perseverancia y el crecimiento de esas demostraciones. La amenaza extraoficial de la presidenta orteguista en funciones de la Asamblea Nacional, de desaforar a los diputados de la oposición que apoyan las demandas de elecciones libres y limpias, solo se puede interpretar como una señal de la preocupación oficialista.
También la estrategia policial de bloquear las vías de circulación en el sector central de Managua, donde se realizan las protestas pacíficas, a fin de molestar a la gente e indisponerla contra los opositores que demandan algo que es del interés fundamental de todos los ciudadanos, es otro signo de la preocupación del régimen por la persistencia y el incremento de los miércoles de protesta.
Daniel Ortega y algunos de sus principales colaboradores en las altas esferas del poder fueron revolucionarios. Por lo tanto saben que donde hay sistemas dictatoriales, bajo determinadas condiciones cualquier acción de protesta política y social puede desencadenar un proceso generalizado de rebeldía nacional.
La sabiduría y certeza de un antiguo proverbio chino utilizado por Mao Tse Tung como título de un artículo publicado en enero de 1930, de que “una sola chispa puede incendiar la pradera”, la conocen muy bien Ortega y los miembros de la vieja guardia sandinista que quedan en el FSLN y ocupan cargos de Gobierno. La conocen, porque fue en los textos de Marx, Lenin y Mao, sobre todo, que basaron su formación ideológica y política.
De manera que los líderes del régimen orteguista deben comprender muy bien que los miércoles de protesta podrían ser como una especie de guerra cívica de guerrillas, una pacífica “guerra de la pulga”, como definió a las guerrillas revolucionarias el periodista comunista estadounidense Robert Taber, en un libro publicado en 1967, que traducido al español fue manual de consulta de los revolucionarios nicaragüenses que luchaban por derrocar a la dictadura somocista y tomar el poder.
Y por si algo faltara, Ortega y sus camaradas que detentan el poder tampoco deben olvidar la sentencia de Fidel Castro el 19 de julio de 1980, cuando vino a Nicaragua para participar en la celebración del primer aniversario de la toma del poder por el Frente Sandinista. Los pueblos son como los volcanes —dijo Fidel Castro—, pueden pasar mucho tiempo pasivos y silenciosos, pero cuando estallan nada ni nadie los puede detener.
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