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La ceguera de Tiresias

La periodista argentina de temas culturales y científicos, Nora Bär, ha publicado un interesante artículo ( La bola de cristal y otros discursos del método , La Nación, Argentina, viernes 31 de julio de 2015) en el cual aborda con entretenida seriedad el tema del ancestral y perenne afán del ser humano, de conocer el futuro y adivinar lo que va a suceder.

La periodista argentina de temas culturales y científicos, Nora Bär, ha publicado un interesante artículo ( La bola de cristal y otros discursos del método, La Nación, Argentina, viernes 31 de julio de 2015) en el cual aborda con entretenida seriedad el tema del ancestral y perenne afán del ser humano, de conocer el futuro y adivinar lo que va a suceder.

Escribe Bär que ya hace 4,000 años, los celtas (pueblos indoeuropeos de la antigüedad), utilizaban vidrios para adivinar el futuro, o para pretender que lo adivinaban. Esto fue el origen de la famosa y hasta ahora popular “bola de cristal”. Pero “el futuro es un racimo de posibilidades abiertas que no permiten tener certeza sobre lo que nos espera”, advierte Bär, quien cita al respecto al genial científico estadounidense de origen alemán, Albert Eistein, quien ironizó que “hacer predicciones es muy difícil. Especialmente si son acerca del futuro”.

En realidad, los adivinadores del futuro, desde los tiempos más antiguos hasta ahora nunca han sido precisos en sus vaticinios, siempre fueron ambiguos. Nora Bär recuerda al respecto que “el oráculo de Delfos, en Grecia, era famoso por curarse en salud valiéndose de la ambigüedad. Cuando los espartanos le preguntaron qué sucedería si los persas atacaban Grecia, respondió: O bien Esparta será destruida o su rey será muerto”.

Además de los oráculos, que eran las respuestas que daban los dioses griegos por medio de sacerdotes y sacerdotisas especiales, existían también personajes de gran autoridad social que se dedicaban a adivinar el futuro.

Es que los griegos de la antigüedad clásica no solo se distinguían por la racionalidad y mesura de su pensamiento, lo que fue plasmado en la literatura de sus grandes filósofos, escritores trágicos, poetas e historiadores. Los griegos también tenían pasión por conocer el futuro, saber qué les deparaba el destino, cómo tener riqueza y éxito en el amor, protegerse del odio ajeno, hablar con los antepasados fallecidos, etc. O sea que por un lado tenían un pensamiento muy racional pero por otro eran crédulos y supersticiosos.

Entre los más grandes adivinos griegos estaba Tiresias, el anciano ciego de Tebas que se hizo famoso porque recomendó que se diera el trono de la ciudad a quien respondiera las enigmáticas preguntas de la Esfinge, lo que hizo Edipo, y luego reveló la identidad y vaticinó el trágico destino de aquel desdichado rey tebano.

Siendo todavía joven, Tiresias paseaba un día por el bosque cuando vio a dos serpientes apareándose. No le gustó aquel espectáculo tan natural de modo que las separó con su bastón y mató a la serpiente hembra. En ese mismo momento Tiresias quedó transformado en mujer.

Después de algunos años siendo mujer, Tiresias volvió a ver en el bosque a dos serpientes copulando. De nuevo las separó con su bastón y mató esta vez a la serpiente macho. Al instante Tiresias experimentó una transformación y recuperó su anterior y original condición y forma masculina.

El tiempo siguió pasando. Y ocurrió que en cierta ocasión Zeus discutía animadamente en el Olimpo con su esposa, Hera, acerca de quién, el hombre o la mujer, disfrutaba más con la relación sexual.

Ante tan importante desacuerdo, Zeus y Hera decidieron llamar a Tiresias para que dilucidara la controversia. Tiresias era el más indicado para hacerlo, porque había experimentado la relación sexual en las dos condiciones, como hombre y como mujer.

A la pregunta de los dioses Tiresias respondió diciendo que si la delicia sexual se dividiera en diez partes, nueve las disfrutaría la mujer y solo una sería el placer del varón. De esta manera quedó revelado el secreto más íntimo de la mujer, según Hera, razón por la cual la diosa se enojó y castigó a Tiresias dejándolo ciego.

Tiresias pidió a Zeus que le ayudara a recobrar la vista, pero en sus potestades no estaba la de revocar la sentencia ni el castigo impuesto por otro dios, y menos tratándose de su mujer. Lo único que podía hacer Zeus en este caso, era compensar de alguna manera el sufrimiento que Hera le había causado a Tiresias al privarlo de su visión. De manera que le concedió el don de la profecía y la adivinación, y además, le dio una larga vida que se prolongó por siete generaciones.

Columna del día Mitología Tiresias archivo

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