No hay que ser especialista en futbol para percatarse de que Ariagner Smith tiene un talento singular. Es una bala y se proyecta como si tuviera la pelota pegada a sus pies.
El chavalo que intenta hacerse de un espacio en el club Udinese del futbol italiano, además de buen atleta, tiene una técnica refinada. Sabe tratar el balón. Lo acaricia.
Maneja ambas piernas con maestría y es capaz de recortes espectaculares. Su juego es flexible. Puede despegar por los costados o encarar por el propio centro.
Pero más importante aún, o tan determinante como su talento y habilidades, es que Smith tiene también la madurez necesaria para tratar de hacer realidad su sueño.
Smith, junto con Juan Barrera, quien ya juega en el futbol austriaco, están haciendo camino al andar. Se han decidido a abrir la brecha por sitios inexplorados.
Ariagner tiene menos experiencia, pero es más joven (16) y su proyección mayor. De ahí el interés del Udinese, cuyo contrato solo precisa detalles para ser concluido.
En más de una ocasión he tenido la oportunidad de conversar con Smith, como lo he hecho con Barrera en varios momentos y es claro que sabe lo que quiere.
Aun cuando aprecia todas las facilidades y el espacio en el Real Estelí y la Selección Nacional, Smith siempre ha estado claro de que esas no son sus metas, sino trampolines.
Este chavalo tiene las habilidades, la madurez mental y, sobre todo, el carácter para establecerse como el patrón por el que se deben medir las próximas generaciones de futbolistas nacionales.
Las pisadas de Barrera en el futbol de Europa son aún incipientes, pero Smith se ha propuesto profundizarlas y así demostrar a los que vienen detrás, que se puede.
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