Japón conmemoró este jueves 6 agosto, el setenta aniversario del ataque de Estados Unidos con bombas atómicas contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, que las destruyeron totalmente y causaron la muerte de alrededor de 250 mil personas. Más o menos la mitad de ellas murieron cuando estallaron las bombas —en Hiroshima el 6 de agosto de 1945 y en Nagasaki tres días después— y las demás fallecieron posteriormente, poco a poco, como consecuencia de las lesiones y la mortal contaminación radiactiva que sufrieron.
Aquella fue la primera vez que las bombas atómicas se usaron para matar gente y destruir ciudades. Pero sus efectos fueron tan espantosos que ninguno de los gobiernos que las poseen se ha atrevido a usarlas, aunque ganas no les han faltado ni les faltan a algunos de ellos.
Los miembros de la dinastía comunista de los Kim en Corea del Norte, con frecuencia han amenazado destruir con las bombas atómicas a sus enemigos, que son todos los países democráticos del mundo pero en primer lugar los Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y Europa Occidental. Por su parte, los miembros del sector más extremista del Gobierno totalitario de Irán, se esfuerzan por fabricar el arma atómica con el fin de usarla para exterminar al Estado y pueblo de Israel, al que niegan el derecho de existir.
En la conmemoración del 70 aniversario de la gran catástrofe de Hiroshima y Nagasaki, el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, dijo que “tenemos la responsabilidad de hacer entender la inhumanidad de las armas nucleares, a través de las generaciones y las fronteras”. El llamado del gobernante japonés no solo ha sido emotivo y sincero, viniendo del líder del único país que ha sido víctima de los bombazos atómicos, sino también oportuno y apremiante, por el renacimiento de la agresividad expansionista de algunas grandes o medianas potencias que tienen en sus arsenales las mortíferas armas de destrucción masiva.
Según el Instituto Internacional de Investigación de la Paz, de Estocolmo, Suecia, nueve países de distintas partes del mundo tienen armas atómicas. Como resultado de los tratados de no proliferación de armas nucleares, de las más o menos setenta mil armas atómicas y nucleares que habían a mediados de los años ochenta, quedan unas 15,850. Rusia, EE.UU. y China son los mayores poseedores de esas armas de destrucción masiva.
Sin embargo, cada bomba atómica o nuclear de ahora es mil veces más potente y destructiva que las dos que fueron lanzadas contra Japón hace setenta años, y puede causar muchísima mayor mortandad humana y destrucción material que las de Hiroshima y Nagasaki.
En Asia, muy cerca de Japón, la gran potencia atómica que es China, con unas 260 bombas de ese tipo en su arsenal, está aumentando peligrosamente su agresividad regional. Y en Rusia, que ya ha avanzado sobre Ucrania y amenaza a otros países vecinos que formaron parte de la extinta Unión Soviética, el presidente Vladímir Putin anunció hace poco que en lo que resta del decenio fortalecerá su capacidad militar con cuarenta nuevos misiles continentales portadores de bombas nucleares.
No es fácil lanzar una bomba atómica contra otro país, pero ante la situación que hay actualmente en el mundo el mensaje del primer ministro japonés es pertinente.
Ver en la versión impresa las páginas: 10 A