A lo largo de la vida se pasa por un sinnúmero de cambios físicos, emocionales e intelectuales los cuales vienen a forjar la personalidad y desarrollo social.
Sin embargo en el camino, hay un nivel más profundo de quererse y tiene que ver con el de reconocer, aceptar y enfrentar todas esas partes que no te gustan o que consideras inadecuadas o inapropiadas ya que no se ajustan a la sociedad donde vives. Tiene que ver mucho con la imagen que deseas proyectar, la aceptación de los demás hacia las actividades que realizas y la forma en que quieres darte a conocer.
Muchos caen en la dependencia de la aceptación, evitando en cualquier medida enfrentar y dar respuestas a cada situación, limitándote a lo que los demás desean escuchar y así encapsulándote en un mundo castrante a tus necesidades individuales.
Es decir, no es que te amas porque lograste algo o te comportaste de una manera en particular o porque tienes ciertas habilidades en tu personalidad que consideras importantes, sino porque lograste en tu vida proyectos que te satisfacen y te hacen sentir lleno.
Lo paradójico es que cuando realmente te comienzas a aceptar y amar sin condiciones, tal como eres, vas a sentir más paz, alegría y muchas de las situaciones por las que te juzgabas y que no te permitían amarte totalmente, comienzan a transformarse fácilmente y sin esfuerzo.
Para todo esto, es necesario la autoafirmación, lo cual implica tener la capacidad de expresar claramente y de manera equilibrada tu punto de vista, tus sensaciones, necesidades, deseos y sentimientos.
¿Cómo lograrlo? Comenzarse a ver de manera más positiva, con mayor seguridad, procurar siempre estar orientado a lo que deseas o quieres ser, mostrarse tal y como uno es, plantearse metas a corto plazo y llevarlas a cabo sin ninguna excusa, aceptar nuestros errores y aprender de ellos, esforzándonos cada día a ser mejores.
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