Atribulada, enferma y sin poder caminar se encuentra Juana Paula García, una mujer de 60 años, quien desde hace dos meses quedó a cargo de cinco de los seis niños que quedaron huérfanos tras el asesinato de su hija, Ángela del Socorro García, de 32 años.
Hoy se cumplen dos meses desde que Diego Manuel Campos, de 52 años, le propinó 13 machetazos a Ángela del Socorro y luego se suicidó. La tragedia que estremeció a Juigalpa cambió por completo la vida de esa familia.
“Angelita”, como le llamaban los vecinos del barrio Santa Clara, lavaba y planchaba para sostener a sus hijos, mandarlos a la escuela y hasta había emigrado hacia Costa Rica, donde trabajó en los cortes de café para reunir el dinero con el que retornó a su natal Juigalpa y construyó una pequeña casita.
“Aquí solo es aflicción porque a uno no se le quita de la mente la triste muerte de mi hija”, dijo Juana Paula, quien debe apoyarse de un andarivel para caminar.
PRECARIEDAD
“A mí me quedaron los seis huérfanos que dejó la Angelita, yo quisiera caminar y ayudarles más, pero no puedo, cuando hay comemos, cuando no aguantan, que sea la voluntad de Dios”, confiesa la abuela al revelar que las niñas “a veces van a la escuela y a veces no, es que no me hacen caso, yo les digo que tienen que ir por su bien, pero se rematan para no ir”.
Bajo ese techo vive también la mayor de 18 años que lleva el nombre de la difunta y al momento de la tragedia estaba embarazada, ya dio a luz al bebe, que según Juana Paula, nació con desnutrición, solo pesó cuatro libras. “Todo eso la afectó y ella no se cuidó”, dice la abuela.
Los huérfanos no habitan en la vivienda donde su padre le quitó la vida a su madre, para después clavarse en el pecho el machete.
El trauma lo viven a diario “solo van a limpiar, pero viven y duermen conmigo, las tres niñas duermen en una misma cama, pero cuando escuchan un ruido, despiertan pegando gritos”, asegura doña Juana Paula.
El pequeño Diógenes, que atisbaba en la puerta cuando el médico forense y peritos de la Policía hacían su trabajo, nunca más volvió a dormir en la casa de la abuela, se refugió por unos días donde la vecina Evelyn del Carmen Sandoval y después se fue a aventurar donde la familia del padre.
Situación difícil
El mayor de los hijos de Angelita, José Antonio, trabaja y se gana cien córdobas diarios y le da cincuenta pesos a la abuela, quien de vez en cuando recibe dinero de otro nieto que está en Costa Rica. Con esos ingresos sobreviven Juana Paula y sus nietas huérfanas.
La abuela recuerda que al momento de la tragedia, en el velorio, le prometieron que “me apoyarían con un paquete de comida, pero nada, nada, nada”, dice. La única vez que llegó la actual alcaldesa María Teresa Hurtado, le regaló quinientos córdobas. No volvió a llegar. “La ayudita caería bien, pero si tienen voluntad”, afirma. También le prometieron terapia para los huérfanos en el Ministerio de la Familia, pero solo una vez las atendieron.
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