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Plástico y papel son algunos de los materiales que más compran en este depósito que está sobre la pista de El Recreo, frente al colegio Benjamín Zeledón. LA PRENSA/A. MORALES

Reciclaje al menudeo y al por mayor

De esta montaña de chatarra que casi pega al techo y desprende un olor a encierro y herrumbre se sacan y apartan objetos cuya vida útil se puede alargar un tiempo más antes de irse al “matadero”, donde los metales se vuelvan a fundir en una planta de reciclaje extranjera.

De esta montaña de chatarra que casi pega al techo y desprende un olor a encierro y herrumbre se sacan y apartan objetos cuya vida útil se puede alargar un tiempo más antes de irse al “matadero”, donde los metales se vuelvan a fundir en una planta de reciclaje extranjera. Es, de cierta manera, un reciclaje al menudeo de muchos calaches que las casas y las empresas descartan.

A un lado de esa gran madeja que se mira desde la entrada están tres estantes metálicos blancos que alguien llevó a vender en una remesa de chatarra, pero que Guillermo Guerrero, el encargado de este depósito, detectó en buen estado y los colocó a un lado. Luego pasó una señora, preguntó por ellos y los encargó ya para una pulpería.

“Cualquiera de ellos no vale menos de quinientos (córdobas) en el mercado”, comenta Guerrero, el hombre que está detrás del mostrador de formica descascarado de esta bodega donde se apilan bronce, cobre, aluminio, plástico y papel, entre otros materiales.

Los cuatro hombres que trabajan en este depósito, Guillermo y tres ayudantes, están acostumbrados a reutilizar artículos que muchos pobladores descartan.

Así como los estantes, a veces se hallan camas de hierro, láminas de zinc, perlines, angulares, estantería, portones, verjas, que se consiguen en buen estado y se venden a precios más bajos que en cualquier otra parte, asegura Guerrero.

Él mismo ha encontrado artículos que se ha llevado a su casa. Hace poco se encontró una cocina industrial a la que tiene que hacer un arreglo antes de ponerla a funcionar.

Arón Cardoza, uno de los ayudantes, al que todos le dicen “Coto”, porque le faltan dos dedos de su mano izquierda, dice que se ha encontrado resistencias para cocinas en buen estado.

En el depósito tienen un cliente que les encarga artículos y objetos antiguos en buen estado. “La vez pasada se llevó tres pichingas de metal de leche y las pintó. Yo le dije que les pusiera tres leches. Otro día vino y le tenía otra”, cuenta Guerrero. Ese mismo cliente cada cierto tiempo llama o se aparece para ver si hay algún objeto que le interese y pueda restaurar.

Arón de Jesús Cardoza (derecha) mientras acomoda los sacos de plástico y latas que han ingresado en el transcurso de la mañana. LA PRENSA/A. MORALES
Arón de Jesús Cardoza (derecha) mientras acomoda los sacos de plástico y latas que han ingresado en el transcurso de la mañana.
LA PRENSA/A. MORALES
PROVEEDORES TAMBIÉN

No es casual que estos depósitos sean visitados por mecánicos de vehículos y técnicos de otros artículos para proveerse de piezas. Este miércoles, por la mañana, un mecánico acaba de largarse con un saco lleno de piezas. En la mano llevaba un disco parecido al de las motocicletas.

“Sale más favorable comprar aquí que en el mercado. Usted sabe cómo está la economía”, comenta el hombre que trabaja en un taller cercano.

Antes del mecánico estaba una muchacha esperando que le pasaran tres libras de papel que ella iba a reciclar en piñatas. “Lo uso para hacer las piñatas con alambre”, dijo Katia, habitante del barrio vecino René Cisneros. Cada vez que tiene encargos de piñatas viene a proveerse de papel aquí.

En el acopio el depósito de papel está aparte en una especie de sótano manejado por dos de los ayudantes que acompañan a Guerrero. Allí se revuelven libros usados, periódicos y papeles de oficina.

En el transcurso de la mañana pasa un par de hombres con camisetas del Gobierno y cargan sacos de papeles que dejan caer en una pesa enorme. El papel lo compran a 1 córdoba con 40 centavos.

En el mismo sentido que unos llegan para hacerse de piezas o materiales y que parecen perderse en el océano de cachivaches, la mayoría llega para vender.

Entra un hombre que se tambalea y pone un saco con algunas latas, más luego llega otro y coloca un saco con otras latas. “Son cincuenta”, le dice Guerrero y explica que la libra de lata la pagan a diez córdobas.

El material que más valor tiene en el mundo de la chatarra es el cobre. La libra de cobre se paga a 45 córdobas, explica Guerrero, quien antes de trabajar aquí fue jefe de producción de una agencia de publicidad que fracasó.

Y cuando parece que la mañana va a languidecer sin muchos vendedores, que nadie va a traspasar el portón naranja que da a la pista de El Recreo, aparca un carretón jalado por caballo, del que bajan más de seis sacos con envases plásticos.

Arón de Jesús corre a ayudar a la mujer que está bajando los sacos. Usa un par de guantes que ocultan la mutilación de su mano izquierda. Tiene 23 años y cuenta que perdió sus dedos hace nueve años, cuando manipulaba un mortero en el sector del Siete Sur. Estuvo hospitalizado en la unidad de quemados del Hospital Fernando Vélez Paiz. Desde entonces se pone nervioso con el estallido de pólvora.

Arón y el resto de muchachos están obligados a usar los guantes cuando les toca escalar y deslomar la montaña de metales que tienen enfrente. Arón cuenta su historia sin dejar de llevar y acomodar sacos de un lado a otro.

“Los sábados esto se pone insoportable”, comenta Guerrero, quien reconoce que los días de semana y en esta época la compra está algo baja.

INVERTIR EN RECICLAJE

Igual que otros acopios similares, el destino de gran parte de lo que aquí se compra se compactará en contenedores que se venderán a un acopiador exportador y luego se venderá a El Salvador.

“Aquí no hay ni una fundidora de plástico”, comenta Guerrero, quien no se explica cómo ningún empresario se ha interesado por invertir en ello.

De los materiales que se compran lo que más caro  se paga es el cobre, la libra cuesta 45 córdobas y uno de los más bajos es el hierro, a un córdoba la libra.  LA PRENSA/A. MORALES
De los materiales que se compran lo que más caro se paga es el cobre, la libra cuesta 45 córdobas y uno de los más bajos es el hierro, a un córdoba la libra.
LA PRENSA/A. MORALES

“Vino un hombre de la India y se puso a comprar, moler y compactar el plástico y exportarlo”, pero no quiso fundirlo, explica Guerrero, quien cree que la instalación de una planta aquí animaría más el negocio y generaría empleos.

BAJA PRECIO DE COMBUSTIBLE Y CHATARRA

El precio de la chatarra se mueve al vaivén del precio del combustible. En las últimas semanas que la gasolina ha bajado centavos, el precio de la chatarra también viene con tendencia a la baja, explican en este acopio de chatarra, que está sobre la pista de El Recreo frente al colegio Benjamín Zeledón.

Cada vez hay más pobladores que antes de deshacerse de artículos y papeles viejos y tirarlos a la basura se pasan por estos depósitos de chatarra, a veces algunos exageran en lo que venden. Guillermo Guerrero recuerda que hace poco llegó un hombre en un camionetón y se bajó a vender cinco libras de hierro, “que le zumbaba el peso”, comenta Arón, uno de los ayudantes. Y a cambio se ganó cinco córdobas, porque la libra de hierro, contrario a su peso, es lo que menor precio tiene, apenas cuesta un córdoba la libra.

45
córdobas vale la libra de cobre, uno de los materiales que mejor precio tienen en el mundo de la chatarra. El cobre se halla en muchos cables eléctricos y artefactos caseros. En la escala de precios sigue el bronce, que se paga a 35 córdobas.

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