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Cartas al Director

Desde la antigüedad el sabio y el profeta son lo que son por sus denuncias, así los condenan a muerte por su desconformidad con el poder (y) el Estado.

Análisis de la realidad en Nicaragua

Desde la antigüedad el sabio y el profeta son lo que son por sus denuncias, así los condenan a muerte por su desconformidad con el poder (y) el Estado. Es por eso que hoy me animo a ser profeta, como religioso y como misionero en potencia mi carisma Claretiano tiene su particularidad en “ser oyente y servidor de la palabra de Dios” complementado por “anunciador del Reino y denunciador de las injusticias”.

La realidad que hoy vivimos en Nicaragua y me atrevo a decir, en toda Centroamérica, es de mucha corrupción; claro está que siempre ha habido opresión, cualquiera que sea el partido que esté en el poder. Históricamente nuestro pueblo ha sido reprimido, oprimido y marginado. Tanto derecha como izquierda son los mismos políticos que se aprovechan de todas las personas que deseamos ver crecer este país.

Pero a muchos tristemente les dan atol con el dedo, se tragan los chagüites políticos y seguimos en las mismas. Últimamente vemos que la Policía Nacional está haciendo sus fechorías con el pueblo inocente de Nicaragua. Dicen que son errores, pero tres veces consecutivas a mí en lo particular me parece que está lejos de ser error.
Muchos se quedan con lo que dicen algunos medios de comunicación y se tragan el cuento de algunas personalidades reconocidas de Nicaragua, que no vale la pena mencionar. Con todo el respeto que se merece la dignidad de las personas, no nos podemos quedar callados. Atacar las actitudes de las personas es lo que hace deliberar la crítica sobre sus actos y no de su ser ontológico, que en mi pensar son excelentes si de verdad amaran a la patria.
Jóvenes de Nicaragua: no se crean lo que dicen los políticos, es hora de hacer algo por nuestras propias manos. Los partidos políticos de nuestro país ya están más caducos que el Windows 95, es hora de hacer algo nuevo. Algunos podrán decir: ¿qué hacemos entonces? Pues lo principal es no quedarnos callados ante las injusticias, eso hicieron los profetas en el Antiguo Testamento y por eso algunos fueron exiliados, decapitados, etc.
Los mismos religiosos que tienen poder se quedan callados. Hay que denunciar, si de verdad amamos al prójimo hay que dar la vida por ellos, no nos quedemos en bonitos discursos, homilías, reflexiones, etc. “Es terrible predicar y no practicar” (San Antonio de Padua).
Basta ya, a ponerse las pilas, muchachos, renovemos nuestro Windows XP por el Windows 10, sino nos van a seguir reprimiendo. Hay muchos padeciendo en los hospitales, condenados en una prisión, a veces inocentes, otros con hambre, otros están siendo despojados de sus tierras por la construcción del gran Canal que va a devastar nuestro ecosistema único en su especie.
¿Qué podemos hacer? ¿Cómo hacer para luchar contracorriente por ver nuestro país cada día mejor? El futuro está en nuestras manos, no en una bola de cristal mágica, dijo el papa Francisco. La caridad de Cristo nos urge, enseña San Antonio María Claret.
Fabio Rivas

La culpa no es de Trump

Al aproximarse las elecciones a la Presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump está allí, agitando la mano. Sus declaraciones incendiarias no son noticia nueva. Lleva treinta largos años haciéndolas. El problema es que hace tres décadas uno podía decir que los mexicanos eran una basura y a uno le aplaudían del otro lado de la frontera. Descalificar a Donald Trump, como lo han hecho todos los medios de comunicación latinoamericanos, periodistas, líderes de opinión, celebridades e incluso el presidente Barack Obama, es dignificarlo.
Trump es el más consciente de todos en que jamás será presidente. Incluso si tuviera posibilidades reales, montaría otro circo para desalentar a sus seguidores: ser presidente es una responsabilidad mayúscula y absorbente que no estaría dispuesto a tomar para sacrificar su decadente estilo de vida. Sin embargo, en su demonizado discurso hay al menos una verdad que tendríamos que aceptar, recibir como gancho al hígado, aunque duela, y hacer algo al respecto: “Estados Unidos se ha vuelto un basurero de los problemas de todo el mundo”, dijo. Puede que el calificativo basurero sea un exceso, pero el resto de la frase es tan real como el muro que divide a su país de México.
Me pregunto qué ocurriría si por un prodigioso accidente se desatara un virus que exterminase a todos los políticos, y, por consecuencia natural, México se convirtiera en un país desarrollado. ¿Acaso los mexicanos seríamos tan bondadosos para abrir nuestra frontera sur y darle asilo y trabajo al resto de los millones de latinoamericanos que escapan de la pobreza e injusticia social de sus países?
Bueno sería que con ese mismo ardor con el que queremos despellejar vivo a ese magnate extranjero lenguaraz, le exigiéramos resultados a los verdaderos culpables del drama que se vive en el Tercer Mundo. Parafraseando el discurso de Trump, quienes se están burlando de nosotros, de nuestra estupidez, son los cínicos que miran cómo marcha su pueblo hacia el norte en busca de una vida que ellos no son capaces de darles porque es más fácil robar que solucionar problemas.
Rodrigo Solís, mexicano.

Un poco de filosofía

Mi amigo Eduardo Estrada publicó en la edición del sábado 25 de julio 2015 del Diario LA PRENSA, un artículo criticando al filósofo nicaragüense Alejandro Serrano Caldera, por citar un comentario de Martín Heidegger sobre un verso del poeta alemán Friedrich Holderlin (1770-1843), de que “…el ser del hombre se funda en el lenguaje, pero este solo acontece realmente en el diálogo…” En mi opinión, Estrada confunde su enfoque personal, eminentemente historicista y basado en la ética, con el enfoque metafísico u ontológico, en el que se basa el pensamiento de Heidegger en su honda preocupación e interrogación sobre el ser o esencia del hombre.
Heidegger concibe el sentido del ser como algo existente, que no está fuera del mundo, sino que se encuentra en él, como en la existencia humana se encuentra el hombre. El hombre se da cuenta de que todas sus esperanzas y proyectos están limitados por la muerte, lo que lo lleva a pensar que es un ser “arrojado al mundo para morir en él”, por lo tanto es un ente sin ninguna razón para existir. El ser es solo presencia, es la existencia misma que hay que afrontar para poder adquirir un auténtico sentido del ser y de la libertad.
Para el filósofo español Xavier Zubiri, la inteligencia del hombre (el logos) es la que le permite aprehender todas las cosas como reales. Es la capacidad de razonamiento la que le permite pasar del entendimiento racional al conocimiento. Mediante la razón se conoce de verdad lo que es la realidad y se alcanza el sentido de la existencia humana como ligada y abierta a la trascendencia. Xubiri plantea una metafísica del hombre en relación con lo otro, con el otro, es una metafísica de la alteridad, en la cual el hombre es un ser personal social, moral, cultural, que crea su mundo dentro del conocimiento de su realidad.
Para el escritor mexicano Octavio Paz (1914-1998), “el hombre es inseparable de las palabras. Sin ellas, es inasible. El hombre es un ser de palabras. Y a la inversa: toda filosofía que se sirve de palabras está condenada a la servidumbre de la historia, porque las palabras nacen y mueren, como los hombres. Así, en un extremo, la realidad que las palabras no pueden expresar; en el otro, la realidad del hombre que solo puede expresarse con palabras.
La palabra es el hombre mismo. Estamos hechos de palabras. Ellas son nuestra única realidad o, al menos, el único testimonio de nuestra realidad. No hay pensamiento sin lenguaje ni tampoco objeto de conocimiento: “Lo primero que hace el hombre, frente a una realidad desconocida es nombrarla, bautizarla. Lo que ignoramos es lo innombrado”.
A la luz de estas consideraciones, la expresión “el ser del hombre se funda en lenguaje…”, adquiere un gran sentido.

José Márquez Céas

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