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Un campesino de la comunidad de Mateare, municipio de San Juan de Limay, Estelí, ara la tierra a pesar de que desde hace tres meses no llueve en esa zona. LA PRENSA/O. NAVARRETE

“Se está sembrando en seco”

San Juan de Limay es como un pozo seco y marchito. Para llegar a este municipio, que está a 44 kilómetros al noroeste de Estelí, hay que bajar por la montaña y cuando se llega a la parte llana, el paisaje es yermo, desolador.

San Juan de Limay es como un pozo seco y marchito. Para llegar a este municipio, que está a 44 kilómetros al noroeste de Estelí, hay que bajar por la montaña y cuando se llega a la parte llana, el paisaje es yermo, desolador.

La carretera hasta el pueblo está flanqueada por plantíos de maíz marchitos y abandonados, intercalados con campos arados, que se cuartearon después de tres meses de sequía, y con una que otra res, todavía recia, que se atraviesa por el camino.

En Mateare, la comunidad que está tres kilómetros antes de entrar al pueblo de Limay, las casas parecen abandonadas. En muchas de ellas, los hombres han adelantado su ciclo de emigración que generalmente se deja para otras épocas del año. Muchos se han ido a Costa Rica y El Salvador.

SE VAN BUSCANDO LA ESPERANZA

El esposo de Eduarda Canales Lira se fue hace unas semanas hacia El Salvador y uno de sus hijos agarró para Costa Rica. Ambos se marcharon cuando vieron que ya no iba a crecer el maíz que se sembró. “Con esta sequía se perdió todo, todo. Aquí no ha llovido”, dice Canales Lira sentada en una de las cuatro sillas y taburetes que están en la entrada de la casa debajo de un alero.

Con Canales Lira está su yerno, José Esteban Rodríguez, quien también perdió lo que sembró e intentó irse a Costa Rica, pero le negaron la visa en el Consulado tico porque en su estadía anterior se le venció la visa y cuando pasó por la frontera lo marcaron. Ahora le dijeron que puede volver a pedir la visa en diciembre. “Así que ni con pasaporte se puede ir uno, mejor irse mojado”, comenta Rodríguez con una gran sonrisa.

No solo de esta casa se han ido algunos hombres a trabajar a otras partes, en el resto del caserío está pasando lo mismo.

Valeria Úbeda Romero, campesina de Santa Lucía, municipio de Condega,  lava ropa en lo que fue el río Pire, ahora lleno de piedras y maleza. LA PRENSA/O. NAVARRETE
Valeria Úbeda Romero, campesina de Santa Lucía, municipio de Condega, lava ropa en lo que fue el río Pire, ahora lleno de piedras y maleza.
LA PRENSA/O. NAVARRETE
SEMBRÓ Y PERDIÓ

“Algunos se van y a los ocho días se regresan porque dicen que está parejo, que tampoco hallan trabajo en esos lados y entonces vuelven peor que como se fueron, porque se endeudaron para irse”, comenta Juan José Castellón, habitante de Mateare.

Castellón también sembró y perdió. Al lado de la casa plantó menos de un cuarto de manzana de maíz y las mazorcas no crecieron más que su dedo índice. Una parte se quemó por el sol y la falta de agua y con la otra parte arrasaron las vacas que está sacando a pastar cada vez más lejos. “Hasta allá las estoy llevando”, dice y señala las faldas de un cerro pelado con algunos parches verdes donde las reses hallan qué comer. A pesar de todo, Castellón, quien tiene un pequeño sistema de riego, dice que sacó para el consumo de la casa unos tres sacos de maíz de esa huerta amarillenta y varias docenas de sandías que tiene a la venta.

GOBIERNO SIN APARECER

“Algunos están sembrando en seco”, dice Castellón y se refiere a los terrenos que se ven arados a pesar de la sequía. Él cree que es un arma de doble filo, porque “si no llueve van a perder doble”, agrega este pequeño productor, quien no recuerda haber visto a nadie del Gobierno por el caserío, solo a un muchacho de la Alcaldía que pasó preguntando por las pérdidas.

Para Castellón una solución a mediano plazo es la instalación de sistemas de riego y pozos perforados. “Más adelante hay una tabacalera y no les falta el agua porque tienen pozos”, afirma.

REPARTEN A SU GENTE

“Hacen censo, pero luego no le dan nada a uno, solo entre ellos se reparten. Así fue el año pasado que también se perdió la cosecha de primera”, comenta Eduarda Canales Lira. La mujer recuerda que esa vez algunas familias recibieron una provisión de arroz, frijoles, azúcar, dos litros de aceite. Pero insiste en que solo beneficiaron a sus allegados, “solo les dan a su misma gente”, afirma esta mujer de 48 años, a quien últimamente su esposo que está en El Salvador le ha comentado que se va a regresar porque “allá está muy peligroso”.

Alrededor de Canales Lira están tres hijos, un yerno, una nuera y una pequeña nieta de 6 meses de nacida. Dos de los muchachos, Vladimir y José Rosas, trabajan en la huerta de un vecino, quien les ha dado trabajo llevando a pastar a unas reses y desgranando un poco de maíz que recogió. José Rosas, de 22 años, dice que no hay más que hacer y que por ahora no pretende irse del caserío, como lo está haciendo la mayoría de los hombres de su edad.

Juan José Castellón Espinoza, campesino de la comunidad de Mateare,  municipio de San Juan de Limay, Estelí, con su cosecha perdida. LA PRENSA/O. NAVARRETE
Juan José Castellón Espinoza, campesino de la comunidad de Mateare, municipio de San Juan de Limay, Estelí, con su cosecha perdida.
LA PRENSA/O. NAVARRETE
BAJA EL PRECIO DEL GANADO EN ÚLTIMAS SEMANAS

A la par de la sequía, lo que más aflige a Nelson Centeno, de la comunidad Las Cañas, en San Juan de Limay, es la baja en el precio del ganado en las últimas semanas. “Una vaca la pagaban a 17,000 y ahora el precio cayó hasta 12,000 córdobas”, dice Centeno, un agricultor que ha pasado su vida yendo y viniendo desde Costa Rica. Con lo que ha recogido se ha comprado unas cuantas vacas, siembra pequeñas parcelas de granos básicos que, como la gran mayoría en esta zona, también perdió. “Ahorita está feo el asunto del ganado”, comenta Centeno y explica que se estaba vendiendo ganado hacia Honduras, pero que hace poco pararon la venta de animales hacia el vecino país, según él, porque el Gobierno necesitaba más ganado para cumplir acuerdos con México.

“Y México lo paga más barato”, dice un poco preocupado, porque el agua y la comida se escasean para las reses y pronto bajarán de peso y así, pronostica, bajarán todavía más de precio. “Al pobre es al que más lo friegan”, dice Centeno mientras termina de comprar tres varas de manila en la pulpería de Juan Bautista Martínez, en San Juan de Limay.

Martínez no se muestra menos afligido que Centeno por la situación en general. “La ventaja es que el año pasado hubo cosecha de primera, poca, pero hubo”, dice. Otros comentan que la de primera fue mala, pero que luego se sacó de postrera. Este año ya se perdió la primera, ahora la esperanza se concentra en la próxima cosecha.

“El otro día vino un hombre y me pidió que le diera fiado cien pesos y se los di, imagínese ¿qué puede llevar alguien con cien pesos para una casa? Poquito de arroz, de azúcar, poquito nada más. Si vuelve y me paga, bien, sino, ni modo, ese hombre estaba bien angustiado por la situación”, comenta Martínez.

Mientras se deja Limay y se atraviesa Pueblo Nuevo aparecen algunos contrastes. Se siguen viendo los plantíos marchitos y se reproducen luego en caseríos de San Diego y Santa Lucía en Condega, que por momentos parecen comarcas fantasma, porque gran parte de la gente se ha ido a otra parte. Llegando a Pueblo Nuevo asoman algunos cultivos con sistemas de riego y ventas de uvas cosechadas en la zona y vendidas a orillas de la carretera. Pero ante todo —a la población, a los cultivos, a las reses— se sigue careciendo de un recurso, cada vez más escaso: el agua.

La familia integrada por Eduarda Canales Lira, de la comunidad de Mateare,  municipio de San Juan de Limay, Estelí, se lamenta por la sequía que acabó con sus cultivos de maíz y frijol para el consumo del hogar.  LA PRENSA/OSCAR NAVARRETE
La familia integrada por Eduarda Canales Lira, de la comunidad de Mateare, municipio de San Juan de Limay, Estelí, se lamenta por la sequía que acabó con sus cultivos de maíz y frijol para el consumo del hogar.
LA PRENSA/OSCAR NAVARRETE
FRIJOL Y MAÍZ SE COSECHARON EN ZONAS ALTAS DEL MUNICIPIO DE CONDEGA

En el municipio de Condega, que también es parte del Corredor Seco de Estelí, pero que tiene dos microclimas, gran parte de la cosecha de primera se perdió en las zonas bajas. Mientras que en las altas, se cosecharon maíz, para autoconsumo, y frijol. Los pequeños productores obtuvieron entre el 70 y 75 por ciento de la cosecha de frijol, dice Mauricio Peralta, gerente de la cooperativa Multifuncional 27 de Junio Paz y Reconciliación, que trabaja con 450 productores de Condega, Telpaneca, Estelí, Pueblo Nuevo y comunidades de Yalí.

Peralta dice que ese buen resultado de la cosecha de frijol de primera va a permitir mantener el precio para el pequeño productor. En estos días esa cooperativa provee de frijol al Programa Mundial de Alimentos (PMA) que está comprando 3,300 quintales de frijol, por el que ha pagado entre 1,350 y 1,400 pesos el quintal, mientras que el frijol negro lo pagan a 1,050, explica Peralta, quien espera que no se cree alarma para evitar la especulación con los precios del frijol.

“El productor está esperanzado con la postrera”, dice Peralta y agrega que los primeros cinco días de septiembre son decisivos para tener una idea de si habrá postrera o no. Sobre la lluvia dice que el lunes lloviznó en esta zona y el martes al final de la tarde cayó otro aguacero en la zona de Condega, Palacagüina y Somoto.

A pesar de la lluvia esperanzadora y la cosecha de frijol, algunos campesinos de las partes bajas de Condega lamentan sus pérdidas. Justo Guevara, de 60 años, quien se traslada a pie, con un machete en la mano, a pocos metros del río Pires, convertido en un lecho de piedras, perdió dos manzanas en las que había invertido unos 2,500 córdobas entre insumos y semillas.

Guevara, quien no posee tierras, iba a medias en la siembra con un amigo suyo. No va a quedarse a intentar la siembra de postrera, dice este habitante de Santa Lucía, comunidad situada en partes bajas a tres kilómetros de Condega.

El campesino dice que para sobrevivir se irá a buscar trabajo en haciendas cafetaleras. No es la primera vez que emigra. Ya le tocó emigrar una vez de Ducuale Grande hasta aquí, a Santa Lucía, por el huracán Mitch, en 1998. Es la única alternativa que se le ocurre para sobrevivir.

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COMENTARIOS

  1. Tito
    Hace 9 años

    Es un error en este momento salir hacia otro país sea El Salvador o Costa Rica en estos lugares se esta igual no ha llovido y las cosechas se perdieron de igual forma y ahora las autoridades de migración están tallando mas ahora ni con cédula de residencia consigue trabajo uno

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