Bob Marley, por favor, tócanos una melodía, que Nicaragua ha quebrado la lógica.
Nicaragua ganó 3-2 a Jamaica. Los herederos de una pasión gorda de esperanzas y flaca de satisfacciones han conseguido una verdad grandiosa. Nuestros próceres deportivos han salido a la luz contra todo pronóstico. Nada los aplasta. Nada los silencia, con sol, viento, lluvia o calor, allí estaban ellos, que en cada partido se jugaban una historia y este produjo la suya. Se ganó afuera con goles de Rosas, Chavarría y Galeano, en Kingston, Jamaica, pero además se puede hablar de una producción convincente en lo futbolístico y en lo anímico.
Un primer tiempo milagroso, de aquellos que se colocan en una vitrina y se apegan a la memoria histórica de una nación. Nicaragua en los primeros minutos lució serena, sin inhibiciones ni complejos. Jamaica era la que danzaba desorientada, sin fondo ni forma, sin el balón y replegados a los despliegues de la Azul y Blanco, que al minuto 3, después de un centro del mexicano nacionalizado nicaragüense, Manuel Rosas, el defensor Kemar Lawrence bajó el balón con la mano y el salvadoreño Marlon Mejía decretó la pena máxima: penalti.
Manuel Rosas colocó el balón en el punto de sentencia, corrió hacia él y con la zurda bien domada, con suavidad y colocación engañó al arquero André Blake, quien buscó a su izquierda y el balón rodaba en globo hacia el lado contrario.
Nicaragua adelante 1-0, el optimismo era el factor cabal, se empezaba la hazaña, de aquellas proezas como sostener el mundo con un dedo y cuatro minutos posteriores, Carlos Chavarría, ese fideo que con un soplo es derribado, recibió un pase mortífero de Norfran Lazo y calló el Estadio Nacional de Jamaica.
Chavarría no titubeó, las especulaciones de un novato no existieron, solamente la seguridad de un talento en desarrollo. Un zarpazo de derecha rasante, enano a la orilla del césped la estrelló con el poste derecho y entró con la gloria de una nación.
¡QUÉ JUGADA DE BARRERA!
En el arranque del segundo tiempo apareció el mejor jugador de Nicaragua, Juan Barrera, hizo un desborde de antología, dejando convertido en piedra en el suelo al defensor y capitán de Jamaica, Rodolp Austin, Barrera envió un centro letal a Luis Manuel Galeano que metió la pierna y clavó el gol compartido al minuto 47. Nicaragua goleaba 3-0 a Jamaica. El mismo equipo que fue despreciado por todos los países del mundo para foguearse estaba dejando sin reggae a la isla caribeña.
CÓMO SE SUFRIÓ
Los grandes resultados necesitan el ingrediente de sufrimiento. En los muchachos de la Selección ya no había aire, pero había un factor cabal e inflexible, como es el corazón, la inspiración, el alma tomó forma en el terreno de juego; sin embargo entre tantas llegadas de Jamaica y tantas atajadas de Justo Lorente, consagrándose como sinónimo de seguridad y haciendo olvidar a Denis Espinoza, los jamaiquinos aprovecharon el desorden defensivo y a través de Darren Mattocks al 68 descontaron, mientras que en medio de la presión que ejercían volvieron a abrir el cerrojo defensivo y anotar por medio de Adrián Mariappa al 77’.
De ahí en adelante fueron los minutos más largos de la eternidad, donde Justo Lorente evitó que el resultado más glorioso de la historia del futbol nacional se disipara.
Cuando se cumplió el tiempo de compensación, había terminado todo, la hazaña se había consumado, los jugadores se graduaron con un rival que les permitió un gol a la Argentina de Messi, un gol al Uruguay de Cavani y eliminó a Estados Unidos.
Grande Justo Lorente, Josué Quijano, Manuel Rosas, Fernando Copete, Jason Casco, Marlon López, Franklin López, Juan Barrera, Elvis Pinell, Norfran Lazo, Carlos Chavarría, Luis Galeano, Daniel Cadena y por supuesto, el gestor y líder de la orquesta nacional Henry Duarte, el tico que ha convertido un sueño oscuro a una hermosa realidad.
¡Por favor, Bob Marley! Tócanos otra melodía.