Al cielo de San Juan de Oriente, Masaya, le cuesta decidirse. La tibieza del sol es casi tierna y las nubes coquetean con él tapándolo cada media hora. Llovizna a las 3:00, hace sol a las 3:30, llovizna de nuevo a las 4:00 y ya aparecen los rayos portadores de la última luz del día. Alberto José Bracamontes Munguía aprovecha la claridad y termina de pintar una Virgen de Guadalupe hecha de barro. La artesanía fue su trabajo cuando era niño y es su trabajo ahora. Entre ambas etapas de la vida, el ex Cachorro del Ejército Popular Sandinista (EPS) mató y sobrevivió durante la guerra de los ochenta.
“Yo caminaba siempre un tiro en la pechera. Siempre. Un tiro para mí. Yo no iba a dejar que la Contra me agarrara porque vi unos muchachos que la Contra los operó. Les hicieron el corte chaleco. Los rajaron aquí a los costados del abdomen y les metieron las manos y los zurcieron. Su pene se lo metían en la boca. Ellos estaban claros de lo que iban a hacer. Por eso yo caminaba mi tiro”. Baja la mirada y golpea un costado de la silla una, dos, tres veces. Pide perdón por llorar. Pide perdón por si le cuesta hablar.
Apodado “Maguín” desde pequeño, Alberto Bracamontes se enlistó en el Servicio Militar a comienzos de 1986 para salir de eso lo antes posible. “Yo tenía idea todavía de estudiar, pero con esa vara del Servicio no se podía, porque lo sacaban a uno de donde estuviera. Había una gente de Prevención que su tarea era agarrar a cualquier chavalo que encontraran en la calle. Yo fui a cumplir mis 16 años a la montaña”.
La Ley establecía 17 años como la edad mínima para incorporarse obligatoriamente al Servicio Militar.
El gobierno sandinista, apoyado por Cuba y la Unión Soviética, reclutaba a miles de jóvenes para integrarlos a los Batallones de Lucha Irregular (BLI) del EPS. El enemigo era la Contrarrevolución o la Contra, financiada por los Estados Unidos. A “Maguín” lo ubicaron en el BLI Santos López. “Uno de los mejores BLI”, suelta el veterano. “Porque no nos vivía vergueando la Contra. Había unos BLI que los vivían vergueando a cada rato. El de nosotros se paraba con huevos”.
10 años duró el trauma de “Maguín”. No podía dormir sin tener pesadillas y aún hoy llora ante el mínimo recuerdo de aquellos días.
En las faldas de Capire
Para “Maguín”, la vida en el EPS fue dura desde el comienzo. Recibió su entrenamiento en Ocotal junto con sus cuatro mejores amigos, provenientes todos de los artesanales Pueblos Blancos, pero ellos fueron ubicados en un BLI y él en otro.
El suyo se mantenía cerca de los campamentos enemigos en Honduras y en más de una ocasión la misión de su pelotón era vigilar el campamento Contra de Capire, en el departamento de El Paraíso, Honduras, a 14 kilómetros de la frontera norte de Nicaragua. Ahí estaba el segundo Comando Estratégico de la Contra, el otro era el campamento de Yamales.
“Llegamos a los cerros de Capire y nosotros cagados de miedo. Mirábamos el cachimbo de Contras caminar de arriba abajo. Apenas recogíamos un poco de información nos íbamos, pero en una de esas supimos que venía una exploración de ellos e íbamos rápido borrando las huellas con ramas. Cuando llegamos a nuestro campamento era casi de noche y nos soltamos en llanto. El jefe de compañía nos decía que éramos mierdas, que éramos maricones”.
Cuando habla de los dos años y dos meses que pasó en las montañas, Alberto Bracamontes puede describir con exactitud algunas anécdotas, pero al pensar en otras sus lágrimas son incontrolables. Con los ojos húmedos y la respiración entrecortada, dice:
“Tuvimos intentos de matar al jefe de compañía. Él cometía demasiados abusos. Humillaba a los chavalos. Nosotros respondíamos en cualquier terreno, pero siempre éramos marginados por él. En ese BLI quedé lisiado de la mente y del corazón. Con ese jefe tuvimos que degollar a muchos Contras. Y cuando había que hacerlo, yo era el primero que pegaba el puñal. No medía las consecuencias que tendría en el futuro. A mí se me calentaba la sangre. Tal vez si usted era mi amigo y lo mataban, yo me sofocaba y mataba al hombre. Y nuestro jefe era especialista en eso. Caminaba como con dos argollas unidas por un nylon y los degollaba de un solo…”.
Pasaron diez años para que “Maguín” pudiera dormir sin pesadillas ni sobresaltos. Durmió en la sala de su casa por mucho tiempo y despertaba con el menor ruido. Y cuando lograba dormir soñaba con la muerte. Ahora hace silencio, bebe agua, se voltea hacia la ventana, pero su mirada está perdida.
“Cuando recuerdo comienzo a llorar, me quedo trabado. Lisiado de guerra no solo es el que quedó coto. Nosotros somos lisiados en la mente y en el corazón. Por ver tanto”. Alberto Bracamontes, ex Cachorro.
La muerte de la niña campesina
En la red social YouTube hay un reportaje de Univisión llamado Emboscada al BLI Santos López en Planes de Vilan (Jinotega), del periodista peruano Guillermo Descalzi.
El material es de 1987 y muestra el peor recuerdo de Alberto Bracamontes en la guerra. Un combate en una comarca dejó muerta a una niña de 13 años. En el video una campesina dice que la infante estaba en la huerta y un proyectil le entró por un costado del tronco. Las imágenes muestran la vela de la pequeña y el sufrimiento de su familia, que no sabe si fue la Contra o el EPS que le dio muerte. “Maguín” sí lo sabe.
“Yo fui ametralladorista. Fui de todo ahí”, comienza. “Y que me perdone Dios por esto que voy a contar… Sí, ya yo le pedí perdón a Dios… Además yo no anduve ahí por gusto. Una vez veníamos bajando una loma. Miramos que de la loma opuesta venían bajando soldados también y había un pueblo, Planes de Vilan. Al jefe de pelotón le dijeron que esos eran del BLI Juan Pablo Umanzor, entonces no hice nada. Yo andaba una PKM (Ametradalladora rusa Kalashnikov, con cadencia de tiro de 650 por minuto) y a nosotros nos daban una pastilla que le decíamos ‘cara de soplador’ (relajante muscular Carisoprodol). Una era fuerte, ya dos eran droga y tres ni digamos. Yo me acababa de tirar tres pastillas, estaba fundido. En eso nos comunican por radio que descachimbemos a esa gente, que no son BLI, que son Contras. Le pongo una cinta de 200 a la PKM y comienzo Bam-bam-bam-bam-bam. La ametralladora hijueputa. Y aquellos Contras caían. Unos se fueron rodeando una casa que había donde termina la loma y dejé de disparar porque podía haber gente ahí. ‘Ponele la ametralladora’, me decía el jefe, ‘¡que le des!’ Entonces lo hice… Rafaguié esa casa… Por orden, no por gusto… (golpea la silla). Fue la guerra. La guerra mandada por ellos. Ahora ellos están deacachimba bien sentados y uno es el que está traumado. Se han olvidado completamente de nosotros y vamos a vivir con eso hasta que nos muramos”.
Llora. Cuando mira el video sale al patio y las lágrimas reemplazan aquellas balas perdidas.
Es marzo de 1988. “Maguín” tiene 18 años y regresa a casa. El mismo sol tibio calienta las casas blancas en San Juan de Oriente y las artesanías colorean las aceras. Antonia Bracamontes grita, emocionada:
—¿¡Estoy soñando o sos vos!?
—Soy yo, mamá, ya vengo de viaje. Vengo a quedarme. Esto se acabó.
Ambos lloran. La madre abraza al hijo, lo sujeta del cabello, no quiere soltarlo. No todas las lágrimas son malas.