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Sembrando en seco y en lo ajeno

Vilma Mercedes Larios Paniagua lleva más de la mitad de su vida trabajando la tierra. En la comarca El Comején, Masaya, alquila una manzana de tierra que le cuesta 2,500 córdobas y en ella produce yuca, plátano, maíz y hortalizas. O más bien producía. Desde el año pasado para ella todo ha sido pérdidas.

Vilma Mercedes Larios Paniagua lleva más de la mitad de su vida trabajando la tierra. En la comarca El Comején, Masaya, alquila una manzana de tierra que le cuesta 2,500 córdobas y en ella produce yuca, plátano, maíz y hortalizas. O más bien producía. Desde el año pasado para ella todo ha sido pérdidas.

Producto de la sequía instalada en el país desde el 2014, Larios y otras 35 productoras de la Comisión de Mujeres Rurales de Masaya han tenido que dedicarse a otras actividades como la crianza de gallinas o la venta de tortillas para mantener a sus familias.

Larios es madre de tres hijas y no es dueña de la tierra que trabaja, por lo que al perder la cosecha también pierde la inversión que hizo en alquiler.
“Desde el 2014 estamos con este problema y todavía este año han sido más grandes las pérdidas. Muchas de nosotras con las primeras lluvias iniciamos a preparar la tierra con la esperanza de que el invierno se instalara y poder nosotros sembrar nuestro cultivo. Se sembró pero las semillas no germinaron entonces fue un fracaso totalmente.

Perdimos las semillas, perdimos la mano de obra, lo que se le paga al arador y lo que dimos del dinero de alquiler, porque al dueño no le interesa si cosechamos o no”, narró Larios.

Al igual que Larios, mujeres de varias zonas del país que alquilan tierras para producir han resultado afectadas por la sequía.

Las productoras en esta situación expusieron que sus principales problemas además de la falta de tierra propia son el poco acceso al agua y la presencia de monocultivos como la caña y el maní que “con sus riegos a gran potencia nos limita que llegue agua a nuestros pozos”, afirma un comunicado de la Coordinadora de Mujeres Rurales, organización que aglutina a las mujeres productoras sin tierras propias.

Para Ninoska Martínez, de San Juan de Las Pencas en Somotillo, Chinandega, el sistema de riego ha sido su vía para “sobrevivir”.
Martínez junto con su esposo alquilan una manzana de tierra para producir. Este año, además de las pérdidas que les dejó la sequía, los fuertes vientos que se produjeron en occidente le generaron unos cinco mil córdobas en daños, ya que entre treinta y cuarenta matas de plátano se cayeron.

Para poder mantener a su familia, Martínez ha tenido que trabajar en fincas cercanas ganando entre cien y 120 córdobas al día haciendo labores de campo. Según ella, en su comarca solo unas diez familias son propietarias de las tierras que trabajan.

María Lucrecia Reyes Ramírez, productora en Cofradía, Nindirí, solicitó al Estado “como mujer rural, que sembramos la tierra, que ponga una partida presupuestaria para la compra de tierra. No queremos tierras regaladas, nosotras vamos a pagar la tierra, somos mujeres que trabajamos y aportamos a la economía”.

LEY PARA MUJERES

Las mujeres productoras que no son dueñas de las tierras que trabajan demandaron la implementación de la Ley 717, Ley Creadora del Fondo para Compra de Tierras con Equidad de Género para Mujeres Rurales. Esta ley que establece la creación de un fondo de crédito, cuyo capital inicial debe ser establecido en la Ley Anual del Presupuesto General de la República, garantizará beneficiar a mujeres productoras. La Ley 717 fue aprobada en 2010, pero después de cinco años sigue sin ejecutarse.

95% de la cosecha que se esperaba en el occidente del país se perdió por la falta de lluvia durante el periodo de siembra de primera, según informó el Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales.

 

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