Estamos en 1902, a 12,500 kilómetros de México, en un país llamado Líbano. La orilla oriental del Mar Mediterráneo pertenece al Imperio Otomano y se reclutan a niños para enlistarlos en el ejército. Dispuestos a que sus hijos crezcan lejos de las armas, Gantus Slim y Nour Haddad envían a Julián Slim Haddad, de 14 años, al otro lado del mundo para reencontrarse con sus hermanos que partieron unos años atrás. Va al país de la bandera verde, blanca y roja, con un águila y una serpiente como escudo. Va sin saber español. Cuatro décadas más tarde nacerá Carlos, hijo de Julián, y siete décadas después la revista Forbes lo ubicará como el hombre más rico del planeta. “Yo no soy el más rico”, corregirá con humor el magnate mexicano. “Soy el más sabroso”.
Carlos Slim, hoy con 75 años, encabezó la lista del hombre más adinerado del mundo por casi 2,000 días, hasta el pasado mes de febrero. La última publicación anual de la revista estadounidense de finanzas Forbes , que está más pendiente de cada dólar que entra y sale de los bolsillos de los multimillonarios que ellos mismos, puso a Slim (con una fortuna de 77 mil millones de dólares) por debajo de Bill Gates, cofundador y dueño de Microsoft. Pero al mexicano esto lo tiene sin cuidado. “No es una competencia, no estoy jugando futbol”, ha dicho en reiteradas ocasiones el propietario de América Móvil (cuarta empresa de telecomunicaciones más grande del mundo), y del conglomerado de empresas Grupo Carso. Y en junio de 1994, cuando su apellido de origen árabe aún no sonaba a lo largo y ancho del continente americano, se aventuró a aconsejar en una carta abierta a estudiantes universitarios: “Al final (de la vida) nos vamos sin nada”.
La vida de este “Rey Midas” latino no está llena de controversias públicas ni casos de corrupción conocidos. No posee una lista de acrobacias amorosas y su rostro no es portada recurrente en revistas de chismes. Disfruta de cosas simples como los antojitos de su tierra natal, a base de maíz y frijoles, pero también se deleita con el arte fino y ostenta una inmensa colección privada de esculturas del artista impresionista francés Auguste Rodin. El multimillonario posee tantas y tan diversas empresas que se dice popularmente que es imposible estar un día en México sin engordar su estado de cuenta. La telefonía móvil y fija del país son suyas, pero el monopolio es apenas cuestionado por algunos periodistas mexicanos que trabajan para medios que no se benefician con los millones que las empresas del magnate invierten cada año en canales de comunicación masiva.
Slim, dueño de la marca de telefonía y comunicaciones Claro (parte de América Móvil), visitó Nicaragua el pasado jueves, invitado por el presidente inconstitucional Daniel Ortega, con quien, al igual que sus homólogos de América Latina, sostiene buenas relaciones. El magnate es capaz de cultivar simultáneamente amistades con mandatarios tan dispares como George Bush y Fidel Castro, y para el periodista Jon Lee Anderson, del New Yorker, es “el único personaje interesante del México contemporáneo junto con el Chapo Guzmán”. Esta es la historia de un hombre detrás de un imperio. Uno de los más poderosos del mundo.
DE TAL PALO TAL ASTILLA
Lo que Carlos Slim sabe, él mismo lo reconoce, se lo enseñó su familia. Y en especial su padre. Julián Slim Haddad cruzó el Océano Atlántico en barco y llegó al puerto de Veracruz en 1902. No tenía 15 años ni sabía decir “hola” en el idioma de su nuevo hogar. Se reunió rápidamente con sus cuatro hermanos en la ciudad de Tampico, estado de Tamaulipas, y en 1911 se instaló con ellos en la Ciudad de México, que contaba con un millón de habitantes en un país de poco más de 15. Junto a su hermano José, 13 años mayor que él, Julián fundó la sociedad mercantil “La Estrella de Oriente”, en honor a su lejana tierra en la ribera este del Mediterráneo. La inversión inicial fue de 25,800 pesos de la época y cada hermano puso la mitad. En el almacén se vendían productos variopintos que siempre tuvieran demanda. Comidas secas, especias, telas, ropa… Y su ubicación, a unas cinco cuadras del Zócalo y la Catedral Metropolitana, era envidiable.
Tres años después de inaugurado el negocio, Julián le compró la otra mitad a su hermano en 30,000 pesos mexicanos. Y una década luego, tenía un consorcio de tiendas que valían más de 30 millones de dólares actuales. Su secreto, según el sitio web oficial de Carlos Slim, era vender a grandes volúmenes con márgenes reducidos de ganancia y facilidades de pago. Algo muy actual. En 1926, se casó con Linda Helú, una mexicana hija de libaneses, y el 28 de enero de 1940, en la capital de México, nació Carlos Slim Helú, tercero de los seis hijos de la pareja.
Desde pequeño, su padre le dio a él y a sus hermanos una libreta de ahorros para calcular el dinero que les daba los domingos. Cuánto entraba, cuánto salía y cuánto quedaba. Carlos comprendió todo muy rápido y a los 12 años adquirió 30 acciones en el Banco Nacional de México. Su padre, protagonista de la historia del inmigrante que llega sin un peso a un nuevo mundo y se hace millonario, murió de forma repentina al año siguiente, pero el ascenso de Carlos hasta convertirse en el hombre más rico del planeta había comenzado.
UN PAÍS EN MANOS DE UN HOMBRE
Hay que destacar, no obstante, que para Slim, al menos cuando habla en el ámbito público, las cuentas y las listas de ricos no son importantes. En mayo de 2013, Larry King, el legendario entrevistador estadounidense (exempleado de CNN y socio actual de Slim en el canal de televisión por internet Ora TV), sostuvo una conversación con el empresario mexicano y tocaron el tema.
—¿Qué siente cuando ve escrito: “Carlos Slim, el hombre más rico del mundo”? —preguntó Larry.
—Nada, eso es irrelevante —respondió el magnate.
—¿Qué es la riqueza para usted?
—La riqueza es un instrumento para crear bienestar en la sociedad. El desafío que tenemos es velar por el desarrollo de nuestros países. Yo pienso en América Latina. Quiero crear compañías que ayuden al desarrollo de la región. En urbanismo, construcción, infraestructura, creación de empleos…
Y luego cambian el tema. Pero este discurso es el que el multimillonario ha mantenido en los medios de comunicación del mundo entero desde el comienzo. La pregunta se hace y se rehace. “¿Qué se siente ser el más rico del mundo?” La respuesta no varía. Para él lo normal es tener los pies sobre la tierra, dice a Larry King. Y lo irregular, agrega, son las personas que los despegan.
En 1961, siendo ya un hombre, Carlos Slim Helú concluyó sus estudios como ingeniero civil en la Universidad Nacional Autónoma de México, y en 1965, fundó la Inversora Bursátil, que junto con la creación de Inmobiliaria Carso (llamada así por la combinación de su nombre y el de su novia, Soumaya), comenzó a asentar las bases de lo que sería años más tarde el poderoso Grupo Carso. En 1966, con 26 años, Carlos se casó con su pareja de 17, Soumaya Domit Gemayel, también de origen libanés, y con ella tuvo seis hijos: Carlitos, Marco Antonio, Patrick, Soumaya, Vanessa y Johanna.
Entre 1967 y 1990, Carlos Slim fundó, adquirió y presidió empresas de bienes raíces, de maquinaria pesada para vender y rentar equipos de construcción, de minería, de impresiones a gran escala, de comercio de alimentos y tabaco, de metales, de neumáticos, entre otras. Compró Seguros de México y se convirtió en accionista mayoritario de transnacionales como Firestone, British American Tobacco, Anderson Clayton y Hershey’s. Y el 19 de diciembre 1990, el ingeniero hizo en sociedad la transacción que le cambió la vida: se adueñó de Teléfonos de México (Telmex).
Por aquellos años la empresa se ubicaba en el puesto 62 de compañías de telecomunicaciones, solo por encima de Haití, indicó a CNN en 2011 Héctor Slim Seade, sobrino de Carlos Slim y director general de la empresa en la actualidad. “Seis u ocho años después Forbes nos califica como la número uno”, recuerda. Hasta la fecha, el total invertido para transformar la empresa en lo que es hoy Telmex, ha sido 32 mil millones de dólares. ¿El resultado? Ser prácticamente la única distribuidora del servicio de telefonía en un país de más de 120 millones de habitantes.
La revista Proceso calcula que Telmex es dueña del 90 por ciento de las líneas telefónicas fijas en el DF y fuera de la metrópolis, envía facturas a babor y estribor para el 80 por ciento de las líneas fijas de la nación. En tanto, Telcel cubre el 90 por ciento de las líneas de telefonía móvil. Un monopolio perfecto, según un artículo del diario colombiano El Tiempo.
Carlos Slim, fiel devoto de la Iglesia católica maronita, como sus padres, poseía 63 mil millones de dólares en agosto de 2015, según la última actualización en tiempo real de Forbes . Más de 180 empresas de toda clase son suyas y tiene participaciones accionarias en otras 40. Sus empresas, únicamente en su país natal, generan unos 220 mil empleos directos y más de 500 mil indirectos. Según una publicación de El Tiempo, el número y la variedad de empresas del magnate hacen que en México, cuando se come, cuando se habla por teléfono, cuando se fuma, se ve televisión, se navega en internet, se lee una revista, se va al banco, se compra ropa y se usa el celular, se le está dando dinero a Slim.
En Nicaragua la presencia del multimillonario también es notable. El Instituto de Telecomunicaciones y Correos (Telcor) reveló en 2014 que existían unas 6 millones 800 mil líneas de teléfonos celulares, de las que 3 millones 700 mil son de Claro, subsidiaria de América Móvil. Y a esto se le suman servicios de telefonía fija, televisión e internet. Este cuadro es el mismo en casi todos los países latinoamericanos.
“Un hombre de negocios puede hacer con un dólar lo que haría un político con dos o más dólares”. Carlos Slim, empresario mexicano.
UN REY INTOCABLE
Fidel Castro escribió en 2010 una carta a Carlos Slim, llamándolo “hombre inteligente”. En la carta el exmandatario de Cuba precisó que el magnate mexicano lo visitó en cada llegada suya a México y que una vez lo fue a ver a Cuba. “Me obsequió un televisor —lo más moderno entonces— que conservé en mi casa hasta hace apenas un año”, rezaba la misiva. Y Jeb Bush, exgobernador del Estado de Florida y hermano del expresidente de EE.UU., George W. Bush, viajó en 2008 a México para pedirle al entonces hombre más rico del mundo que le ayudara a rescatar de la crisis económica mundial a Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión más grande del país norteamericano. Jeb Bush habría viajado según Forbes por las buenas relaciones de su familia con Slim, y porque su esposa es mexicana.
Estos dos casos no son aislados. De hecho, Carlos Slim reveló en abril de 2015 al periodista mexicano Diego Osorno, de la revista Gatopardo , que sostenía buenas relaciones con el expresidente de México, Vicente Fox, y que el actual presidente de Bolivia, Evo Morales, le regaló unas copias elaboradas casi a la perfección de manuscritos que el revolucionario argentino Ernesto Che Guevara escribió poco antes de ser fusilado.
Son pocas las investigaciones o artículos de prensa que indagan en el “lado oscuro” de Carlos Slim, de su ascenso vertiginoso a través de la economía mundial, y de cómo sus empresas se expanden en México y Latinoamérica. El magnate posee desde enero de 2015, el 17 por ciento de las acciones del prestigioso periódico The New York Times (siendo el primer accionista individual), y de acuerdo con la publicación de Gatopardo , varios periódicos y revistas mexicanas son beneficiadas anualmente por el gasto en publicidad de las empresas del Grupo Carso, a tal punto que hay quienes se preguntan si periodistas como Carmen Aristegui o medios de comunicación como la revista Proceso o el diario Reforma, son controlados por multimillonario. En respuesta a la pregunta que Osorno le hace sobre el tema, Slim lo simplifica así:
“Pienso que Televisa tiene que decir eso porque no los controla ella. Todo lo que no controla soy yo. Ellos han hecho un esquema muy interesante. Tienen a su gente en programas raros y ahí los cooptan. Entonces, si tú te das cuenta, casi todo el mundo está en algunos programas, incluyendo a Denise Dresser, pero luego se les escapó”.
Televisa es algo así como Telmex y Telcel pero en la televisión mexicana, y Dresser es una politóloga, columnista, activista y twittera de ese país. En 2009, la autora de El País de Uno , escribió una carta abierta a Carlos Slim, reclamándole por frenar el desarrollo de México.
La carta señalaba: “Usted dice que es necesario pasar de una sociedad urbana e industrial a una sociedad terciaria, de servicios, tecnológica, de conocimiento. Es cierto. Pero en México ese tránsito se vuelve difícil en la medida en que los costos de las telecomunicaciones son tan altos, la telefonía es tan cara y la penetración de internet de banda ancha es tan baja. Eso es el resultado del predominio que usted y sus empresas tienen en el mercado. En pocas palabras, en el discurso propone algo que en la práctica se dedica a obstaculizar. (…) Usted se percibe como solución cuando se ha vuelto parte del problema”.
El pasado jueves 10 de septiembre, a las 3:00 p.m., Carlos Slim dio un discurso en el Hotel Intercontinental Metrocentro de Managua, el preferido de Hugo Chávez cuando visitaba a Ortega. La audiencia era un puñado de empresarios en su mayoría viejos, y a los medios de comunicación se les permitió escuchar por una hora las palabras que salían en tono lineal, un tanto monótonas, de la boca de Slim. El mexicano habló sobre la economía mundial y la importancia de invertir en más empleos y educación para salir adelante. Casi un discurso de cajón. Y al concluir entre estruendosos vítores, se invitó a la prensa a que saliera del salón porque iba a comenzar un coloquio entre los empresarios que aplaudían y el magnate. Imposible no pensar que ese intercambio resultó más interesante que lo dicho disponible para todos.
En las venas de Carlos Slim pasa sangre libanesa y en la historia de Líbano pasa el pueblo Fenicio. Miles de años antes de Cristo, esta civilización se valió de ingenio y armas para abrirse rutas comerciales por el norte de África y el sur de Europa, hasta ganarse el título de los más grandes mercaderes de la Antigüedad. Carlos Slim es una especie de rey fenicio en la era de la globalización. Casi 300 millones de personas están suscritas a América Móvil, la joya financiera de su vasto reino, y ya lo dijo Thomas Jefferson, el tercer presidente de EE.UU.: “No hay rey que, teniendo fuerza suficiente, no esté siempre dispuesto a convertirse en absoluto”.
CURIOSIDADES DE SLIM
El magnate es un ávido lector de biografías, libros de negocios, historia, de estadísticas de deportes y de finanzas. También lee poesía.
Es un fanático del beisbol y su equipo favorito desde niño son los Yankees de Nueva York.
Ha vivido por más de 40 años en Lomas de Chapultepec, una zona exclusiva de México DF, en una casa de seis habitaciones que, según dice, “mantiene unida a la familia porque habilita a que se den más encuentros con los hijos”.
En honor a su esposa, fallecida en 1999 por un problema renal, Slim fundó en el DF el Museo Soumaya, una joya arquitectónica que costó 70 millones de dólares.
Piensa que las personas deberían trabajar tres días a la semana, 11 horas cada uno, y dedicar los 4 días restantes para descansar e integrarse en el mercado.
Disfruta de los puros de tabaco y de los caramelos Morelia, que valen menos de un dólar.
Su fortuna equivale al 6 por ciento del Producto Interno Bruto de México.
MÉXICO EN NÚMEROS
Tiene 121 millones 700 mil habitantes.
Posee la undécima mejor economía del mundo.
45 % de sus habitantes vive en condiciones de pobreza relativa, 13 % vive en pobreza absoluta y 2 % en pobreza extrema.
25 % de la niñez mexicana vive en condiciones de pobreza alimenticia.
En los últimos dos años, se han reportado 8,000 personas desaparecidas.
En la última década, el número de casos de denuncia de tortura a manos de la Policía o las Fuerzas Armadas aumentó en un 600 %.
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