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El papa Francisco sonríe mientras es ovacionado durante la misa de canonización del fraile español Junípero Serra,en la Basílica Nacional de la Inmaculada Concepción en Washington (EE.UU.).EFE

La verdadera opinión del papa sobre el capitalismo en tres oraciones

La visión del papa sobre la economía de mercado se reduce a tres oraciones, dos de las cuales ni siquiera le pertenecen.

El papa Francisco irrita a los críticos que, viendo sus campañas contra la pobreza y el cambio climático, desearían que dejara de hacerse el economista y se limitara a la teología. El debate, que ya lleva varios meses, debería hacer eclosión ahora que el obispo de Roma inicia un viaje de seis días a los Estados Unidos.

La visión del papa sobre la economía de mercado se reduce a tres oraciones, dos de las cuales ni siquiera le pertenecen. Sí le pertenecen al Vaticano que, en los últimos 125 años, ha creado un corpus de doctrina social que tiene por objetivo defender a los pobres y vulnerables y proteger el medio ambiente natural. Las posiciones del papa Francisco y sus antecesores en cuestiones económicas en gran medida coinciden y pueden condensarse en una afirmación de cada uno de los tres últimos papas.

1. Nada de “-ismos”, somos católicos A juzgar por Twitter (nota: no juzguen por Twitter), Francisco es socialista. La verdad es que el Vaticano dice abstenerse de adherir a una determinada escuela de pensamiento económico. El papa Juan Pablo II en 1991 redactó una encíclica, o carta de enseñanza, para conmemorar tanto el centenario de la enseñanza social del Vaticano como el surgimiento de las economías de mercado en Europa tras el fracaso del comunismo. En ella, planteaba la pregunta: ¿El capitalismo es una buena idea?

“La respuesta obviamente es compleja”, escribió Juan Pablo en Centesimus Annus. Cuando el capitalismo se define como el emprendimiento que libera la creatividad y asume la responsabilidad por todo el impacto de su trabajo, escribió, “la respuesta es sin duda afirmativa”. Pero, si el capitalismo se caracteriza por el lucro personal desenfrenado y no sirve a absolutamente todos –“la libertad humana en su totalidad”-, entonces no lo es tanto. Lo difícil es lograr una cosa sin la otra.

2. Economía = moral Las decisiones económicas y morales están entrelazadas en todos los niveles, de lo individual a lo internacional, escribió el papa Benedicto XVI en una encíclica de 2009, Caritas in Veritate. “Es bueno que la gente se dé cuenta de que comprar es siempre un acto moral –y no simplemente económico”, señaló.

Leída literalmente, es una exigencia exagerada. Si todos tuvieran que considerar las implicancias morales de todo, todo el tiempo, nadie haría nada. Sin embargo, la idea de que los negocios manejados con conciencia son buenos negocios ha llegado a algunas de las compañías más grandes del mundo. Y llegó mucho más rápido a ellas que al público general y, sin duda, más rápido que a Washington. Intel, por ejemplo, dedicó los últimos años a sanear las prácticas de compra dentro de su cadena de suministro de 16.000 compañías. La empresa no lo hace necesariamente para ser “moral”, aunque esa es en parte su intención, sino porque entiende que el precio no es lo único que importa en el abastecimiento.

3. Los grandes problemas reclaman grandes soluciones ¿Qué agregó Francisco a esta conversación? Recapitulando:

  •  Si es cierto que el Vaticano en principio apoya al capitalismo como fuerza creativa, como escribió el papa Juan Pablo II…
  •  Si toda decisión empresarial debería contribuir a formar personas “morales”, como escribió el papa Benedicto XVI…
  •  Si mil millones de personas viven con menos de un dólar por día, como dice Naciones Unidas, y si la comunidad de naciones quiere enfrentar la magnitud del riesgo del cambio climático…

Entonces, para resolver las preocupaciones morales a gran escala del Vaticano, el comportamiento económico a gran escala debería cambiar. Esto sólo es así si uno acepta todos los “si”.

Francisco lo expresa de este modo en un párrafo decisivo de su encíclica ambiental Laudato Si, publicada en junio: “La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilo de vida, de producción y de consumo para combatir este calentamiento o al menos las causas humanas que lo producen o lo agravan”.

Aun aceptando todos los “si”, queda una pregunta que considerar: ¿Cómo pueden los mercados –a los que en general se reconoce como la mejor manera de cambiar el mundo- resolver mejor los problemas creados por los mercados? Probablemente no haya ningún papa que tenga una respuesta fácil a esta pregunta.

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COMENTARIOS

  1. Roberto
    Hace 8 años

    En realidad ningún sistema económico creado por el hombre traerá verdaderas soluciones a toda la humanidad. Por ello vale la pena leer los libros de la Ley de Moisés (parte del llamado “Antiguo Testamento”) para darse cuenta que el sistema económico que Dios mismo diseñó para la nación de Israel era muy avanzado para su época e incluso no se vería mal aún en la nuestra. Era un sistema basado en la existencia de un fuerte mercado interno compuesto exclusivamente de pequeños y medianos agricultores libres propietarios de sus tierras (no latifundistas poseedores de masas de esclavos como lo fueron los romanos) , cuyo consumo estimulaba la producción artesanal (de tipo industrial) de los habitantes de las ciudades, quienes a su vez consumían lo que el campo producía. Siempre hubo comercio, pero era más a lo interno, dado que las naciones vecinas producían casi lo mismo que Israel, con excepción de Fenicia, Egipto, Asiria y Babilonia entre otras, de donde provenían buena parte de los avances técnicos de la época. Dios incluso dijo que como resultado de la aplicación correcta de Su sistema, no debería hallarse en Israel a nadie que fuese pobre. El desarrollo posterior de este sistema convirtió a Israel en una nación sumamente rica, poderosa y tecnológicamente avanzada, aunque eso implicó conquistar a numerosas naciones vecinas que la habían agredido de una u otra forma, y solo decayó cuando dejaron el modelo implantado por Dios y asumieron el de otras naciones, llegando a vender a sus propios hermanos israelitas como esclavos. ¿Por qué este sistema no ha sido objeto de más estudios por parte de los economistas, si constituye un buen modelo económico en el que los beneficios se reparte mucho más equitativamente entre todos los ciudadanos de forma sostenible? No estamos hablando de socialismo repartidor de pobreza, pero tampoco hablamos de un capitalismo codicioso.

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