No cabe duda que Carlos Núñez Téllez (21 de julio de 1951-2 de octubre de 1990), el más joven de los comandantes de la revolución, llevó su tesón de revolucionario y su experiencia como presidente del Consejo de Estado, a sus merecidos pero agotadores cargos de presidente de la Asamblea Nacional y presidente de la Comisión Especial Constitucional. Murió prematuramente a sus tan solo 39 años de edad, y su invaluable herencia es el de la perseverancia para poder legar a su pueblo una Constitución para todos, y no tan solo para algunos. Esa fue también la intención de quienes lo acompañamos y trabajamos en que aquella Constitución, fuera una barrera a los vicios del pasado, tales como la reelección.
Pero aquella Constitución quedó huérfana cuando le surgió un padrastro —nuevo padre y neófita madre— quien junto con sus vasallos pensó que aquella era “La Pepa”, tan es así que la actual, después de tantas reformas y violaciones, en cuanto al imaginario colectivo español del 19 de marzo de 1812, día de los Pepes y por lo tanto de la Pepa, bien podría hacer exclamar a reformistas y violadores, ¡Viva la Pepa! Pues viven en una sola Pepa Constitucional, mientras “La Huérfana” se va quedando cada vez más hecha jirones: Ruinas de una Itálica famosa, que costó noches y días de amor y de guerra, a Carlos Núñez y a quienes emulados por su empeño, estuvimos con él, hasta hoy sin arrepentimiento alguno.
El 21 de diciembre de 1988, recibí de Carlos Núñez una carta, que considero dirigida a cuantos participamos en aquella digna empresa, y jamás la traicionamos: “En este año de intenso quehacer legislativo, los Representantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional ante la Asamblea Nacional hemos puesto nuestro empeño para responder a nuestro pueblo, merecedor de las más dignas conquistas Quiero resaltar su participación en la labor desempeñada en nuestro parlamento, donde por su entrega, cumplimiento, asistencia y colaboración con los demás compañeros, se ha hecho merecedor de ser uno de los Representantes destacados durante este año ”
Cito lo anterior, porque considero que me da el derecho de decir, con propiedad y orgullo, lo que estoy diciendo, y por ello concuerdo con Onofre Guevara cuando en Nicaragua, Mi lectura de su historia contemporánea , escribe con respecto a las reformas de 1995: “Con estas reformas se cambió sustancialmente la Constitución de 1987, aunque en lo general sigue vigente, y aún esperaba las reformas conforme el pacto Daniel Ortega-Arnoldo Alemán del 2000, con las que lesionarían importantes derechos políticos. Prácticamente, la de 1987 es otra Constitución con el Prólogo original, y si aún no la han derogado, ha sido porque no han encontrado las condiciones políticas apropiadas para derogarla”.
Pero pronto las encontrarán, pues la Pepa chicha superará las chirigotas de la gaditana. Mientras velamos, o llega la hora del velo oficial de la Constitución de 1987, de su Preámbulo tendrán que desaparecer José Dolores Estrada, Andrés Castro, Emmanuel Mongalo, Benjamín Zeledón, Augusto C. Sandino, Rigoberto López Pérez y Carlos Fonseca. ¿Qué van a hacer ahí, si lo sustancial ha sido derogado de hecho? Hoy otros son los héroes, que abren el camino al héroe único. Una Pepa chicha, con una reelección interminable, no impedirá saber que hace mucho tiempo tuvimos una Constitución —producto de sudor y sangre— y que ciertamente aquella Constitución tuvo en Carlos Núñez Téllez un padre. A él “le correspondió la dirección del proceso” de su elaboración. Aquella gesta no puede ser en vano. La de su hija y nuestra, es una Constitución que espera.
El autor es escritor.