Conocí a una mujer
que nombró a su hijo:
marido.
Y a otra que nombró
a su marido:
hijo.
Las dos fueron bellas
en su juventud
tuvieron luz y sueños.
Ahora son mujeres invisibles
que no quisieron ser
sus propias hijas y se negaron
a ser sus propias madres,
se abandonaron por temor
a quedarse solas, son
huérfanas de sí mismas.
Solo sabían ser madres
cuando sus hijos crecieron
se mudaron a ser madres
de sus cónyuges.
Con la excusa del otro
se negaron tres veces.
Sin creer que hacen algo
indebido, nunca buscan
lo suyo, todo lo sufren
todo lo dan sin recibir
un ápice,
solo saben ser madres
de los suyos
y los hijos de otros:
¡sobre sus jorobas
se construye la especie!
Me duele una mujer invisible
en todo el cuerpo.