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Indios y americanos

Cuando era niño, jugaba a los indios. Las macetas o la grama eran una jungla impenetrable y los indios y los americanos (así llamábamos, impúberes e indoctos, a los cow boys invasores) eran primorosos muñequitos de goma; agazapados entre el follaje veíanse fieras trasplantados de la sabana africana al wild wild west.

Cuando era niño, jugaba a los indios. Las macetas o la grama eran una jungla impenetrable y los indios y los americanos (así llamábamos, impúberes e indoctos, a los cow boys invasores) eran primorosos muñequitos de goma; agazapados entre el follaje veíanse fieras trasplantados de la sabana africana al wild wild west.

Así era “jugar a los indios” en soledad. La modalidad colectiva consistía en dividirse los muchachitos en indios y americanos y perseguirse y matarse entre ellos.
Yo siempre pedía ser indio e incluso tuve un tomahawk de plástico. Con siete u ocho años mi inconsciente ya manifestaba la opción por los débiles, por los oprimidos.
Seguí considerándome indio toda la vida y obtuve mi espaldarazo ideológico y racial cuando recalé en Nicaragua y tuve el honor de maquillarme para representar en los escenarios a un jefe indio de primer nivel: Leonel Rugama.

MIS HÉROES DE AYER

Acabo de terminar de leer La chica que dejamos atrás, publicada en 2011, por Rafael Garranzo, embajador de España en Nicaragua. Una atractiva novela de indios y americanos que me devuelve a la niñez, con la ventaja de permitirme profundizar en el conocimiento y el entorno de mis héroes de ayer, a la vez que me ilustra en los fundamentos de esa parte de la historia cuya fuente excluyente de conocimiento colectivo es el western.

La novela no solo fabrica sueños a base de biografía sino que nos plantea verdaderos dilemas existenciales.

El título proviene de una cancioncilla irlandesa que pasó a los Estados Unidos y se convirtió en himno militar oficioso durante la Guerra de Secesión y luego en la guerra contra los indios.

Si pudiera tararearla en estas líneas, seguro que muchos la recordarían por las películas del oeste. La alegre melodía se ensombrece si tenemos en cuenta que es la canción con que se animaban las tropas norteamericanas para matarse entre sí primero y para acabar con los indios después.

El libro, fruto de una rigurosa investigación histórica y antropológica, se lee de corrido y ojalá que puedan conseguirlo. Lo que a primera vista parece una lectura ligera se va convirtiendo, a medida que las historias aisladas se entretejen, en un devenir apasionante que borda con deliberada levedad la peripecia vital de la época con la perspectiva filosófica del autor.

ASPECTOS POLÍTICOS

Como el libro es denso, pese a ser muy ameno, me voy a detener en dos aspectos, político y existencial, tratando de llevar el agua a mi molino:

1. La situación de los indios no ha cambiado en absoluto, porque nuestra percepción de ellos no ha variado.

Cito: “Fueron años de guerra que condujeron al Tratado de Fort Laramie en 1868, un Tratado que constituía una victoria para los Sioux, por el territorio que se les concedía como reserva y por el compromiso de

los soldados de retirarse de esa zona y no permitir la entrada de colonos. Pero todavía no era Sitting Bull el líder inequívoco de los Sioux. Nube Roja fue quien los condujo hacia la victoria, el único jefe que fue capaz de forzar un tratado en el que se sancionaba la retirada de los soldados, tratado que sin embargo no fue respetado, máxime a medida que el país se adentraba en una crisis económica sin precedentes y la ciudad expulsaba de sus vísceras a sus ciudadanos, que preferían arriesgarse en las llanuras, a la busca del oro o simplemente de un terreno que cultivar antes que perecer de hambre entre las calles de la ciudad. No estaban dispuestos a dejarse abrumar por quienes ante sus ojos no eran más que un grupo de salvajes que de manera improductiva reclamaban un territorio del que no sabían extraer sus riquezas”.

¿Les suena familiar el párrafo si miran hacia el noreste? 2.- Si pudiéramos vivir varias vidas, viviríamos no solo las vidas soñadas y no alcanzadas, sino también la vida actual y real, por anodina que sea. Cito: “El secreto raíz es el ansia de más vida, el deseo furioso de ser todo lo demás sin dejar de ser uno mismo, de ser otro sin dejar de ser yo y ese deseo es el apetito de divinidad. Deseamos llevar otras vidas, pero si ese deseo nos fuera concedido, desearíamos entonces recuperar nuestra vida pasada porque lo que quieres es aquella vida y esta y la otra”.

¿Cuántas veces hemos reprimido legítimos anhelos de vivir múltiples vidas? En estas páginas encontrará el lector las semblanzas más profundas de sus héroes infantiles del pasquín y del celuloide: una gozosa matinée donde se cruzan la hierática dignidad de Sitting Bull con la vanidad pomposa de Custer, el cazador y legendario cirquero Buffalo Bill con la tomboy Calamity Jane, etc., todos presentados bajo una lupa intimista y sólida.

Cultura americanos Indios archivo

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COMENTARIOS

  1. fagu
    Hace 9 años

    Ustedes me disculpan pero esto no tiene pies ni cabeza, parece un corte y pegue de otros artículos a los que nadie se preocupó por dar coherencia.

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