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Sergio Vélez Astacio

La corrupción: cáncer de Nicaragua

La corrupción es tan extendida y es tan compleja en Nicaragua que los entendidos en la materia han decretado que es un cáncer con raíces profundas a tal extremo que un funcionario del Gobierno de Nicaragua expresó: “A fin de cuentas, los funcionarios públicos también somos ciudadanos, pues salimos de la sociedad”. Así explicó el funcionario del Gobierno de Nicaragua la razón por la que cree que es imposible acabar con este mal que carcome nuestra pobre economía.

Entregar un soborno a la persona indicada permitirá aprobar un examen, obtener el permiso de conducir, conseguir un contrato o ganar un juicio. La corrupción es como una densa niebla de contaminación que desmoraliza a la gente. Inevitablemente quienes más sufren la corrupción y los estragos económicos a que esta da lugar son los pobres, que casi nunca están en condiciones de sobornar a nadie. La corrupción no es más que una forma de opresión. Según la ciudadanía, los primeros cinco lugares los ocupan los partidos, la Policía, los funcionarios (el señor exdiputado de la Asamblea Nacional, Brooklyn Rivera, el señor Walter Porras Amador, exdirector general de Ingresos, el exprimer magistrado de la Nación, doctor Arnoldo Alemán Lacayo), el poder judicial y la DGI.

La gravedad del problema de corrupción en Nicaragua es brutal e increíble. Para arrancar de raíz la corrupción se requiere el compromiso de los políticos, pero parece que no existe. ¡Y qué profundas son las raíces de este mal! Que para remediar la situación se necesitan cambios fundamentales en la forma en que funciona este gobierno. ¿Por qué los gobiernos no han podido eliminar este germen maligno que ya tiene invadido el territorio nacional? Los gobiernos se mantienen sobre todo gracias a los impuestos de sus ciudadanos.

Para poder eliminar la corrupción hay que empezar de arriba abajo. Cuando un gobierno ataca la corrupción entre agentes de policía y de aduanas, pero la tolera entre los funcionarios de alto rango, pierde la confianza de sus ciudadanos. Lo que pasa es que este gobierno no tiene ni la capacidad ni la voluntad de establecer programas educativos. En un sistema de gobierno como el nuestro, en el que todo en el mundo desea un pedazo del pastel de la corrupción y sabe cómo conseguirlo, la economía se destruye. La justicia afianza el país, en especial cuando la practican desde funcionarios más elevados hasta el más bajo, mientras que la corrupción la empobrece.
Los corruptos pasan por alto el sufrimiento que causa esta a otras personas. Estamos en una etapa muy difícil, atrapados por el deseo del poder y la ambición, desgraciadamente solo ven lo que sus manos pueden sostener y no se dan cuenta de que lo único que están haciendo es llevando a una debacle económica social y política al país y al nacimiento de un nuevo héroe nacional.

Si los nicaragüenses aprendiéramos de nuestra historia ¡cuántas lecciones extraeríamos! Pero desafortunadamente la pasión y el partidismo nos ciegan y la luz de la experiencia es como la popa del barco que solo alumbra las olas que dejamos atrás. Luchemos sin descanso contra este mal que nos destruye sigilosamente. La lucha no se gana solo con las leyes o con la espada de sanciones, debemos buscar alternativas para erradicar a este germen maldito. Cada uno de nosotros los nicaragüenses puede poner su grano de arena al sembrar la semilla de la rectitud, negándose a tolerar o practicar la corrupción. Los nicaragüenses estamos obligados a fundar esa República de libertad, democracia, honradez y justicia que soñó nuestro querido y siempre respetado doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, Mártir de las Libertades Públicas, nuestro héroe sin fusil.

El autor es exasesor tributario de la DGI.

Opinión corrupción Gobirno Nicaragua archivo
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