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Abre bien los ojos

En momentos de crisis que nos toca vivir hoy, necesitamos tener los ojos bien abiertos. Estamos viviendo momentos muy críticos tanto en el mundo político, como social y religioso.

En momentos de crisis que nos toca vivir hoy, necesitamos tener los ojos bien abiertos. Estamos viviendo momentos muy críticos tanto en el mundo político, como social y religioso.

La crisis mundial en la que estamos sumergidos no solo es económica. El verdadero fondo, de este gran problema es la grave crisis de valores y esto no lo queremos ver.

Todos tenemos que ser conscientes de la necesidad de abrir bien los ojos para no engañarnos ni permitir que nos engañen o caer en las trampas, pues como dice el refrán: “No hay peor ciego que aquel que no quiere ver”.

Los problemas no se arreglan con frases bonitas ni tapando los ojos a la realidad. Los problemas de la sociedad no se arreglan sin un cambio de vida de nuestros políticos; sino nunca podrán dar la respuesta adecuada que el pueblo les exige. Los problemas de unos esposos o de una familia no se arreglan diciendo: “Aquí no pasa nada, todo marcha bien”.

Con esas actitudes solo provocamos acrecentarlos. Los problemas económicos no se arreglan diciendo que esto ya va mejor. Ahí están la sequía y la inflación. Cerrar los ojos a esa realidad es no querer solucionarla.

Los problemas religiosos no se arreglan cerrando los ojos ante la realidad de nuestro mundo de hoy. La Iglesia tiene que abrir muy bien los ojos, si quiere, en verdad, que el mensaje de Jesús llegue a nuestra gente de hoy, pues, como decía Jesús: “Ningún ciego guía a otro ciego” (Mt. 10,51).

Nada, ni nadie, puede salvarnos ni echar para adelante si seguimos comportándonos, como Jesús decía a la multitud que le escuchaba y a los fariseos: “Ciegos e insensatos” (Mt. 23,17) porque “teniendo ojos no quieren ver” (Mt. 13,13).

Un ciego, al borde del camino, toma conciencia de su pobre situación, su ceguera (Mc. 10,46). Al darse cuenta de que Jesús pasa por su lado, grita por salir de su problema: “Señor, ten compasión de mí” (Mc. 10,47), “quiero ver” (Mc. 10,51). El ciego no hace caso de todos aquellos que “le increpaban para que se callara”; todo lo contrario, “Él gritaba mucho más” (Mc. 10,48). Jesús, que siempre está a la orden para abrir los ojos a los ciegos que quieren ver (Lc. 14,18), se acerca a él y le dice: “Ánimo, tu fe te ha salvado”, y el ciego “al instante recobró la vista y le seguía por el camino” (Mc. 10,51).

Ningún problema vamos a solucionar, si caminamos por este mundo con los ojos cerrados porque no queremos ver. Ningún problema vamos a solucionar en este mundo nuestro, en nuestras familias, en nuestra economía, en nuestro mundo político, social o religioso, sí seguimos cerrando nuestros ojos a la triste realidad por la que estamos pasando.

Necesitamos abrir bien los ojos y ser capaces de afrontar nuestros propios problemas para empezar a construir un mundo más humano y más lleno de luz.

Hoy hay muchos ciegos que quisieran ver. Es toda esa gente que se ha dado cuenta de que la vida que llevan, solo les conduce al propio fracaso y a su propia destrucción y quieren salvarse. Es toda esa gente que grita por alguien que les ayude, que le echen una mano para superar su ceguera y abrir los ojos.

Es toda esa gente que se da cuenta de que no puede seguir con los ojos cerrados porque quieren salir de ese atolladero en que están metidos y, por ello, gritan también como el ciego: “Señor, que veamos”.

Es toda esa gente que se ha dado cuenta de que así, ciegos, son fácil presa de cualquiera y saben que solo abriendo sus ojos es como se puede caminar en libertad. Por eso, Jesús dice a sus discípulos: “Dichosos sus ojos porque ven” (Mt. 13,16).

Religión y Fe

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