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Alejandro Serrano Caldera

El desafío contemporáneo

El desafío contemporáneo que involucra a dirigentes mundiales en diferentes campos y a instituciones y organismos internacionales cuya influencia planetaria es evidente, gira en torno a numerosos temas, pero de manera principal, considero, en torno a aquellos que tienen una incidencia significativa en el cambio climático; el sistema económico y financiero del capitalismo corporativo transnacional; la revolución tecnológica; y el imperativo de una ética de los valores que establezca las bases, el marco de acción y los objetivos y finalidades del desarrollo integral de la persona, la sociedad y las instituciones.

Sobre estos puntos hemos escuchado múltiples voces que van desde el papa Francisco, hasta algunos de los candidatos del Partido Demócrata para las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos, pasando por las ideas y las voces de filósofos, intelectuales y escritores, que con sus planteamientos llaman la atención sobre los peligros que acechan y la necesidad de construir una sociedad sobre valores y principios que normen su comportamiento.

La preocupación por la destrucción del medioambiente; los peligros de la aplicación indiscriminada de la tecnología; lo mismo que la creciente convicción de replantear la finalidad y funcionamiento de un sistema económico y financiero absolutamente especulativo y utilitario, han construido una conciencia crítica en torno a la necesidad de un cambio del sistema actual por otro fundado sobre parámetros morales, orientados a fortalecer la dignidad de la persona, la justicia y la equidad social, y a disminuir las profundas desigualdades generadas y alimentadas por el sistema dominante.

El marco histórico en el que se configura y actúa este sistema, está formado por un conjunto de elementos entre los cuales podemos mencionar, la transnacionalización de la producción, la corporativización de la economía, el vertiginoso proceso de integración supranacional mediante el sistema de redes que comunican y enlazan, y los residuos de un pensamiento teórico que proclamaba el fin de la historia y la uniformidad planetaria.

La publicidad integrada en la tecnología de punta es uno de los más persistentes mecanismos de robotización y homologación. Todos debemos desear lo mismo aunque solo unos pocos puedan adquirirlo. El sueño deformante de la uniformidad —y esto podría parecer una paradoja— se ha pretendido lograr —sin alcanzarlo— no por la revolución social, sino por la revolución tecnológica; no por el internacionalismo proletario, fracasado desde hace algún tiempo, sino por la transnacionalidad productiva; no por la sociedad comunista, colapsada hace un poco más de un cuarto de siglo, sino por la sociedad consumista.

La economía mundial se ha caracterizado, entre otras cosas, por la supranacionalidad del capital y la transnacionalización de la producción, orientada hacia un mercantilismo corporativo centralmente estructurado.

En el caso de la revolución tecnológica y del sistema de redes, estos plantean un apasionante desafío técnico, cultural y político, en la medida en que este sistema ofrece, como nunca antes se había presentado, las posibilidades de una integración universal y de una civilización planetaria. No obstante, está por verse si esta será fruto del diálogo y retroalimentación de las culturas o si lo será por la implantación de un modelo homogéneo en el que los medios se habrán transformado en fines.

Junto a todo lo anterior, es preocupante, por no decir aterrador, los informes que cotidianamente se dan sobre la destrucción del medioambiente por el propio sistema económico y financiero, que pareciera plantear la imposibilidad de coexistencia con la naturaleza y sus condiciones elementales. Bosques arrasados, zonas enteras abandonadas, abuso en el despale, escasez de lluvias, destrucción de la capa de ozono, ríos que ofrecen la imagen desoladora de su desaparición, lechos pantanosos, tierra ardiente y resquebrajada por la sequía mostrando sus heridas reventadas por el sol; lluvias ácidas, mares contaminados, especies de la flora y de la fauna en vías de extinción a causa de la contaminación del agua y del aire por los desechos tóxicos, testimonios todos de la insensatez y voracidad de una cultura devastadora que no conoce fronteras ni tiene otros valores que la acumulación desenfrenada, la explotación indefinida y el consumo sin límites.

No obstante la explotación no puede ser indefinida. El mundo contemporáneo enfrenta, entre otras, una contradicción esencial: por una parte la idea del consumo ilimitado como su lógica fundamental, y por la otra, los recursos limitados de la naturaleza.

La civilización de los objetos descartables ha sustituido la posibilidad misma de una civilización de contenido realmente humano.

La idea del consumo indefinido sobre la que se sustenta este sistema, exige implacablemente que las cosas se usen y se descarten a un ritmo y una velocidad que hagan posible la producción de nuevos objetos que casi inmediatamente deberán ser descartados para dar paso a otros, y así sucesivamente. La lógica del sistema se basa tanto en la creación de necesidades para satisfacer la producción de objetos y en el deshecho de los mismos después de usados, como en la velocidad, cada vez mayor, en que estos deben ser descartados.

Ante una situación semejante se vuelve imprescindible la búsqueda de una nueva sociedad la que debe sustentarse en una ética de los valores. Esta ética debe orientarse a la formación de un mundo humano, en el que la técnica esté al servicio de los valores y no estos y el ser humano al servicio de los instrumentos de dominación y de un poder universal, para el que la sociedad y los estados naciones no son más que correas de transmisión de un interés dominante y uniformador.

Esa ética que dé respuesta a la crisis de nuestro tiempo debe contribuir a la preservación de la identidad y a la pervivencia y acción recíproca de las diferentes expresiones históricas; debe favorecer la construcción de un concepto de universalidad a través del diálogo y de la unidad en la diversidad. Para ello hay que sustituir el juego de una sola imagen y de espejos múltiples, por un concepto y una práctica de integración y retroalimentación de todas las historias y todas las culturas. No debemos aceptar ser los espejos en que se multiplica la imagen del poder que se mira en ellos como Narciso en el estanque.

Es importante demandar una sociedad que reafirme la pluralidad cultural a partir de una ética de la alteridad basada en el respeto a las diferencias y en la solidaridad.

El autor es jurista y filósofo nicaragüense.

Opinión desafíos Medio ambiente Opinion archivo

COMENTARIOS

  1. alvin
    Hace 8 años

    Excelente el diagnostico…insuficiente las pistas para el tratamiento.

  2. fultp
    Hace 8 años

    El consumismo mercantilista es causa de la contaminacion ambiental y de la mala distribucion de la riqueza, geradora de la miseria.
    Los articulos de corta duracion generan basura y el uso indebido del material plastico es causa de la impermeabilizacion de la tierra bloqueando las vertientes de agua en los fondos de rios, lagos y lagunas.

  3. Hace 8 años

    Que le parece a Serrano que los Estados Unidos ha sido desenmascaradios y esatan involucrado en al armamentismo de IS y AL NUsra dos organizaciones terroristas corta cabezas que quieren destruir a Siria. De seguro que esta potencia irresponsibleel USA debe de ser mencionada en sus articulos. Por que sera que Serrano guarda silencio y se dedica a escribar deatriba sin sustancia.

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