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La radio de Fabio

Uno de los amigos más queridos de Masaya viviendo en nuestra pieza de estudiantes en León, era Fabio Gutiérrez, devoto estudiante de Odontología y excelente compañero. Era pariente cercano de la familia Gutiérrez Velásquez, propietarios de El Siglo Antiguo uno de los negocios comerciales más importante de la localidad. Había conseguido una linda novia, Ruth Argüello con quien llevaba varios meses de noviazgo, talvez más de un año, aunque sin poder conquistar aún el afecto significativo de los suegros, quienes veían en Fabio, un buen muchacho, de familia conocida, enamorado, sin vicios, pero solo un estudiante de los primeros años de la carrera, con poco respaldo económico y sin porvenir en el corto plazo. Ellos quizás esperaban algo mejor para su guapa hija, algún romance con altas perspectivas, un príncipe azul. Ella era educada, recién egresada de un colegio en Inglaterra. En diciembre la novia Ruth cumple veinte años y Fabio, loco de amor por ella, se enjarana con los tíos del Siglo Antiguo y le compra como regalo de cumpleaños y de navidad un hermosísimo aparato de radio Zénit, de cuatro bandas, con sonido estereofónico, onda corta y frecuencia modulada, una belleza de aparato, lo más moderno, que hizo temblar de envidia a todos sus compañeros de pieza que solo tenían ahorros para regalar chucherías a las novias. Por supuesto, Fabio consigue de sus parientes el aparato a un precio cómodo con descuento de empleado, sin prima y a 24 meses para cancelar. Esto es lo que más llamó la atención a Fabio, los 24 meses para pagar, no lo voy a sentir se dijo cuando firmó los papeles. No había donde perderse, era el mejor regalo que un estudiante podría llevarle a su novia. Ruth se puso feliz al recibir el radio y lo escuchaba diario, con su potente sonido y claridad.En las vacaciones vamos todos a nuestras casas a pasar las navidades en familia y en el pueblo solo quedaban los estudiantes de medicina con turno en el hospital y los que iban atrasados en sus estudios, todos los demás, Fabio incluido, piramuca, a su casita por dos semanas. Las muchachas de León, sin compromiso hacían planes para pasar las fiestas de Navidad y año nuevo con los muchachos que quedaban y pudieran acompañarlas, en especial, a la fiesta anual de fin de año del Club Social, dedicada a la novia del Club y que siempre llevaba un cortejo de muchachas acompañantes que debutaban por primera vez con sus vestidos largos. Ruth, la solitaria novia se moría de ganas por ir a la fiesta del 31 con sus primas, pero le quedaba el escrúpulo del noviazgo, le prometí a Fabio que no iría, no vaya a ser la tentación, murmuraba. Pero el destino interviene en todo y de pronto en el ambiente apacible y medio aburrido de León aparece un galán buen mozo, sin compañera, también en proceso de reconstruir su vida, desamparado por una novia dominicana que lo dejó plantado en Washington. Una de las primas, talvez Martha, sin mayores fantasías, ni compromisos piensa que los dos abandonados puedan conocerse y escoltarse, el destino los ha puesto en el mismo camino, sin buscarlo, dijo y animó a Ruth a hacer un alto en sus promesas y asistir al baile con sus primas y el nuevo galán. No me gusta mucho, con ese bigote parece salido de una telenovela mexicana, fue el primer comentario de Ruth cuando escuchó la propuesta de su prima Martha. La pareja, no obstante hizo buena impresión en la fiesta, ella iba luminosa con un traje blanco largo estrapless y un peinado estilo Cleopatra, sensacional, hacía buena compañía con el nuevo galancete coquetón que sabía bailar bien, parecía que la dominicana le había enseñado pasos nuevos en especial el merengue. Cuando se aproximaba la medianoche y se brindó con champaña, a Ruth se le fue borrando Fabio de su mente mientras Mario bailarín le calentaba el oído con cantos de sirena. Siguió el jolgorio y el atractivo entre ambos iba creciendo como espuma, cuando terminaba la fiesta y empezaba el amanecer. Alguien propuso ir a Poneloya a desayunar donde el pariente Salinas, que ofrecía unos nacatamales especiales con aceitunas y ciruelas, y unos pancitos individuales de donde Pablo Ocaña. Se apuntaron casi diez parejas a seguir la parranda, por supuesto a esas horas Ruth ya no era responsable de sus actos sensatos. Mario logró sacar dos botellas de champán del Club y antes de sentarse a desayunar se fueron todos a la playa a brindar por el nuevo año y las nuevas vidas. Descalzos y brindando con champán en vasitos de cartón se felicitaron y dieron la bienvenida a Mario por el recupere de la popular y bella Ruth.

Uno de los amigos más queridos de Masaya viviendo en nuestra pieza de estudiantes en León, era Fabio Gutiérrez, devoto estudiante de Odontología y excelente compañero. Era pariente cercano de la familia Gutiérrez Velásquez, propietarios de El Siglo Antiguo uno de los negocios comerciales más importante de la localidad. Había conseguido una linda novia, Ruth Argüello con quien llevaba varios meses de noviazgo, talvez más de un año, aunque sin poder conquistar aún el afecto significativo de los suegros, quienes veían en Fabio, un buen muchacho, de familia conocida, enamorado, sin vicios, pero solo un estudiante de los primeros años de la carrera, con poco respaldo económico y sin porvenir en el corto plazo.

Ellos quizás esperaban algo mejor para su guapa hija, algún romance con altas perspectivas, un príncipe azul. Ella era educada, recién egresada de un colegio en Inglaterra. En diciembre la novia Ruth cumple veinte años y Fabio, loco de amor por ella, se enjarana con los tíos del Siglo Antiguo y le compra como regalo de cumpleaños y de navidad un hermosísimo aparato de radio Zénit, de cuatro bandas, con sonido estereofónico, onda corta y frecuencia modulada, una belleza de aparato, lo más moderno, que hizo temblar de envidia a todos sus compañeros de pieza que solo tenían ahorros para regalar chucherías a las novias.

Por supuesto, Fabio consigue de sus parientes el aparato a un precio cómodo con descuento de empleado, sin prima y a 24 meses para cancelar. Esto es lo que más llamó la atención a Fabio, los 24 meses para pagar, no lo voy a sentir se dijo cuando firmó los papeles. No había donde perderse, era el mejor regalo que un estudiante podría llevarle a su novia. Ruth se puso feliz al recibir el radio y lo escuchaba diario, con su potente sonido y claridad.En las vacaciones vamos todos a nuestras casas a pasar las navidades en familia y en el pueblo solo quedaban los estudiantes de medicina con turno en el hospital y los que iban atrasados en sus estudios, todos los demás, Fabio incluido, piramuca, a su casita por dos semanas.

Las muchachas de León, sin compromiso hacían planes para pasar las fiestas de Navidad y año nuevo con los muchachos que quedaban y pudieran acompañarlas, en especial, a la fiesta anual de fin de año del Club Social, dedicada a la novia del Club y que siempre llevaba un cortejo de muchachas acompañantes que debutaban por primera vez con sus vestidos largos. Ruth, la solitaria novia se moría de ganas por ir a la fiesta del 31 con sus primas, pero le quedaba el escrúpulo del noviazgo, le prometí a Fabio que no iría, no vaya a ser la tentación, murmuraba.

Pero el destino interviene en todo y de pronto en el ambiente apacible y medio aburrido de León aparece un galán buen mozo, sin compañera, también en proceso de reconstruir su vida, desamparado por una novia dominicana que lo dejó plantado en Washington. Una de las primas, talvez Martha, sin mayores fantasías, ni compromisos piensa que los dos abandonados puedan conocerse y escoltarse, el destino los ha puesto en el mismo camino, sin buscarlo, dijo y animó a Ruth a hacer un alto en sus promesas y asistir al baile con sus primas y el nuevo galán. No me gusta mucho, con ese bigote parece salido de una telenovela mexicana, fue el primer comentario de Ruth cuando escuchó la propuesta de su prima Martha.

La pareja, no obstante hizo buena impresión en la fiesta, ella iba luminosa con un traje blanco largo estrapless y un peinado estilo Cleopatra, sensacional, hacía buena compañía con el nuevo galancete coquetón que sabía bailar bien, parecía que la dominicana le había enseñado pasos nuevos en especial el merengue. Cuando se aproximaba la medianoche y se brindó con champaña, a Ruth se le fue borrando Fabio de su mente mientras Mario bailarín le calentaba el oído con cantos de sirena. Siguió el jolgorio y el atractivo entre ambos iba creciendo como espuma, cuando terminaba la fiesta y empezaba el amanecer.

Alguien propuso ir a Poneloya a desayunar donde el pariente Salinas, que ofrecía unos nacatamales especiales con aceitunas y ciruelas, y unos pancitos individuales de donde Pablo Ocaña. Se apuntaron casi diez parejas a seguir la parranda, por supuesto a esas horas Ruth ya no era responsable de sus actos sensatos. Mario logró sacar dos botellas de champán del Club y antes de sentarse a desayunar se fueron todos a la playa a brindar por el nuevo año y las nuevas vidas. Descalzos y brindando con champán en vasitos de cartón se felicitaron y dieron la bienvenida a Mario por el recupere de la popular y bella Ruth.

En la costa recogiendo el traje largo con sus manos, Ruth tenía ganas de llorar en la madrugada, qué le voy a decir a Fabio cuando me interrogue sobre los sucesos de esta noche, se preguntaba ahora cogida de la mano de su nuevo acompañante.

El sol empezaba a salir por sus espaldas mientras un pedacito de luna se deslizaba perdiéndose en la línea del horizonte. Mario, ni corto ni perezoso atajo hacia sí a Ruth y la besó suavemente sobre sus labios húmedos y sedientos.

La suerte de Fabio quedó sellada para siempre.Al volver a su casa, con el corazón contrito, casi arrepentida del cambio, Ruth se refugió en su cama a meditar, encendió el radio que ahora era símbolo del recuerdo y escuchó las notas del bolero de moda cantado por Lucho Gatica, La Última Noche como si fueran parte de su destino, porqué te fuiste y me dejaste, porqué te fuiste sin regresar…

En enero, de regreso a la universidad, en la puerta de la pieza de los Masaya se escucha al Brujito Núñez recibiendo la visita de un cobrador, luego llama, Fabio te busca el cobrador del Siglo Antiguo, que le hagás el primer pagaré de la compra de un radio, y que va a seguirte cobrando por los siguientes veinticuatro meses. La Ruth y Mario deben estar felices oyendo música en ese aparato.

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