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Carlos Alberto Montaner

El mejor presidente de EE.UU.

Espero que el señor Donald Trump no sea el candidato de los republicanos y mucho menos el próximo presidente de Estados Unidos. No solo por su deplorable manera de enfrentarse al problema de la inmigración. Eso es desagradable y absurdo, pero no lo más grave. Lo peor es que no tiene una psicología presidenciable.

Su personalidad no es compatible con la delicada tarea de dirigir en el siglo XXI una compleja y mastodóntica nación de 320 millones de individuos, enfrentados por intereses y valores contrapuestos, adscritos a todas las etnias, culturas, razas y religiones imaginables, artificialmente vinculados por la adhesión a una Constitución y a unas instituciones comunes.

El señor Trump, qué duda cabe, es un buen negociante capaz de descubrir oportunidades de ganar dinero, para lo que se requiere una imaginación específica aunada a la voluntad de arriesgarse —lo que también varias veces lo ha precipitado a la bancarrota—, pero esos rasgos no necesariamente lo capacitan para desarrollar una buena labor en la Casa Blanca.

Si el Gobierno de los Estados Unidos fuera una gigantesca empresa de servicios —educación, sanidad, seguridad, transporte, relaciones exteriores, todo—, y en vez de elegir a un presidente por la vía de las urnas contratara a una firma de cazatalentos para que localizara a un buen CEO o presidente, ¿a quién reclutaría esta hipotética compañía?

Ante todo, tendría en cuenta la inmensa diversidad de la clientela a la que hay que satisfacer, los instrumentos que tiene para lograrlo y las limitaciones legales en las que debe llevar a cabo sus actividades. A partir de ese punto repasaría a los clásicos y fijaría siete características ineludibles que ya fueron exploradas por los pensadores de la época.

La primera es la prudentia. Debe ser previsor, prudente. Debe autocontrolarse. No se juega con el destino de la gente. Los grandes errores de los gobernantes son producto de una jugada audaz que les salió mal. Napoleón se hundió cuando invadió a Rusia (lo mismo que le sucedió a Hitler a mediados del siguiente siglo).

La segunda es la auctoritas. La autoridad emana de la experiencia, pero no exactamente de la edad. En 1901 Teddy Roosevelt apenas tenía 43 años cuando el asesinato de McKinley lo convirtió en presidente de Estados Unidos. John F. Kennedy comenzó a gobernar en 1961 a los 44 años. Ambos poseían una inmensa carga de autoridad.

La tercera, muy relacionada con la anterior, es la gravitas. Hay que tomar las cosas en serio y transmitir esa determinación a los subalternos. Incluye la capacidad para decidir la importancia o prioridad de los asuntos. Un gobernante que no sabe ponderar sus tareas está destinado a perder el tiempo inútilmente.

La cuarta es la concordia. No se gobierna con el ceño fruncido, peleando con todo el mundo y provocando temor. Esto es verdad dentro y fuera de las fronteras. Gobernar es negociar, buscar consensos, pactar, comprender las debilidades propias y las fortalezas del adversario. Hay que sostener los principios, pero admitir, al mismo tiempo, que a veces son inevitables algunas concesiones que nos repugnan porque no hacerlas acarrearía unos terribles males. La flexibilidad no es una debilidad, como sostienen las personas autoritarias. Es una virtud.

La quinta es lo que los romanos llamaban humanitas. Es decir, la cultura, la preparación. Todos los problemas son poliédricos, poseen múltiples lados y aristas. Tienen consecuencias económicas, morales, sociológicas, legales. Para entender la realidad y tomar decisiones acertadas es conveniente poder abordarlos desde distintos ángulos de manera equilibrada y sin dogmatismos. Esto requiere una buena formación.

La sexta es la clementia. Es la virtud que lleva al gobernante a ser compasivo, a pensar en el daño al prójimo que puede producirle con sus decisiones. A veces la firmeza es contraria a la clemencia. Jimmy Carter, que no fue un gran presidente, fue, sin embargo, una persona genuinamente compasiva que introdujo en el debate internacional el tema de los Derechos Humanos y le hizo un gran favor a la humanidad. Alguna vez dijo una frase que lo reivindica: “Si yo no puedo ejercer la compasión en la Casa Blanca no me interesa estar en ese sitio”.

La séptima es la industria, que para los romanos era el trabajo intenso. No hay resultados buenos que no tengan detrás una gran carga de esfuerzo. El gobernante tiene que trabajar mucho y hacerlo honradamente, por la gloria de servir, y no para el beneficio personal.

Por último, queda la suerte. Un buen jefe de gobierno puede tener esas siete virtudes, y otras cuarenta, pero si el viento le da de frente, y lo agarra una crisis económica violenta, lo atacan los enemigos exteriores, la naturaleza se rebela y la sociedad a la que sirve presenta síntomas de anomia y no reconoce ni respeta las normas, es muy poco lo que podrá hacer. Hay cien ejemplos.

El autor es periodista y escritor. Su último libro es la novela
Tiempo de Canallas. ©FIRMAS PRESS.

Opinión EEUU Montaner Opinion Trump archivo

COMENTARIOS

  1. Margarita
    Hace 8 años

    Creo que lo que a algunos les molesta del artículo no es la maestría con que – evidentemente- escribe el autor; lo que verdaderamente levanta grandes ampollas es que, al hacerlo, está describiendo sabiamente todo aquello de que adolece su PRESIDENTE y su Primera Dama.

    Lo felicito, señor Montaner. ¡Mejor no pudo ser!

  2. Margarita
    Hace 8 años

    Excelente manera de analizar las carencias de quienes se postulan para gobernar sin contar con los requisitos para hacerlo. Y sepan que cuando lo leí no solo pensé en Donald Trump, sino en el presidente de Nicaragua (que no cumple ni uno sola de las condiciones mencionadas); en el de Venezuela y en otros tantos que no debieron siquiera ni de juego en la silla presidencial.

  3. El Observador
    Hace 8 años

    quiero darle las gracias a los que manejan el “diario de los nicaragüenses”, por negarme el derecho a comentar en su páginas. Eso no me molesta en lo absoluto y les deseo que sigan defendiendo todas la libertades, especialmente, “la libertad de pensar diferente y de opinar sin censura.” Saludos a todos con mucho aprecio.

    El Observador

  4. Jincho
    Hace 8 años

    Ahora si estas en lo tuyo que te hace mas Universal.
    Gracias por nutrirnos hanamente.

  5. Silvia Orozco
    Hace 8 años

    Que buen artículo. Uno de tus mejores.

  6. El brujo de Wibuse
    Hace 8 años

    Y pensar que por escribir esta basura este periodista escritor gana plata, psicología presidenciable” dice Montaner me imagino que re refiere a la psicología de Obama que ha llevado el país al precipicio, la relación con su yerno Jorge Ramos lo ha afectado sr Montaner .

  7. Ramona
    Hace 8 años

    Parece que el último párrafo le cae a Nicaragua como anillo al dedo, o en lenguaje chamuco, “como árbol de chatarra a la tierra”.

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