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Juan Velásquez Molieri

El amigo que se va deja un espacio vacío

He venido, anonadado, para evocar la imagen de Danilo Aguirre Solís, otro guayacán que cae desplomado por la injusta muerte. Bien lo decía Marco Antonio en los funerales de César, en las gradas que llevan hacia el Capitolio, que en la memoria de los hombres queda la obra de quienes mueren, en abierto desafío contra el tiempo y el olvido, que todo lo borra de la memoria de los hombres que viven.

Cae otro sobreviviente de una violenta época nacional. Una vez al maestro Jacinto Benavente le mencionaron el nombre de nuestra patria; solo atinó a decir… “¡Ah… Nicaragua… el país más intenso de América…!”, porque a la patria la hacen intensa los hombres como Danilo Aguirre Solís.

Vino a mi presencia hace más de cincuenta años. Para contarme que él, bachiller del Instituto Nocturno Miguel de Cervantes Saavedra, el mejor entre su promoción de 1957 y orador en ciernes, había sido seleccionado por las autoridades del instituto para decir en nombre de los alumnos el discurso oficial en los funerales de mi padre, el doctor Juan Velásquez Prieto. Ese gesto selló una amistad para siempre.

Nos unía un anatema compartido pues su padre y el mío fueron en un tiempo de su vida ferrocarrileros, episodio que traía a mi padre tan desagradables recuerdos. Así transcurrió este medio siglo en el que Danilo forjó una vida valiente y plena de intensa actividad en el derecho, en el periodismo y en la política. Es de abogados estar inmersos en la política y en el periodismo, desde la majestad de la profesión. También incursionó en la crónica deportiva, fugazmente.

Sus primeros años públicos hizo radio periodismo desde Radio Informaciones en Radio Mundial, en donde ganó entrañables amigos comunes, como el bien recordado Rodolfo Tapia Molina. Miembro del Partido Conservador, en el documento del 50 aniversario del Diario LA PRENSA se lee que ingresó al periódico el 22 de septiembre de 1969.

Danilo vivió el terror del asalto de turbas somocistas en Radio Mundial en agosto de 1958, y ahí una vez desafió al expresidente Luis Somoza que le explicara cómo es que había sido educado para presidente.

Una vez entré al destruido Hotel Balmoral y vi sentado a un personaje de la política cubana. Lo identifiqué, llamé a Danilo para decirle que tenía cerca de mí a ese personaje. “Preguntale si me puede dar una entrevista”, me dijo, lo que hice; el personaje aceptó y pronto estábamos conversando con Luis Artime Buesa, comandante de la Brigada 2506, en Bahía Cochinos, entretanto Carlos Doña hacía fotos.

A fines de los sesenta ya era jefe de redacción; Horacio Ruiz y Agustín Fuentes habían cumplido su honrosa misión antes. El periodismo es una profesión de relevo. Danilo viviría en su vida tres episodios más: Presidente de la Felap un año en México; el crimen contra el doctor Pedro Joaquín Chamorro, enero de 1978 y la muerte de un hijo en la insurrección contra Somoza en 1979. Este año condujo la separación del personal de LA PRENSA y la fundación de El Nuevo Diario desde donde, decepcionado del mito llamado revolución, combatió al sandinismo y luego al orteguismo.

Hace poco en una clínica nos saludamos efusivamente. Lo acompañaba un nieto de estatura impresionante. “Tengo 15 nietos, 4 bisnietos y dos en camino”, me dijo, sonriente. Fue el último abrazo. Vivía con la honra de una vida digna. Me sonreía sinceramente siempre al encontrarnos. Ahora queda ese espacio tan vacío, lleno de su recuerdo.

El autor es abogado y periodista.

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